La Diplomacia Bolivariana

Uno puede tener señalamientos críticos a algunas situaciones del Proceso Revolucionario. Ciertas corruptelas, inoportunos despilfarros, infiltrados arribistas con mucho poder, molestias con el electoralismo. Pero que pequeñas se hacen esas diferencias al lado de la grandeza de la diplomacia bolivariana.

Cuando me piden una razón por la cual apoyar a Chávez, digo con absoluta seguridad: por el antiimperialismo, por la posición soberana de Venezuela en el concierto de naciones, por la solidaridad con nuestros hermanos indoamericanos. En resumen, por la política internacional de la República Bolivariana.

Porque si algo ha sido coherente y consecuente en este Gobierno es su política internacional. Nuestra política internacional. Profundamente bolivariana. Esa que busca a toda costa el establecimiento del equilibrio universal estable y durable.

La jornada histórica librada el pasado martes 2 de junio en Honduras, acerca del levantamiento de la sanción adoptada en 1962 por la OEA contra Cuba, que significó la expulsión de la isla revolucionaria del sistema interamericano, marca un camino de no retorno en la liberación definitiva de nuestros pueblos y el aislamiento creciente del país más poderoso del siglo XX y lo que va del XXI.

El imperialismo vive una profunda crisis estructural. Su manojo de colonias se le escapa de las manos, trasmutada en bandada libertaria de coloridas naciones, por la acción consciente y decidida de los pueblos. Los hacedores de historia. Y ahora también se sumó ese pájaro pequeño que tiene al cielo por sombrero.

Ese empeño obcecado de los Estados Unidos de aislar a Cuba para doblegarla, con la mezcla letal de atentados terroristas, expulsión de la OEA y bloqueo criminal, comienza a revertirse en un alud antiimperialista, antihegemonista, antineoliberal, que recorre el continente. El daño causado no se sana, pero se respira un aire victorioso en este amanecer de la dignidad nuestroamericana en el que Cuba fue siempre estrella solitaria. Pero vaya que estrella, el sol mismo.

La lucha de los pueblos contra el imperialismo es la tarea más importante de la gente honesta y sensible de este tiempo. El imperialismo es la aberración de la contemporaneidad, sus raíces corruptoras están detrás de todos los grandes males de la humanidad. El imperialismo es la maldición de nuestro tiempo al que hay que conjurar con tenacidad y mucha inteligencia. Porque no debemos olvidar la historia, y la ciencia que nos enseña a comprenderla, el materialismo histórico, nos recuerda que una salida a las crisis capitalistas que las oligarquías financieras dominantes no dudan en apelar, son las guerras.

La fiera herida hará todo cuanto esté a su alcance por retomar la hegemonía disminuida. Las guerras imperialistas son poderosos reactivadores del aparato industrial a la vez que destruyen la capacidad productiva del oponente llegando a mermar hasta la población misma. Son elocuentes las cifras heredadas de las últimas dos conflagraciones mundiales. Sólo a la URSS le asesinaron cerca de 24 millones de ciudadanos, aunque Hollywood victimice a otros.

Pero vamos venciendo. La perseverancia revolucionaria es la mejor aliada del éxito. Cuba ha vencido de la mano del resurgir de los movimientos populares que la admiran y la aman. La Revolución Bolivariana ha tenido gran influencia en estos acontecimientos. Digámoslo sin vanidad chovinista pero sin falsas modestias. Que la espada de Bolívar tiene mucho que hacer aún en este mundo, verdad Martí?

psuvelhatillo@gmail.com



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Ildefonso Finol

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

 caciquenigale@yahoo.es      @IldefonsoFinol

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