Farmatodo: una experiencia religiosa y aterradora

Mi amigo "Chuchito" Montero me pidió que le diera la "cola" a un local de Farmatodo donde iba ha comprar unos medicamentos que le recetaron, para contrarrestar su cuadro viral febril, combinado con una afección gastrointestinal que lo ha mantenido sentado en el baño a cada momento, produciéndole una deshidratación y un aspecto macilento. Al llegar al local, la marquesina que nos recibió estaba más fulgurante y pudimos observar que sus pasillos de estantería se encontraban rebosantes de medicamentos, fórmulas, cosméticos, comida para perros gatos y periquitos, pasapalos, golosinas, helados y bebidas. En fin, como en los "mejores tiempos" de la economía. Daba "gusto" ver la enorme variedad de productos acomodados y acicalados de manera atractiva Y esa imagen esta bien, porque la idea es que en el comercio exista una oferta de productos tanto en calidad como en cantidad y ojala esto generara reales precios concertados de manera "natural" y no producto de la usura, la especulación, el control que genera descontrol o cualquier aberración económica. Pero esta imagen contrasta con la de días anteriores (creo que coincidía con el "famoso" 200% de aumento de sueldos) donde veíamos filas de estantes vacíos en ese mismo local, de la mencionada cadena comercial y estoy completamente seguro que esto pasa y pasó en otras cadenas comerciales. Es decir, hay una "misteriosa" relación directa entre aumento de salarios, aumento de precios y aumento de productos y una desconcertante relación inversa, en que el aumento del salario no compensa el abrupto aumento de precios. Nuestra doméstica y puta economía.

Ya repuestos de la impresionante y deslumbrante exposición de productos, nos dirigimos hacia el área donde expenden los medicamento y mientras Chuchito hacia la fila para que lo atendieran, yo me puse a recorrer los callejones de los armarios repletos y ver que "oferta" se les escapaba a la chica que iba con la ominosa maquina de etiquetas, que iba desalojando y reponiendo productos para "actualizar" los precios. Este aumento se hace a la velocidad de la luz, de las maquinitas que "leen" el código de barras y si tardas un ratico en la cola, puede que cambie el precio de un producto literalmente, mientras espera que lo atiendan.

Soy de la misma "creencia" del español Luis Buñuel quien dijo "Soy ateo, gracias a Dios" y del uruguayo Mario Benedetti cuando comentó "No sé si Dios existe, pero si existe, sé que no le va a molestar mi duda". Es por eso que mis experiencias religiosas son muy terrenales…por si las dudas. Pero lo de ayer movió mi fibra agnóstica y anticlerical, dando pasó a dudas sobre la verdadera existencia divina, ya que al realizar mi recorrido pude escuchar más alabanzas al Altísimo que en cualquier congregación o culto cristiano y más maldiciones dobles y triples que en cualquier conjuro del averno. Esto lo observé al pararme al lado de las personas, para ver sus expresiones y oír sus impresiones:

  • Una señora le dice a su hija que le vea el precio a un champú y la joven al tomar el producto le expresa a su madre entre cariñosa y sorprendida: "Mami, vale once millones y medio". La señora boquiabierta se santiguó y exclamo: "Dios mío, donde va ha parar esto"
  • Una pareja de muy jóvenes toma un jabón muy famoso que tenía tiempo que no aparecía y al colocar el envase en el lector de precios, el muchacho empezó a contar los ceros de la cifra que apareció en la pantalla y profirió: "Remaldición, hasta cuando suben los precios."
  • Una señora con un caballero de edad madura tomó un envase de tintura para pintar el cabello y al ver el precio de varios millones, soltó una "bendición mezclada": "Coño, Dios santo, no joda, no puedo pintarme las canas. Virgencita que carajo vamos hacer" y el marido le contesta: "Ve mija, un poco de carbón molío con aceite o te pasaís un marcador negro de esos que no se borran nunca"
  • Un par de chamos que buscaban entre los desodorantes, los talcos alcanforados y los preservativos, al ver como los precios de estos productos aumentaron con desafuero en un abrir y cerrar de ojos, manifestaron: "Váyase pa´ la verga, estos trimarditos (maldición triple) se pasaron."

Y así seguí, caminando entre lamentos, bendiciones y maldiciones. Recorrí cada espacio mientras esperaba a mi amigo, tomando productos y mirando sus precios. No me asombraban, me parecían asombrosos. En este ir y venir, me di cuenta que me seguía un empleado de la tienda en mi recorrido, al que le llame su atención porque agarraba productos, los miraba y me metía las manos al bolsillo (una vieja costumbre un tanto sospechosa, pero honesta). Debo aclarar que lo único que metía en el bolsillo eran las manos, los productos los colocaba en su sitio. En un momento advertí un brillo en la parte superior de un armario y con curiosidad me acerqué para ver que generaba ese destello. Eran dos "laticas" de crema negra para limpiar calzado, producto muy requerido para rejuvenecer nuestros ajados zapatos, como especie de botox para poner "bonito" el cuero viejo. Los envases no tenían precio y coloqué el recipiente en el "antipático lector de sobreprecios" y mi desgastada vista no atinaba contar los ceros de la cifra. En eso, oí una voz que me decía: "son ciento cincuenta y tres mil bolívares" y busque el origen de la voz y era el empleado que tenía como escolta que me aclaró la duda. No se si esto fue una señal de lo mas cercano que he estado a una experiencia religiosa, pero logré las dos últimas latas de crema para zapatos a precios fuera de este mundo (mejor dicho, fuera de Venezuela para no ir tan lejos) de una manera inexplicable.

Busqué a Chuchito que estaba apunto de ser atendido y le di los dos envases para que me los cancelaran y al corresponderle su turno de atención, el diligente empleado le dice: "Son tantos millones por los tres productos". Mi asombrado compañero se queda impávido y con un rictus dice: "Cóbrese estas cremas de zapato y me da un sobre de bicarbonato." Al salir Chuchito me apremió para que saliéramos corriendo al tiempo que me decía: "Vámonos rápido, esos precios me aflojaron el estomago. Esto me lo curo con bicarbonato, limón y un suero de agua de zanahoria con arroz dorado. Esta verga se la llevó el diablo."

Ya cae la noche y aun el pueblo espera un místico amanecer económico sin carestía o la venida de los mesiánicos cincuenta precios concertados que no terminan de llegar. Estos son misterios que la ciencia no ha podido despejar. Mientras tanto, habrá que creer en algo… ¿En que?

Ingeniero Carlos J. Contreras C.

cajucont@gmail.com

 

 



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Carlos Contreras


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