Una apreciación general que se podría formulares que la acción de Bolívar, como individuo en el movimiento de la historia, estuvo condicionada por un conjunto de elementos de orden material que hicieron posible y sirvieron de base a su participación en el desarrollo del proceso en su lucha anticolonial.
Un cuadro global de las condiciones económico sociales de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX estuvo caracterizado por los efectos del crecimiento capitalista con ciertas contradicciones con el antiguo orden colonial. El ritmo aceleradamente expansivo del capital pugnaba por una nueva división internacional a favor de los países más avanzados. La menor composición orgánica del capital en los territorios americanos atraía sobre todo a la economía inglesa, la cual desarrolló progresivamente su influencia en desmedro del antiguo imperio colonial español. La revolución industrial se expresó en una nueva división mundial en la cual los países adelantados en las etapas del capitalismo se nutrían y financiaban su desarrollo a expensas de la periferia en formación. La crisis de la sociedad colonial fue la expresión de esta variación estructural global, la cual venía madurando siglos atrás. El capitalismo de libre concurrencia y su carácter librecambista predominaba en la dinámica europea y alargaba sus raíces a las colonias americanas.
En el orden interno en la periferia colonial el grado de las fuerzas productivas había permitido diferenciar, en un lento y hasta original proceso, las clases sociales; diferenciación que se hace más evidente al referir cada grupo económico al proceso productivo. Todo esto estuvo directamente vinculado a la dinámica expansiva del capital y a la conformación de las sucesivas variaciones en la división internacional del trabajo.
Las contradicciones sociales en esta coyuntura expresan en mayor grado la imposibilidad del desarrollo de algunos grupos sociales en el marco del sistema colonial y sus trabas al libre cambio; sobre todo afectaba a la clase organizadora de la producción y propietaria de las tierras.
El carácter librecambista del proceso emancipador se explica en una doble vertiente de interés la cual converge hacia un vértice único. De un lado, las condiciones del capital internacional que en su desarrollo empieza a sentar las bases para transformar el conjunto de relaciones sociales a su favor; y de otro lado, el interés de la clase de los terratenientes criollos para librarse de las trabas que significaban la sujeción política a España para comerciar con independencia sus productos. A esta clase pertenecía Bolívar y muchas de sus actitudes se explican a partir de ello.
Bolívar actuó como el representante de su clase social ascendente, su práctica histórica parte de estos fines. La ideología francesa es parte de su fuente de inspiración para buscar la aplicación y la funcionalidad en sus planes de liberar a Hispanoamérica.
La Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, la ideología roussoniana, se hacían conocer en las colonias en forma subrepticia y fragmentaria, pero rápida. Bolívar por intermedio de su principal maestro es educado en este ambiente enciclopedista. En carta al General Santander confiesa parte de su formación y sus lecturas: “...puede ser que Mr. De Mollien no haya estudiado tanto como yo a Locke, Condillac, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot y todos los clásicos de la antigüedad, así filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos los clásicos modernos de España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses”.
Manuel Pérez Vila, dice que en los inventarios hechos en 1803 se incluían obras de los mercantilistas españoles como Ustariz y Campomanes, así como La riqueza de las naciones de Adam Smith. Aunado a ello, sus viajes y estudios en Europa le permitieron un contacto directo con intelectuales e ideólogos de las corrientes francesa de la época; también en su práctica político militar supo aglutinar elementos avanzados de diferentes campos y disciplinas. “El gran hombre –dice Plejanov- lo es no porque sus particularidades individuales imprimen una fisonomía individual a los grandes acontecimientos históricos, sino porque está dotado de particularidades que hacen al individuo más capaz de servir a las grandes necesidades de su época, sumergidas bajo la influencia de causas generales y particulares”.
En todo pensamiento existe una evolución, un proceso de autonegación y de asentamiento de nuevas afirmaciones en la conciencia del ser, como producto de sus aciertos y fracasos, desenvolvimiento que está intrínsecamente ligado a la práctica social. Bolívar, inmerso en esta dinámica histórica, fue perfilando su pensamiento al calor de los acontecimientos.
Para 1811, al cesar el papel de la Junta Suprema, un Ejecutivo colegiado (Triunvirato) toma a su cargo el gobierno nacional, con lo cual se agudizan las contradicciones internas en Venezuela. Así lo sintetiza Francisco Pividal: “Los chapetones (españoles peninsulares) quedarán enfrentados a los criollos. Los comerciantes a los terratenientes y estos a la vez se dividían en tendencias: Para unos, filosóficamente, la soberanía era una manifestación de derecho divino, enmarcada en las leyes del absolutismo; para otros, la soberanía sólo podía emanar de la voluntad de los pueblos (Constitucionalismo). Los “revoltosos” frente a los “moderados”. Aquellos proclamaban la independencia por medios radicales y los otros por medio de la evolución y el entendimiento con la corona. Ambos consideraban un paso previo: el autonomismo”.
En un primer momento fue un período de contradicciones entre las clases dominantes por la toma del poder político, donde jugaba importancia la toma de posiciones, sobre un marco político general de lo que debía ser el proceso. Aún cuando ya se definía el problema de la libertad sudamericana, no había en ese momento una visión de amplitud y apertura hacia las clases oprimidas. El pueblo, elemento determinante en todo objetivo político social, poco contaba.
Ante estas posiciones dilatorias, Bolívar tomaba ya las riendas orientadoras. El 4 de julio de 1811 pronuncia un discurso deslindando la contradicción entre libertad y despotismo y levantando el horizonte hispanoamericanista:
No hay dos congresos. ¿Cómo fomentarán el cisma los que no conocen la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad (...) Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar definido. ¿Y qué dicen? Que debemos comenzar por una federación, como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? (...) Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sudamericana: vacilar es perdernos”
Casi un año después, bajo estas indecisiones, se pierde la I República; en estos primeros momentos no se había logrado un verdadero ejército popular ni se incluía en un programa de lucha las reivindicaciones más sentidas por los oprimidos.
Bolívar instaura la II República apoyado en las bayonetas neogranadinas y en las charreteras mantuanas. República que se mantuvo por 16 meses y surgida por la participación de Nueva Granada en la lucha de liberación. Los pardos, los esclavos se evidenciaban tan lejos como en la primera. En su exitosa Campaña Admirable, Bolívar comprobó que no se habían sumado los combatientes de fila que debió aportar la nación venezolana. No se había logrado unificar la gran población desposeída, la cual se concentraba en los llanos bajo la bandera realista y promesas de libertad, tierras y repartimiento de los bienes de los blancos. Bolívar en sus reveses comprende que el ideal independentista no había calado en el pueblo, que los esclavos temían menos a los españoles y que los pardos preferían a Boves.
Ante esta indiferencia en el Manifiesto de Carúpano exhorta a los granadinos para la lucha y reta a los venezolanos a incorporarse a la guerra de liberación: “Esperad patriotas al noble y virtuoso pueblo granadino que volverá a recoger nuevos trofeos, a prestaros nuevos auxilios y traeros de nuevo la libertad si antes vuestro valor no la adquiere.”
En la Carta de Jamaica, bajo un nuevo destierro (Kingston, 1815) produce nuevas reflexiones anticoloniales, ya se va convirtiendo en un analista político, y de admirador de las instituciones foráneas empieza a afirmar la grandeza autóctona. En este documento reconoce sus limitados conocimientos sobre Nuevo Mundo así como su heterogeneidad: “Me atrevo a asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas y por consecuencia, sólo se puede ofrecer conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lo relativo a la suerte futura y a los verdaderos proyectos americanos”, Bolívar reconoce la diversidad y la complejidad de la transición que está viviendo: “pues cuántas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra por su posición física, por las vicisitudes de la guerra, y por las cálculos de la política”.
En relación a los “americanos meridionales” –afirma- y si la justicia decide la contienda (...) el suceso coronará nuestros esfuerzos porque el destino de América se ha fijado irrevocablemente” . Finalmente hace una valoración: “el pueblo que ama su independencia por fin la logra”, 1
En un nuevo ingreso a Venezuela en 1817 trae reflexiones claras sobre los fracasos independentistas: había que ampliar el marco social de la lucha. Los hombres quieren que les sirvan al gusto de todos y el modo de agradarlos es convidándolos a participar.
La situación de Venezuela había cambiado en su ausencia; a la muerte de Boves otros llaneros habían logrado afianzar la lucha por la tierra, el ganado y la vida: Personajes del mismo pueblo habían logrado la incorporación de las masas al proceso: Páez, Arismendi, Piar, Bermúdez, etc., lograron ganar para la insurrección a los patriotas en los llanos y en el oriente del país.
La lucha guerrillera había sido una escuela de templanzas. Las grandes masas del pueblo venezolano nutrían las filas de los combatientes. La nueva oficialidad provenía de cunas muy humildes. El color de la piel no impedía el ascenso a las más altas jerarquías militares.
La vinculación real con las masas la habían logrado otros, sin embargo, había que buscar la unidad de todos los sectores involucrados y edificar un solo mando. Bolívar con su gran don de político supo ganarse a estos caudillos mediante proclamas, decretos y órdenes militares que encabezaba con los títulos de sus acciones exitosas en el pasado. Así logra ubicarse como Jefe Supremo de la República de Venezuela y Capitán General de los Ejércitos de Venezuela y Nueva Granada.
En este proceso Bolívar comprendió lo contradictorio de la esclavitud con los planteamientos de libertad. Ello significó esfuerzos innumerables y declaraciones reiteradas sobre la libertad de los esclavos ante Constituyentes y congresos y desesperados esfuerzos por la unidad combatiente lograda después de 1816 hasta la culminación bélica en Carabobo.
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