María Rosario Contreras, la Primera Combatiente en tiempos de autocracia

Esta inmensa mujer ha mostrado su enjundia virtuosa en estos tiempos de autocracia gubernamental. Se ha levantado, junto a su gremio de las enfermeras del país, contra la peste armada verdiroja, ese emplasto que mientan la unión cívico-militar, y metido una esquirla en el sistema de poder hoy impuesto en la realidad política venezolana. Sus atrevidas acciones han servido, en primer lugar, para demostrar que si se puede luchar con posibilidades de victoria contra este régimen autocrático, y, en segundo lugar, para insuflar ánimos a otros gremios y sindicatos del país, hasta ayer temerosos e indispuestos. Gracias al ejemplo de María y sus enfermeras, estos han retomado las justas y necesarias protestas reivindicativas de los derechos de sus asociados. El miedo está quedando atrás. En estos momentos, en cualquier lugar de la geografía nacional se desarrolla una protesta popular. Es que la tragedia nacional es demasiado aplastante y afecta a la mayoría del país. Empresarios, productores del campo, comerciantes, campesinos, trabajadores fabriles, empleados públicos, profesores, amas de casa, estudiantes, profesionales, niños, ancianos, todos padecemos las consecuencias de la calamitosa gestión gubernamental de Maduro y sus conmilitones. Hay demasiado sufrimiento en nuestro país.

María Rosario Contreras, mujer humilde, profesional de la enfermería, una profesión hoy despreciada por estos malignos integrantes del gobierno nacional, en especial el ocupante de la silla de Miraflores, lleva más de un mes liderando la lucha de las enfermeras de nuestro país por conseguir un sueldo suficiente como para satisfacer sus necesidades alimenticias. Pero este gobierno de los que se dicen “socialistas, marxistas, leninistas, fidelistas, guevaristas, trokistas, maoístas, estalinistas”, es decir, de los revolucionarios más intrépidos del mundo, los más comecandelas, mete la cabeza en la arena, se hace el desentendido, mira para otro lado, humillan a las humildes servidoras, las amenazan y reprimen, y juegan a su desgaste sin responderles nada. Su indiferencia es la indiferencia, por un lado, de los misóginos que por tal razón desprecian a las féminas trabajadoras de los hospitales, y, por otro lado, de los cobardes, pues a sabiendas que tal protesta no está respaldada por ninguna pistola, fusil o cañón, por cuya razón no tiene capacidad para derrocarlo, no responde a satisfacción. Quienes sí lo pueden hacer son los militares, hombres en su mayoría, y por tal razón este mismo gobierno muestra con estos toda su complacencia, satisface todos sus petitorios y caprichos, les otorga todo lo que piden: los mejores salarios de la administración pública, los cargos de más alta responsabilidad, las gerencias en las empresas del Estado, las gobernaciones de Estado, ministerios, viceministerios, consulados, y embajadas, presidencias de institutos autónomos, dirección de hospitales, rectorados universitarios. Allí donde hay dinero en abundancia está un general, un coronel, un almirante manejando el botín. Mientras tanto, respecto a las enfermeras y todos los demás sectores sociales del país, cuya protesta no ponga en aprietos a la autocracia madurista, la indiferencia gubernamental es total; que se mueran de hambre o por falta de medicinas, que sobrevivan con su pírrico salario, que protesten, que hagan huelga, que sufran. Total, lo importante para esta nueva casta política es mantener el control de la renta petrolera, el manantial que llena las alforjas suyas, de sus familiares, amigos y allegados, así como del sempiterno privilegiado estamento militar.

Pero ahí está, contra todo pronóstico, la portentosa María Rosario Contreras, enhiesta, digna, peleando a favor del maltratado gremio de las enfermeras. Ella, como otra mujer cualquiera, sufre hoy día los crueles padecimientos que ha generado en el seno de las mayorías venezolanas el más dañino gobierno que hayamos tenido en casi cien años de historia republicana. María representa en estos momentos a la mujer venezolana, a la mujer digna, la mujer del pueblo, la que levanta a su familia con sacrificios y esfuerzos, la que no se amilana ante los atropellos que a diario sufrimos los habitantes de este país, la que empuja hacia adelante en medio de este piélago de dificultades, la que no se envilece tras la búsqueda de un Carnet de la Patria ni de una caja CLAP, la que se mantiene incólume ante las presiones y amenazas del SEBIN, la policía política del régimen, los chácharos de Maduro. María Rosario Contreras, una mujer plena de virtudes, de las que carecen la mayoría de los ministros y ministras, constituyentistas, y miembros de la cúpula gubernamental.

El lado bueno de esta tragedia nacional es que ha servido para catapultar en nuestro país una ejemplar heroína, una combatiente de estirpe aguerrida. En apenas semanas de lucha, ella ha conquistado un puesto sobresaliente en el escenario político venezolano, sin la ayuda de muletas partidistas, abriéndose paso contra todas las instancias del poder del Estado, esas que hoy se postran vilmente ante el inquilino de Miraflores. Acompañemos entonces a María en esta ejemplar jornada de luchas contra la autocracia neogomecista que hoy nos malgobierna. Acompañemosla hasta que su gremio de mujeres del pueblo le tuerza el brazo al tirano y a sus conmilitones. Gracias María por reanimar nuestras ganas de vivir en medio del calvario venezolano. Gracias por renovar nuestras esperanzas de justicia. Tu lugar en la historia nacional ya lo has conquistado. Es María Rosario Contreras la Primera Combatiente venezolana de verdad.



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Sigfrido Lanz Delgado


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