Acerca de los sindicatos y el partido revolucionario

La clase trabajadora al aportar la fuerza de trabajo es la clase social que dispone de la capacidad material para hacer posible el derrocamiento del propio sistema capitalista. Ninguna otra clase puede paralizar la producción capitalista y atacar el corazón de la economía de mercado como la clase trabajadora.

En consecuencia, en este rol radica la fuerza de los trabajadores y trabajadoras y la amenaza potencial que representa para los propietarios de los medios de producción y del poder político en la sociedad capitalista. Sin embargo, se necesita de la organización, que le proporciona cohesión política, una táctica y una estrategia.

Primero, están los sindicatos construidos sobre la lucha económica diaria por mejorar las condiciones salariales, reducir la jornada laboral y terminar con los riesgos laborales. Sin embargo, la lucha en la fábrica tiene sus límites. La emancipación de los trabajadores no puede realizarse empresa a empresa, sino que es necesario que la clase trabajadora expropie la burguesía, para emprender un manejo de la economía que beneficie a la sociedad. Y para lograr ese manejo o gerencia, la clase trabajadora junto a los demás oprimidos debe controlar también el poder político para organizar la sociedad sobre bases socialistas.

Luego, en la lucha por el socialismo, la construcción del partido revolucionario es una tarea fundamental para la clase trabajadora. El partido representa el sector de los trabajadores que ha logrado un alto grado de conciencia socialista y, que se entrecruza con el sindicato como organismo constituido por sectores de la clase trabajadora organizada.

Algunas tendencias ven al sindicato como una agencia de integración de los trabajadores al sistema. El papel integrador que se le adjudica no es una propiedad de la naturaleza del sindicato como organismo de los trabajadores.

Las tareas históricas de la clase trabajadora están determinadas por su ubicación social como clase y por su papel en la producción, en la sociedad y en el Estado. Todo revolucionario debe plantearse el problema de: ¿Cómo llegará la clase trabajadora a la comprensión de la tarea histórica que le plantea su situación objetiva? Si el proletariado como clase fuera capaz de comprender inmediatamente su tarea histórica no serían necesarios ni el partido ni los sindicatos. Solamente a través de prolongadas luchas, de duras pruebas, algunos integrantes de la clase trabajadora alcanzan esa comprensión. Esto se aplica tanto al partido revolucionario como a los sindicatos.

Los sindicatos comienzan como un pequeño grupo de trabajadores activos y crecen gradualmente, a medida que se gana la confianza de la clase trabajadora. Una tarea fundamental de las organizaciones revolucionarias es luchar para ganar influencia sobre la clase trabajadora. Es por ese motivo que los ideólogos del capital enfrentan a la totalidad de la clase trabajadora no sólo con el partido de la clase trabajadora sino también con sus organizaciones sindicales, es la estrategia de “divide y vencerás”. Los ideólogos burgueses enfrentan a la clase trabajadora entre sí, al partido revolucionario con conciencia de clase y al sindicato, para evitar que ésta se convierta en factor histórico.

Es muy importante contraponer las organizaciones de los trabajadores a todos los partidos burgueses y de impedir que caigan en la influencia de los reformistas, con la finalidad que tomen la senda de la revolución socialista. No existe ninguna fórmula para el problema de las relaciones entre el partido revolucionario y los sindicatos, ya que dependen de circunstancias que varían según las condiciones de cada país.

El sindicalismo en la época de su surgimiento y expansión, al luchar por su autonomía sindical luchaba en realidad por su independencia del gobierno burgués y sus partidos, entre ellos el socialismo reformista. Los reformistas transforman la independencia de las organizaciones sindicales de la burguesía y de los socialistas reformistas en independencia absoluta de todos los partidos, incluyendo el partido revolucionario que aglutina a los trabajadores más conscientes.

Los hechos demuestran que no existen en ninguna parte sindicatos políticamente “independientes”. Nunca los hubo y la experiencia y la teoría nos dicen que nunca los habrá. En los Estados Unidos los aparatos sindicales están directamente vinculados a la plana mayor de la industria y a los partidos burgueses. En Inglaterra forman la base material del Partido Laborista. En la ex República Soviética su dirección correspondió a los bolcheviques. En Francia una de las organizaciones sindicales sigue a los socialistas y otra a los comunistas. Así ocurre en todas partes.

La ideología de la independencia sindical no tiene nada en común con las ideas y sentimientos del proletariado como clase. Si el partido revolucionario, mediante su dirección, es capaz de garantizar una política correcta, clara y firme en los sindicatos, a ningún trabajador se le ocurrirá rebelarse contra la dirección del partido. Lo prueba la experiencia histórica de los bolcheviques. Por otra parte, existen otros casos en que son los sindicatos los que aportan los mejores luchadores que luego pasan a formar parte del partido revolucionario.

En realidad el futuro de la revolución socialista no depende de la fusión de los aparatos sindicales sino de la unificación de la mayoría de la clase obrera alrededor de consignas y métodos de lucha revolucionarios. Actualmente la unificación de la clase obrera sólo es posible mediante la lucha contra los colaboracionistas de clase, que se encuentran no sólo en los partidos políticos sino también en los sindicatos reformistas.

En casi todo el mundo el poder del estado está en manos de la burguesía. La tarea histórica de la clase trabajadora es arrancar de manos de la burguesía este poderosísimo instrumento de opresión. En los países burgueses la desgracia es que la abrumadora mayoría de la clase trabajadora no entiende los peligros del estado burgués. Por la forma en que encaran la cuestión, los sindicalistas, involuntariamente por supuesto, contribuyen a la conciliación pasiva de los obreros con el Estado capitalista, nuestra tarea es construir un Estado Revolucionario. En la época avanzada de transición al socialismo, los revolucionarios debemos explicar a los trabajadores que las dificultades y los peligros con que se enfrenta la clase trabajadora ante el estado revolucionario tenemos que aprender a superarlos sobre la base de la experiencia. Pero en el presente los peligros más amenazantes residen en el hecho de que nuestro enemigo de clase tenga las riendas del poder en sus manos y las maneje en contra nuestra.

Debemos explicar a los obreros no socialistas que hoy todavía confían en los dirigentes reformistas, que no queremos imponerles nuestro punto de vista por la fuerza, sino que queremos convencerlos mediante una lucha conjunta y, que examinemos si los métodos y los resultados de esas luchas nos benefician como clase social.



(*) Asesor y delegado del sindicato unitario de trabajadores de Intevep

Corriente de los trabajadores marxistas de Intevep

lucidiowx@gmail.com


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Lucidio García (*)


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