El presidente Maduro, o el "presidente obrero", había venido siendo insistente y en paralelo con él sus publicistas, en resaltar lo de los aumentos salariales. Hacían gala de, cómo cada cierto tiempo, ajustaba los salarios intentando proteger a los trabajadores. Nosotros, en varias oportunidades, llegamos resaltar como negativo que el gobierno, desde los tiempos de Chávez, había optado por arrebatarles esa iniciativa, responsabilidad, obligación y hasta derecho a la dirigencia sindical y en última instancia a los trabajadores mismos, la que debía ser promovida mediante los contratos de trabajo. Nunca como ahora y ante este caso uno pudiera decir aquello de los caballos corriendo detrás de las carretas o los venados tras los perros.
El Estado es un ente en sociedades como la nuestra que por mucho esfuerzo y buena fe que pongan quienes lo manejan, siempre atenderá dictados de la vieja cultura, preceptos económicos, disposiciones legales, privilegio del capital y fundamentos estructurales sobre los cuales se asienta. Más si tomamos en cuenta que él mismo es patrón y propietario de buena parte del capital. Siendo así, es un contrasentido tenga la facultad de determinar cuánto debe ser el salario de un trabajador y cuándo la oportunidad de ajustarlo; sería eso como "amarrar al perro con chorizos" o "poner a zamuro cuidar carne". Pero además de eso, siendo la lucha por el salario una bujía importante en la luchas por el cambio y transformación de las relaciones sociales en sentido global, dejar eso en manos del patrón no sólo rebaja las luchas sino que condena a los trabajadores a la conformidad y adormecimiento y lo que es peor, pudiera llevarles a creer que todo aumento es como un regalo o ayuda producto de la generosidad de quien lo otorga. Y de allí al sometimiento no hay mucho trecho.
De donde uno concluye que haber asumidos esa actitud conformista, haberle admitido al Estado ese derecho, constituyó "una irresponsabilidad e inconsecuencia", por decirlo de manera discreta, de la dirigencia sindical de todas las tendencias, sean partidarios o no del gobierno. Y quienes este integran, sobre todo teniéndose a sí mismos como revolucionarios, cometieron un garrafal error que afecta sensiblemente a los trabajadores y al proceso de cambio que ellos mismos creen conducir. Este error ha llevado al gobierno de Maduro, al margen de las razones que ellos pudieran alegar, a negar valor y contenidos a las luchas por los contratos de trabajo, a estos mismos y asignarle a un funcionario del Estado, por intermedio de la ONAPRE, la facultad de decidir cuánto debe ganar cada trabajador. Hacer eso y pensarse revolucionario, solidario con los intereses de la clase obrera es un absoluto contrasentido. Eso está más cerca del neoliberalismo, tomando en cuenta que vivimos en una sociedad capitalista y no la que ellos se inventan.
Por eso enorme poder y responsabilidad que se puso en mano de Maduro, ha podido disponer cuándo, cuánto aumentar -mandar al cipote los contratos- y hasta no aumentar si lo cree conveniente. Y debo repetir que eso es culpa en modo superlativo de la dirigencia sindical de Venezuela, oficialistas y opositores.
De esa manera, en sus proyectos o planes económicos y el cómo enfrentar la crisis desatada, ha venido utilizando ese derecho que le otorgaron y, él con gusto, como herencia, asumió para sí. En esto tuvo unos asesores, que no deben ser los mismos de ahora porque hay contradicción, que le elaboraron el año pasado el pomposamente llamado "Plan de Recuperación y Bienestar Económico", armado entre dos ejes. Aumentos periódicos de salarios y "los Precios Acordados". Como se observa era un plan concebido por y para la ejecución del gobierno, nadie más contaba. Y lo describió diciendo que habría aumentos periódicos, mientras a través del mecanismo de "precios Acordados", se buscaba el justo equilibrio. Eso le dijeron los ¨técnicos", al mismo tiempo que fijó el salario mínimo en medio petro. La historia es conocida. El petro está en el orden, según las cifras oficiales, de más de un millón de bolívares y el salario mínimo hasta hace poco en apenas 40 mil que ahora se ha llevado a 150, lo que muestras que en ambos casos Maduro dejó de cumplir su "promesa" o decisión de proteger el salario.
Maduro pues rompió radicalmente con aquel plan que fue un rotundo fracaso, en primer término porque él y sus técnicos no abordan la situación en toda su complejidad, que va más allá de sus decisiones y caprichos, tanto que envuelve a demasiados factores de la sociedad venezolana. Y por esto último optó por entregarse en brazos de los monetaristas, quienes creen que sólo es asunto de recoger la masa monetaria, como que la gente no tenga para comprar mucho – un cuento tenebroso como aquellos de José Rafael Pocaterra- que se fundamenta en un embuste, para por eso los precios caigan. Una explicación de la coyuntura económica tan estrecha como la anterior.
Pero Maduro está aferrado a ellos, los monetaristas, como quien ahogándose en medio del océano se aferra a la primera tabla que pase, pes este esté invadida por ratones.
Mucho antes que Maduro hablase hace como un mes, de nuevas medidas económicas para "proteger el salario" y hasta ofreció traer de nuevo a El Aissami a lo de los "Precios Acordados", cosas de las cuales no ha vuelto a hablar hasta ahora, Torrealba y Willy Rangel, "reclamaron" que el salario se ajustase al valor del petro. Pero a eso lo siguió un denso silencio oficial. Sólo los trabajadores de todos los ámbitos del Estado comenzaron a manifestar su descontento porque el hambre ya era demasiada.
De repente, mientras el descontento crecía y crece, Torrealba sorprende a medio mundo haciendo alusión a una gaceta que habla de un aumento del salario mínimo en 150 mil bolívares que apenas es un 30 % de lo que debería ser en comparación con el valor del petro y la cesta básica mucho más lejos todavía.
A todas estas, un hablador infatigable como Maduro calla. Alguien que se ufana de los aumentos salariales y de proteger el salario se pierde la oportunidad de echar de su pecho maravilla con esta nueva decisión. ¿Por qué?
Algunos han interpretado que tiene pena o temor de salir a defender lo que está por debajo de lo que él mismo ofreció, un salario mínimo de medio petro, lo que pudiera significar más o menos 550 mil bolívares.
Pero creo hay algo más. Pudiera ser que en el gobierno hay una ruptura. Es evidente la inconformidad en la base y ella necesariamente repercute a arriba. Son demasiado crueles y dolorosas las cornadas que da el hambre. Economistas del chavismo, que no es solo Pascualina Curcio, han denunciado como negativas, contrarias a los intereses del pueblo y de los trabajadores, las tesis de los monetaristas, partidarios de contener el salario. Esa presión le está llegando a Maduro y toma cuerpo dentro de la militancia y dirigencia del PSUV porque viene del fondo de las bases nacionales. Por este estado de cosas, quizás Maduro se vio obligado a tomar de manera clandestina una medida que por no compartirla, pues sigue atado a los monetaristas, no se sintió ganado a explicarla y menos a defenderla. Queda una duda que se despejará muy pronto, ¿qué orden impartiría a la ONAPRE en cuanto a la aplicación de las tablas salariales?
Mientras tanto, por primera vez en 20 años, una consigna comienza a unir a los venezolanos y esta es la defensa del salario y eso podría llevarse por delante a más de un político que no se avispe.