El suicidio palestino

En abril de 2002 ante una matanza de palestinos por parte de soldados israelitas, en una ofensiva similar a la de estos días, escribí un artículo titulado El suicidio palestino que, modificando algunas menciones puntuales, podría haberlo escrito en estos días. En su parte substancial decía así:

Políticos/as, escritores/as, artistas, amas de casa, profesionales, gobernantes/as, gobernados/as, rebeldes, pragmáticos/as, campesinos/as, politólogos/as, indígenas, militares, religiosos/as, ejecutivos/as, ejecutados/as, izquierdosos/as, derechosos/os, militares, los personajes más diferentes, las miradas más disímiles, las pieles más diversas, los ojos más distantes, las manos apretadas o extendidas. Casi todos y casi todas piden que termine la matanza. Se duelen del soldado israelita apuntando el fusil contra una anciana y dos niños. Se duelen de Palestina.

Desde la India, España, Brasil, Rusia, Ecuador. Bangladesh, Angola, Madagascar, Argentina, Cuba, Francia, Alemania, Polonia, Irak, Suecia, Holanda, Venezuela, Colombia, Nigeria, Australia, Marruecos, Italia, Grecia, Guyana, desde las geografías más encontradas y más perdidas, los ríos más claros y más poluídos, las montañas nevadas y el sertao seco, la selva herida de petróleo, y el campo herido de transgénicos. Desde casi todos los rincones reconocen el derecho a la justicia y al territorio. Se duelen del fuego de los tanques destruyendo Ramalá. Se duelen del llanto y la sangre palestina.

Es un pedido que rechaza el terrorismo de Estado aplicado por Ariel Sharon y sus militares contra un pueblo cuya propiedad es algo más que nada, algo menos. Que pide a la burocracia de la ONU actúe alguna vez para proteger esas vidas, nunca más que pobres, nunca menos. Que reclama a los gobernantes europeos, dejen de murmurar en los corredores, a escondidas, y hablen fuerte, imponiendo sanciones a pesar de Estados Unidos. Que dice a las gentes de los países de esos gobernantes: en Auschwitz está el ejemplo de lo que padecen los palestinos.

Nadie hace justicia porque la justicia no existe. Nadie ataca o impone sanciones a Israel, porque Israel es Estados Unidos, y Estados Unidos es Israel. Nadie lleva a Ariel Sharon ante un tribunal por crímenes contra la humanidad porque Ariel Sharon es Bush Hijo, y Bush Hijo es Ariel Sharon. Entonces solo queda el suicidio. La única e injusta salida que le queda al pueblo palestino es oponerse al asesinato con el suicidio. La única justicia posible en un mundo que los ignora es suicidarse matando. Muerte por muerte. Solo le dejan esa horrible posibilidad.

Pero los pueblos del mundo, que se duelen del dolor palestino, y del dolor colombiano, y del dolor de cualquier parte; que se rebelan con una mirada, con una lagrima, con un puño, con un azadón, con un martillo, contra la política y la economía que promueven el suicidio de casi todos y casi todas, deben en esta hora ayudar a construir la historia de una Palestina libre, que es como hablar de toda y cualquier geografía, exigiendo a sus gobiernos que actúen, sumando su voz contra la masacre.


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Kintto Lucas


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