En 2016, la clase obrera venezolana enfrenta un escenario particular, y es que atraviesa la situación económica más difícil de toda su historia. Luego de 17 años de un falso "progresismo", la caída de la renta petrolera le ha quitado la careta a quienes en otrora se hacían pasar por portadores de los intereses de los trabajadores. Las consecuencias han sido devastadoras. Durante todo este tiempo el movimiento obrero ha sido, en su mayoría, cooptado por alguna de las expresiones políticas de la burguesía. Esto ha traído como consecuencia que, ante el ajuste económico reaccionario implementado por la camarilla Gobierno-MUD, su respuesta sea casi inmóvil.
La dirección sindical actual es una verdadera calamidad para la Clase Obrera venezolana. Orillados a cualquiera de las expresiones políticas burguesas, los dirigentes de las centrales sindicales más importantes del país llaman, de una forma u otra, a aceptar el ajuste. Es decir, se les pide a los trabajadores que, mientras se les arrebata su vida y sus sueños, no chillen. Por su parte, quienes alzan su voz más allá de los burócratas sindicales, son férreamente reprimidos por agentes de la camarilla.
El capitalismo venezolano, es decir, el proceso mundial de acumulación de capital en su expresión nacional, no da para más. La burguesía, en sus diferentes fracciones, simplemente se pelea por chuparse lo que queda de renta, materializada en dólares. Las empresas de los burgueses venezolanos son incapaces de competir en el mercado internacional. Su escala diminuta y prehistórica tecnología los condenan a esto. Desde el punto de vista materialista hay elementos para señalar que solo la Clase Obrera, a través de un proceso de concentración y centralización de capital, puede evitar la barbarie a la que ella misma está condenada si no asume el control programado del proceso de acumulación.
En este sentido, la realidad material venezolana, es decir, su estructura económica dependiente de la renta petrolera (riqueza no producida), no da lugar a la clásica separación entre la lucha política y sindical. En Venezuela lo central es el control del Estado, y por consiguiente, de la renta petrolera por parte de la Clase Obrera. Lo demás es pura comiquita. Pensar organizar un sindicato, sin organizar estructuras de carácter político, es una verdadera pérdida de tiempo, ya que lo que determina en el país no es la producción industrial sino la renta del petróleo que administra el Estado. Sería como pelear por migajas cuando otros se están comiendo una torta que nos pertenece.
Toda esta situación pone en el tapete un desafío crucial para la Clase Obrera venezolana. Su tarea central es la configuración de una forma organizativa de carácter político que, con un programa científico construido, apunte sin distracciones a la toma del poder político.
La propuesta no es abstracta, es concreta. Si la clase obrera organizada y unificada, independiente de la burguesía, toma el poder, controla la renta y la utiliza para desarrollar aquellos sectores de la economía en los que existe potencia, sus condiciones de vida, sin duda, van a mejorar en forma sostenida. El llamado a la construcción de esa organización es la tarea principal que nos ocupa en este momento.
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