La división y la falta de conciencia clasista condenan a la clase obrera a la inercia, es decir, a su ausencia del proceso social y político, a pesar de que la conmemoración mundial del 1o de mayo pone de manifiesto la colosal fuerza que ella contiene.
Su número, posición en el sistema económico, coherencia colectiva y ubicación grupal en empresas y regiones facilitan su unidad y le confieren importante influencia en la sociedad, a condición de que se encuentre organizada.
La organización constituye la fortaleza de la clase obrera, más esa organización no es posible sin unidad. En el país tenemos la experiencia de unidad de la clase obrera por encima de las diferencias políticas e ideológicas. Necesario es confesar la verdad de que la constitución de diversos sindicatos, federaciones y centrales obedece en buena parte a la cómoda actitud de agruparse con las compañeras y compañeros de la misma filiación.
Ninguna clase tiene la posibilidad de unir a las demás clases explotadas para el cambio de la estructura social que el capital ha conducido a la actual crisis internacional.
En Venezuela la división de la clase obrera existe desde 1961 y la pérdida de las prestaciones sociales y los problemas de vivienda, educación, salarios, transporte, etc. no la indujeron a unirse para librar la batalla contra esos males. La Revolución Bolivariana, por el contrario, restituyó las prestaciones sociales, aumenta los salarios un promedio de más de una vez al año, adelanta un gigantesco plan de vivienda, un programa de educación como nunca ha habido y un plan de salud que abarca a millones de personas, de todo lo cual la principal beneficiaria es la clase obrera. Tampoco se logra la unidad y organización indispensable en un proceso revolucionario como el que está viviendo la república. Ni la negación de derechos de la IV República ni los beneficios de la V han llevado a la organización.
El Congreso Obrero de la Central Bolivariana Socialista acordó trabajar por alianzas sindicales y no percibimos que se adelante en esa dirección. Basta ya de simples declaraciones sin aplicación práctica. El 1o de mayo es un día propicio para marchar juntos e iniciar conversaciones en función de las alianzas sindicales. Ha llegado la hora de que la clase obrera despierte, so pena de perder los beneficios alcanzados y de que vuelva el dominio imperialista y destruya la integración continental y la solidaridad internacional.