El dicho popular es muy sabio: perro que come manteca mete la lengua en tapara. No falla. Pasa también en política. Ejemplo: la tradición golpista de Acción Democrática se remonta al 18 de octubre de 1945. Por cierto, de eso ahora no se habla. Estudiosos del acontecer histórico, como el amigo Simón Alberto Consalvi, se hacen los locos con ese episodio donde los adecos, unidos a los militares liderizados por Marcos Pérez Jiménez, derrocaron el gobierno democrático, nacionalista, civilista, del general Isaís Medina Angarita. Los biógrafos de Rómulo Betancourt maquillan cuidadosamente el hecho que abrió, sin duda, el camino a la asonada en la etapa postgomecista y preparó el terreno para el golpe contra Rómulo Gallegos y la larga dictadura que lo sucedió. Caldera y Villalba también tuvieron devaneos golpistas. Los justificaron alegando que el régimen perseguía con saña a los adversarios y que el sectarismo campeaba en el país.
¿Que Hugo Chávez dio un golpe el 4 de febrero? En efecto, sí lo dio. Ni él ni nadie lo niega; y entre las diferencias que uno observa en este episodio con la aventura octubrista, está que Chávez jamás ocultó su participación en el hecho y reivindicó su carácter revolucionario. Los adecos se jactaron del 18 de octubre durante algún tiempo, hasta que fueron desalojados del poder por otro golpe, el del 24 de noviembre de 1948. Pero luego abjuraron a aquello que presentaban como conquista popular y a las banderas de la "gloriosa revolución de octubre". El debate sobre los golpes, de uno u otro signo, militares, cívico-militares, de derecha o de izquierda, está abierto y, obviamente, procede.
Lo cierto es que quienes fueron precursores de la ruptura del orden constitucional en 1945, no renuncian a esa tentación. O para decirlo de forma más exacta: a esa vocación.
Tan pronto el bipartidismo puntofijista fue derrotado electoralmente -diciembre de1998-, por culpa propia, por su manifiesta incapacidad para dirigir el país y su obscena corrupción, comenzó a conspirar. Aún antes de que Chávez se posesionara se armó el entramado subversivo. Se justificó esa actitud aduciendo que el gobierno adoptaba politicas contrarias al estatus congelado que había heredado.
¿Pero es que acaso Chávez no planteó en su campaña cambios sociales, políticos e institucionales de fondo y que asumíría el gobierno en términos revolucionarios? Es decir, que estaba dispuesto a hacer desde Miraflores lo que los adecos no hicieron pese a su inflamada retórica revolucionaria.
Esa disposición a avanzar por la ruta del auténtico cambio social, disparó la conspiración de los poderes fácticos que culminaría en la aventura del 11 de abril de 2002, el golpe a la industria petrolera, los militares alzados de Plaza Altamira, la guarimba y el terrorismo. Se puede afirmar, sin riesgo de falsear la historia, que en el gobierno de Chávez -los 10 años que se le enrostran para cuestionarlo-, no hay un solo minuto sin que la oposición dejara de conspirar. Se trata de un período donde impera la conspiración continuada y sistemática. Eso que Francois Miterrand llamó "el golpe de Estado permanente".
Toda la oposición venezolana -si hay excepciones, no las recuerdo- se involucró en el golpe del 11-A. Luego hubo ciertas aclaratorias. Pero lo cierto es que, por acción u omisión, la clase política, el empresariado, los medios, la jerarquía de la Iglesia católica, algunos intelectuales, participaron en el hecho o hicieron su apología. No he escuchado en el curso de estos siete años una autocrítica seria, sincera, sobre esa conducta. Por el contrario, lo que uno conoce es el énfasis en la pertinencia de la aventura. A veces, incluso, la exaltación de la impunidad de los responsables, con la complicidad de las propias instituciones de la V República y la permisividad del gobierno bolivariano. Como siempre, polvo y lodo unidos.
El polvo de abril en Venezuela y ahora el lodo en Honduras. El planteamiento es el mismo en Caracas y en Tegucigalpa. Los resortes golpistas de hace siete años se reactivan, pero la víctima no sólo es Honduras: su efecto letal se extiende a toda la región y, por supuesto, a Venezuela.
Basta escuchar la jauría.
LABERINTO
La reciente entrevista
de Hillary Clinton es esclarecedora. La euforia del canal golpista por la primicia se esfumará, y en la televisora se darán cuenta -más temprano que tarde- que el tiro les salió por la culata.
Porque lo dicho por la señora Clinton devela toda una política. Coloca las cartas sobre la mesa y operará, sobre aquellos que se forjaban ilusiones con la presidencia de Obama, como un disuasivo.
Sirve para recordar que el imperialismo siempre es el mismo. Tiene diversos rostros, pero el contenido esencial de su política no cambia...
Lo que dijo
la Secretaria de Estado indica que a su gobierno le da igual tratar con los golpistas y con sus víctimas. Por eso la sugerencia de sentar en torno a una mesa al presidente legítimo de Honduras y al usurpador...
Sobre todo
si se cuenta con un comodín como el mandatario de Costa Rica.
Porque Arias es eso: sirve para todo, para aparentar apoyo al presidente defenestrado de manera humillante y para conciliar con la mafia cívil y militar que lo derrocó...
Hay más respecto
a la entrevista de la señora Clinton: el guión. Sin duda concertado entre la televisora y el Departamento de Estado: tu me preguntas lo convenido y yo te respondo en iguales términos, con apariencia de objetividad y sin evidenciar compromisos. Salvo al final, cuando la exprimera dama, exsenadora y excandidata presidencial, cae en la trampa de asumir la gorrita con el logo del canal -nada menos que el canal comprometido con el golpe en Venezuela del 11-A y con el golpe en Honduras del 28-J .
¿Ingenuidad de una política veterana o cálculo?...
En torno a la esencia
de lo que ella afirmó vale la pena unas preguntas: 1) LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN: Opción, ¿asumirla como abstracción o como realidad? Si es como abstracción no vale la pena discutir porque todos estamos de acuerdo que es un derecho humano fundamental. Pero como realidad, ¿se pasea la señora Clinton por unos medios de comunicación cartelizados, controlados por poderosos grupos económicos, que sólo responden al interés de sus dueños comprometidos con la desestabilización, y que derivan en partidos políticos? ¿Puede esa libertad de expresión estar por encima de la Constitución y de las autoridades escogidas en elecciones libres?...
2) Relaciones exteriores de cada país:
¿Quién las define y ejecuta? La nación de la señora Clinton escogió siempre sus aliados, incluyendo los dictadores más criminales y ladrones, pero en sus palabras pretende limitar el derecho de otros países a realizar una política exterior soberana. ¿Tiene esta política que subordinarse a lo que determine EEUU? En tiempos de administraciones republicanas esa era la posición oficial. ¿Es la misma con Obama, y es palabra muerta lo dicho por éste en la Cumbre de Trinidad-Tobago?...
3) La democracia:
Elecciones o gobiernos: En una novedosa teoría política, sacada de no sé dónde, la señora Clinton planteó el nuevo dilema consistente en desestimar el hecho electoral y potenciar el acto de gobernar. ¿Ésto qué significa en el lenguaje de la Secretaria de Estado? ¿Que la legitimidad proveniente del acto de votar, es decir, del pronunciamiento soberano del pueblo, deja de ser lo esencial, lo determinante, y se le reemplaza por la supra evaluación de la acción de gobierno, que puede ser mala o buena? ¿Quién juzga? ¿La Casa Blanca con los criterios sesgados que presiden sus juicios sobre democracia, derechos humanos, terrorismo, narcotráfico, corrupción? ¡Santa Hillary!.
jvrangelv@yahoo.es