Este grupo científico recomienda la amenaza de destrucción de tres refinerías, seis siderúrgicas y tres centrales hidroeléctricas. “La destrucción de estos objetivos limitaría considerablemente la capacidad bélica rusa y la reorientación de los objetivos militares contribuiría a reducir el número de víctimas humanas, aunque no impediría la muerte de alrededor de un millón de rusos, admitieron los científicos”; concluye la reseña periodística de esta “profunda expresión de amor por la humanidad”.
¿Será acaso un acto de contrición para purgar sus pecados por la decidida, entusiasta y permanente contribución de algunos de ellos a la fabricación de armas de destrucción masiva, a las cuales ahora temen, porque pueden ser víctimas de ellas?
No se requiere ser científico –en los términos en que la FAS lo exigiría para pertenecer a ella–; mucho menos un Premio Nobel, para comprender que un ataque nuclear en cualquier lugar de la tierra desataría la histeria bélica de los países con poderío atómico y llevaría la humanidad al punto de su extinción física; como algunos lo desean, para erigirse sobre sus ruinas como “amos absolutos”
“Los amos del mundo” llegaron a la conclusión, hace tiempo, de “la necesidad del exterminio selectivo de media humanidad”; para disponer más cómodamente de los recursos naturales existentes, mediante la explotación de los sobrevivientes. Esa “media humanidad”, obviamente, habitaría la Europa Oriental Asia, África y Latinoamérica; cuyos retrasos en sus desarrollos se encargarían de mantener, expoliándola humana y materialmente.
En un principio se concibió el uso de las armas biológicas en algunos lugares y las atómicas en otros, entre las que se incluyó la neutrónica. Se desistió del primer procedimiento por la dificultad de circunscribir la acción, a causa de las fuerzas naturales; aún se concibe la segunda, en la Europa Oriental y el Medio Oriente. El objetivo primordial sería el control absoluto de los recursos naturales de esas áreas
Ahora es más fácil comprender el temor occidental de que países como Irán y Corea del Norte desarrollen tecnología atómica y satelital; o de que países tercermundistas se liberen de la tutela: ¿Qué les hace presumir a los primeros que ellos pueden manejar más racionalmente estas tecnologías? ¿Que en su comunidad científica existan más Premios Nóbel´s que en los de aquellas, lo cual los faculta como jueces del conocimiento? ¿Qué les hace creer que el resto del mundo debe adoptar su dispendiosa forma de vida, sostenida por un desarrollo científico inhumano?
¿Han olvidado algunos miembros de la FAS que dejaron su humanismo cuando participaron en la creación de estas armas, sólo por obtener reconocimiento y dinero, sin meditar sobre las consecuencias de sus actos? ¿Cuántos de ellos abandonaron sus países de origen, sin preguntarse si podían haber utilizado su conocimiento para aliviar el hambre y la miseria que le imponían aquellos a quienes fueron a servir, a cambio de “una palmadita en el hombro”?
Si se van a “rasgar las vestiduras”, primero vístanse con otros ropajes. Propongo la creación de una comunidad científica internacional que diga “¡basta!” a la utilización irracional de sus capacidades intelectuales sólo para producir dinero a las empresas a las cuales sirven, sin importarle si sus ganancias derivan del sacrificio y la muerte de aquella humanidad con la cual su condición científica ha perdido todo contacto.
¿No
es tiempo de volver al cientificismo–humanístico? Esta actitud sería
más disuasiva que las armas que algunos de ellos diseñaron y construyeron;
más humanística que la proposición de ataques a represas hidráulicas,
las cuales también sirven para controlar inundaciones y regar sembradíos
de plantaciones de especies, a las que muchos de sus colegas han logrado
mejorar para calmar el hambre del mundo y ahora son utilizadas como
combustible de vehículos de guerra; menos irracional que estimar “fríamente”
la reducción de las víctimas del potencial conflicto, mientras se
olvidan las ocasionadas cada día por una actitud de indiferencia que
no redimen con una proposición de desarme parcial.