Entre narcos y paramilitares

Otra vez Uribe da mucho de que hablar con las bases militares de EEUU en Colombia. Ya hay dos y vienen cinco más para hacer un total de siete. Supuestamente, son para combatir el narcotráfico, pero resulta que este flagelo continúa vivito y coleando.

Para algunos, se ataca controlando la demanda, pero si se legaliza el consumo de drogas, por ejemplo, de la cocaína y de la marihuana, tal como, en su momento ocurrió con el alcohol, al no comercializarse con estas sustancias tóxicas en las sombras, se acabaría con las mafias que las distribuyen de una vez por todas. Así, el que desee matarse con su ingesta, lo podría hacer con plena libertad, pero la solución, aunque sea otra, no se relaciona con asientos militares extranjeros en una nación vecina.

No se trata de soberanía, pues, Colombia y Venezuela comparten una frontera. Es más bien una manera de cercar. Por consiguiente, el problema alude tanto al Sur como la América Central, porque el golpe de Honduras tiene relación con esas bases.

Y aunque pasan los días y Micheletti continúa en la presidencia, Zelaya tiene que regresar al poder, sin que importe tanto cómo, incluso hasta su retorno es más relevante que la injerencia en otro país, porque las palabras de un gobernante de facto que se le tilda de narcotraficante valen tan poco como sus narcoacciones.

Las acusaciones del gobierno de Uribe de las armas que Chávez hizo llegar a las Fars, junto con las otras mentiras que involucran a Ecuador, son sólo partes de un plan pilotado desde el Norte.

De nuevo, burdamente, los sectores radicales de Washington atacan a través de la descalificación para, luego, justificar su participación en un supuesto estado de caos y poner sus manos en nuestro petróleo.

En cuanto a las bases en la hermana república, ya no sólo protesta Chávez sino también Lula, de Brasil, y Bachelet, de Chile porque, bajo ninguna circunstancia, se puede permitir su instalación en territorio americano. Tal es el peligro que cualquier medida extrema deberá ser aplicada para evitar semejante atropello.

La cuestión es de una gravedad absoluta que en el supuesto negado de que Chávez le hubiese dado fusiles a la guerrilla: ¿Quién le da armamento a los paramilitares y a los contratistas de Colombia? ¿En manos de quién daña más un fusil, en la de un paramilitar o de un guerrillero? ¿Si hay bases norteñas allá por qué no habría unas siete, entre iraníes y rusas, por ejemplo, en Venezuela? ¿Por qué unos sí pueden hacer lo que le viene en gana y otros no? Si nos sinceramos en un escenario donde actúan narcotraficantes, paramilitares, los que matan por encargo, apátridas, entre otras especies de reptiles, podremos también sincerar sus artimañas que se disfrazan de bondades.

Del modo anterior, claramente, se dejará por sentado que bajo ninguna circunstancia se aceptará alguna intromisión de quienes se creen con privilegio de resolver falsas situaciones de descontrol o en Ecuador, pero tienen una crisis económica en aumento y una injusta guerra de Irak en su aval, para, por estos lados, venir a poner un orden tan conveniente como la propia satisfacción de sus voraces apetencias.


isabelrivero70@hotmail.com


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Isabel Rivero

Licenciada en Letras de la UCV. Estudios en Lingüística y Análisis del discurso. Articulista de opinión de UN de 2002 hasta 2013. En la actualidad, artìculista del Cuatro F, Ciudad Ccs y VEA .

 @isabelrivero70

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