Según la información, los propietarios de la empresa Kellogs, al parecer de origen mexicano, de cuyos productos y hasta la marca misma por cierto me había olvidado por razones muy fáciles de entender, cerraron inesperadamente la misma y depositaron las prestaciones de los trabajadores en sus cuentas bancarias. Las razones del cierre las desconozco y no entendería, pese sean de mucho peso, como ese cuento según el cual un cierto, para no decir inventado, “comunismo las tiene bajo azote y bajo estricto control”, consigna muy usual entre la extrema derecha, tal como en tantos casos, según el decir de Don Andrés de Chene, pese estaban obteniendo muy buenas ganancias, tanto que uno solo de sus productos, más costoso que el salario de un trabajador, se siguen vendiendo “como pan caliente”. Anoche mismo, temprano, escuché a alguien lamentarse porque su desayuno sufriría una baja de hojuelas. Digo sólo hojuelas, pese que si de la leche se trata, incluyendo la de “Lácteos Los Andes”, como demasiado “operativa y productiva bajos costos socialistas”, como dice gente que publicita al gobierno, también debe sucederle lo mismo. En lo que a mí respecta, una y otra, rara vez las veo y si llega a suceder nunca me dan las cuentas como para comprar algo de eso.
Inmediatamente se produjo la ya casi habitual reacción, el sainete que casi nos sabemos de memoria. Un drama divertido y cómico al principio que por demás suele terminar en una lamentable tragedia.
El presidente, de quien no termino saber si se divierte con actuaciones como esas, más ahorita en plena campaña electoral, o no asimila las experiencias, ha declarado, como si eso sólo bastase, que la empresa siga abierta y ordena la tomen los trabajadores.
Lo demás como lo que ya dije, salvo algunas especificaciones, lo sabemos por adelantado, pues es como “en periódico de ayer”.
Hoy mismo, la gerencia de Kellogs, emite un comunicado donde acusa al gobierno de haber tomado sus instalaciones, algo así como si la hubiesen expropiado y lo hace responsables de las cosas que pudieran suceder. Pero no hace mención alguna a la denuncia de los trabajadores de cómo intempestivamente cerraron, les despidieron sin aviso, tanto como que pagaron sus prestaciones de una sola vez. Pero el gobierno se apresuró en hacer algo que ha hecho antes, lo que permitió a Kellogs montar un espectáculo y hasta amenazar, como en efecto hizo en su comunicado, quién sabe con qué fines. Es más, se excusa de posibles daños al ambiente y los alrededores, sin motivo alguno, porque la responsabilidad del gobierno ya está admitida, como para darle cierto aire de drama al sainete.
Imaginamos, ya que los trabajadores dijeron que la empresa fue cerrada de manera inesperada, que en los almacenes dejaron materia prima como para producir por unos cuantos días y la maquinaria está operativa, que hoy mismo arrancaron. Pero como dice un amigo, una empresa no es sólo el galpón, la maquinaria, sino además, entre otras cosas, una línea de distribución y que incluye créditos y débitos, imagina uno que de inmediato su producción se le asignará a los Clap y el gobierno se encargará, así como asigna bonos y hace con Sidor, y otras tantas empresas estatizadas, de pagar la nómina. Seguirán por un tiempo produciendo mientras en los almacenes haya cómo y las máquinas funcionen. Mientras tanto, por unas semanas, estén produciendo o no, el gobierno hasta se excederá siendo puntual depositando los salarios. Y la producción, hasta cuando se pueda, se la llevarán a los Clap, de los cual muy pocos nacionales ven, aunque admito que si hay, muy pocos quienes tienen esa suerte. Mientras quienes quedan manejando Kellogs “socialista”, producen por corto tiempo con lo que dejaron sus dueños escapados y ahora mártires, recibirán sus salarios y despacharán a los Clap su producción, no habrá quién por esta pague. Hasta quedarse sin como reponer el inventario y hacer el debido mantenimiento. Ese cuento o pequeño drama se lo saben los tanto que han vivido el mismo sueño.
En esas circunstancias y otras inherentes al negocio y la intríngulis del proceso productivo, como de dónde se obtienen las materias primas, lo que forma parte del negocio, que el gobierno a veces ignora, no sé bien por qué, llegará el momento en que ella se vuelva a parar y esta vez no habrá manera justificada para culpar a sus originales o iniciales dueños. Quizás, más temprano que tarde para evitarse mayores complicaciones, pues ya son demasiadas las que existen, el gobierno pague a los dueños de la Kellogs el valor de sus instalaciones que para ese entonces ya estarán inservibles o demasiados deterioradas por falta de uso.
Entonces, Kellogs, la que fue de los mexicanos, como ya ha sucedido con una demasiada larga lista de empresas, tanta como para haber enseñado no seguir cayendo en lo mismo, se convertirá en un fantasma. Ella, la empresa, pero con unos obreros adentro del galpón, que seguirán cobrando salario. Sólo que cada día la cosa se hace más difícil, sobre todo si revisamos el drama que vivimos alrededor de la industria petrolera que es todavía la que nos proporciona un hálito de vida. Pero además el gobierno se seguirá rallando y aumentando la fama de expropiador sin motivo, mala paga y de un proceder diabólicamente, que entre sus mohosos contrarios, para no llamarles de mala fe, se le califica de “comunismo”.
No se crea que ante la salida intempestiva, hasta como se dijo en un cintillo de VTV, por exigencias de Trump, a manera de un golpe más en la guerra económica, cosa que no que quedó muy clara, pues debe haber otras razones menos complicadas para el entendimiento, estaríamos por esperar que el gobierno abandone a los trabajadores, sino que opte por una solución distinta a las que hasta ahora ha aplicado, en vista que todas ellas terminan en lo mismo. Como un sainete que se repite y repite, tanto que el público ya no le presta interés aunque la entrada sea de gratis o “socialista” porque se lo sabe de memoria y ya fastidia.
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