La decadencia en el pensar de factores ligados al gobierno no tiene medida. Asombra como se desciende en ese empeño de privilegiar los intereses de quienes gobiernan y sus más cercanos adherentes, por encima de las luchas de los trabajadores y la necesidad de potenciar las fuerzas antiimperialistas, por el cambio y la justicia.
La falta de creatividad, ingenio para remontarse por encima de la crisis y la adversidad, lleva a estos originales revolucionarios a arriar banderas, poner los principios en los viejos baúles que por allí hallen, porque según ellos estos principios carecen de valor y no les dan respuestas, como si los ellos sirviesen para sustituir el cerebro, las emociones y hasta las vísceras.
Por eso camino y razonar, terminan sin percatarse, siendo nosotros, quienes ahora hablamos, equilibrados y los generosos que deberíamos serlo, conciliando con el enemigo y viendo a los suyos como malográndolos y por eso, para ser justos con el patrón y de todos quienes se apropian con avaricia del beneficio, debemos "dejar el temita de los salarios" y ajustarnos a la "real politikit" y esta pareciera ser que "si siguen con esa reclamadera y nosotros desde el gobierno damos muestras de querer ponernos de su lado, podrían quitarnos no sólo el piso, sino hasta cortarnos las patas."
Por las redes comienza a orquestarse una campaña que califica de "temita" el asunto relativo al salario. Ya consiguieron que Pascualina Curcio, por lo menos, cambiase el rumbo y tenacidad del ritmo que traía, ni tanto ni con dos pelucas. Tal es la minimización y hasta, contradictoriamente, peligro que se le asigna, asocia o acompaña a la prédica, según la cual, los aumentos de salarios serían la causa de la inflación. Llaman los adherentes de esa concepción y prédica, a quienes se ha unido el diputado (AN-ANC) y posible candidato a la nueva AN, Alvaro Aranguibel, dejar el "temita" de reclamar por salarios justos, pues eso sería incentivar la inflación; ni más ni menos, lo que plantean los monetaristas como Jesús Farías. ¡Quiéren como "incendiar la pradera"! Pareciera que se hubiesen vueltos locos y en lugar de estar atentos ante el verdadero enemigo, se ocupan de eso pedestre, minúsculo asunto de reclamar salarios para comer, como si esto fuese lo importante en la vida. Esa vaina según la cual, "lo primero es el comer", fueron inventos, desviacioes del Quijote, Berthold Brecht, García Lorca y hasta del poeta margariteño casi desconocido, Luis Castro, quien dijo, quizás sobándose la barriga, "ya comí, la moral está en el techo".
Entonces según ellos, la lucha por el salario, lejos de ser una bujía que potencia las energías por el cambio, une voluntades generosas, se convierte en un arma contra el progreso, la tranquilidad y hasta estabilidad, porque esto, estabilidad dentro del marco existente, es lo que demanda la aspiración revolucionaria y no el "temita". ¿Quién quiere que esto cambie? ¡Qué lo diga, alce la mano y se descubra como enemigo del bienestar colectivo!
Entonces, la aspiración de los trabajadores para que se retribuya su trabajo, esfuerzo, participación en el proceso productivo de manera justa o por lo menos para que pueda comer, es causa de inflación y motivo para incomodar al gobierno que se "esmera" para que nuestra vida sea placentera en el futuro o en el cielo, mientras ahora y aquí en la tierra, un sector vive placenteramente y acumula de manera desmedida. Y es que los revolucionarios estos, soñadores al fin, claman por nuestro bien allá en el más alla, cuando Caronte, a cada uno de nosotros nos reciba y encuentre acomodo en su fúnebre lancha.
Es mentira, hasta de los trabajadores mismos, que a la largo de estos meses que no han recibido ningún aumento de salario la inflación se haya incrementado; según la prédica de los monetaristas y de quienes llaman a "dejar el temita de los salarios", esta ha sido contenida por los expertos del gobierno y este mismo, no habiendo entonces razones para que la avaricia de los trabajadores se desate, ponga en peligro la posibilidad que los diputados revolucionarios, como Alvaro Aranguibel, pudieran volver a la cámara. Es para ellos demasiado evidente que los trabajadores y el pueblo todo, al contrario de cuando Maduro inició aquel programa que nos salvaría, llamado de "Bienestrar Económico", fijando el salario en medio petro, lo que sería ahora 11 millones de Bolívares, hoy gozan de un bienestar inigualable y un status difícil de igualar. Hoy o mañana, los pensionados del IVSS recibirán su asignación, equivalente a 1 dólar, que los hace privilegiados, pues eso no tiene parangón en el mundo y quien diga lo contrario miente y no se sujeta a la "real politikit".
Según esos revolucionarios, los trabajadores deberían contener su gula, avaricia, comer con la normalidad del caso, la generosidad y equilibrio, hasta ético, de los salarios que reciben y disponerse a votar con obediencia por "sus candidatos", quienes logrado su objetivo, tal como lo hicieron los de la ANC, se dedicarían a dar la gran batalla para que los niveles de vida de los trabajadores venezolanos, que son "dignos de observación en el planeta, se mantengan y hasta desciendan, hasta llegar al límite de la justicia, para que los empresarios no sigan empobreciéndose y los del gobierno puedan recibir lo suyo con certeza, pero eso sí, pasito a pasito, cada vez que empresarios y corruptos bajen las banderas y por los ratos que abajo las mantengan.
No es que estamos imitando al FMI, por el contrario, le hemos arrebatado sus banderas y desplazado de puesto para ponernos al frente de la lucha por la justicia y el equilibrio y en eso, lograr que los trabajadores - ¡¡Uníos!! - "dejen el temita y la reclamadera". Pues eso lo que trae es desajuste, discordia e inestabilidad.
Por eso, ellos, los revolucionarios de ahora, descubridores que la lucha por el salario es causa de inflación e injusticia, cambiarán la vieja consigna de los explotados del mundo por la de "Trabajadores, desuníos, callaos que siendo humildes y sujetos a los designios de Dios, alcanzarán la gloria del Paraíso Socialista". Eso sí, que quede claro, por si acaso, después que voten y mueran fieles y conformes a su salario. Caronte les espera en su barca bien surtida de gasolina; el viaje es gratis pero no hay comida, glotones.