Uno de los asuntos del cual más se habla en estos tiempos tenebrosos de la vida venezolana, es sobre el salario. Pese hay quienes eso no le agrade y quien lo haga es para ellos como, "como quien nombra la soga en casa del ahorcado". Y es así, porque da terror como la inflación devora los ingresos de los trabajadores bajo dependencia de un patrón, quienes son una buena parte de los consumidores que, en ese combate desigual, no tiene como defenderse.
En medio de esta tragedia, el Estado populista y neoliberal, porque sin duda lo es en todos los sentidos, intenta distraer la natural ira que emerge del alma de los trabajadores dependientes, otorgándoles bonos, en cantidades insignificantes. Una manera, de paso, muy bien pensada, para dejar entre aquellos, la falsa idea de su generosidad y preocupación por sus intereses y dolores. Siendo, en verdad, un proceder para adormecer la natural intranquilidad, vender una imagen de bondadoso que envuelve una doble trampa a la vez, aparte de lo que ya dijimos.
Lo primero es que, a través de los bonos, paga a los trabajadores del sector privado, lo que el patrón debería pagar y, además, le produce a este un ahorro y deja, o quiere dejar en los primeros, también la idea de su bondad, por lo que igual que los del sector público, los de éste, están obligados a guardar fervor y hasta lealtad al Estado y quienes lo manejan. Eso quiere decir, en el caso del modelo venezolano, "voten por nosotros. Para eso les damos".
Lo segundo, es que tanto el Estado como el sector privado, sin previo acuerdo, coinciden en practicar la más grande estafa que pueda concebirse, disfrazada de bondad y amor al prójimo. Es la vieja idea de reducir al mínimo viejas conquistas de los trabajadores. Lo mismo que hizo Teodoro Petkof que le valió el rechazo de muchos de quienes ahora gobiernan.
Los bonos, como bien sabe todo el mundo, igual que el salario, es dinero que entra en el torrente circulatorio de la economía y demanda mercancía, con lo que, atendiendo las lecciones de los monetaristas, producirían inflación. Pero ellos y, en esto está la trampa para cumplir con una vieja demanda del capital y los empresarios, no se incorporan a vacaciones, aguinaldos y prestaciones sociales. Y de esta manera, el patrón, el capital, obtiene un gigantesco beneficio a cambio de esa imagen bondadosa del Estado y quienes gobiernan.
En la disputa entre el capital y el trabajo, que es una por quién se queda con la mayor parte o se hace una equilibrada y justa distribución, han surgido muchas propuestas. Hoy, en Venezuela, en esta gigantesca estafa, destinada según sus creadores a cambiar de gobierno o cambiarle la conducta a este, lo que ya casi han logrado, se ha impuesto en los trabajadores y dentro de estos lo que llamaría su vanguardia, la idea de la indexación, casi como única alternativa.
Pascualina Curcio y Tony Boza, aparecen como figuras que lideran esta propuesta, lo que les ha generado digamos, para no pecar de escandalosos, serios enfrentamientos y distanciamientos con el sector oficialista que, con el mundo del capital, sostienen que las medidas como esas sólo sirven para estimular la inflación, bajar el consumo y, en consecuencia, desestimular la productividad. Una forma esta de mirar el mundo al revés, pues los anti monetaristas plantean el asunto, y en muy buena lógica, exactamente, al contrario.
En esta confrontación y por lo que plantean, los personajes antes nombrados, contrarios al monetarismo y por la indexación, además de María Alejandra Díaz, se han vuelto referentes importantes en la defensa de los trabajadores, en lo que al salario respecta, de lo que de muy poca gente se ocupa. Y sin duda, eso es bastante.
Es decir, el capital, los empresarios y el gobierno, o los monetaristas y los opuestos a ellos en ese asunto del salario, discuten o discrepan acerca del viejo dilema del "huevo y la gallina". Mientras tanto, huevos, pollos y gallinas se vuelven inalcanzables, vuelan sin parar, aunque el salario se quede estancado, pegado al suelo. Pero también, como de contrabando, desaparece el servicio de salud, se deterioran los servicios todos, el sistema educativo, la recreación y hasta estamos a punto de empezar a comernos nuestros muertos porque es impagable cremarles o enterrarles.
En la década del 70 del siglo pasado, tiempos de la IV República, en buena parte del universo de los trabajadores venezolanos, se planteó, tomado de las luchas de la clase en otros espacios, la idea de la "escala móvil de salario". Según, previo una ley o la contratación que termina siendo ley, aquello, el salario, diariamente, con ajustes periódicos, se movería según el costo de la canasta básica. Fue una idea bastante discutida, tanto que todavía, en los inicios de la década del 90, uno que otro de los tantos grupos o "partidos" de la izquierda la enarbolaban.
Pero ella no se impuso entre los trabajadores ni se hizo gestión alguna, a través de los órganos legislativos ni en las contrataciones, para establecer esa norma o proceder. En los espacios donde participe en las discusiones de ese tema, tempranamente se abandonó. Contra la escala móvil de salario se argumentó que sería esa una manera de dejar absolutamente en manos del proceder burocrático, de los acontecimientos y de los aparatos propios de la clase dominante, la decisión de un asunto de interés vital, determinante en la vida de los trabajadores y un arma en el combate por el cambio social. Con ella, se le daría un tiro en el corazón a los contratos de trabajo y a la fuerza vital del movimiento obrero y sus organizaciones de lucha.
La indexación, sin abordar el tema específico sobre qué indexar, que luce como muy especializado y en consecuencia propio de los economistas, parece a simple vista una nueva versión de la "escala móvil de salario". Por ella, los trabajadores no tendrían que luchar por sus conquistas salariales, menos por los contratos y todo lo que estos suelen abordar, siendo esas movilizaciones, discusiones, búsqueda de acuerdos, propuestas y contrapropuestas, el fuego que enciende las bujías, para detrás empatar otras por el cambio, sino dejar que las cifras relativas al elemento o la referencia que se toma para indexar, decidan los asuntos de la clase y el modelo. Y, el trabajador, sólo se dedique a revisar los índices de inflación y los aumentos salariales, como ahora a visitar la Plataforma Patria para cerciorarse si le llegó el bono.
Pareciera que así, la clase estuviese admitiendo que todo está bien como está, no hay motivos para cambios más sustanciales y necesarios, sino sólo importa que los hechos, las cifras, se encarguen de "emparejar todo" o lo que es lo mismo, que el patrón termine imponiendo su voluntad.
No hay duda, ante lo que en Venezuela acontece, donde hay mucho de lo que hemos dado en llamar guerra económica, el bloqueo o intento de someter a los venezolanos todos a la voluntad del capital estadounidense, dado la intensidad de la competencia entre las potencias mundiales por dominar el mundo, se demanda en favor de los trabajadores ya, en lo inmediato, una medida, aunque sea salomónica, que proteja el salario de verdad. Y, en ese estado de angustia, indefensión, emergencia, porque el ataque es a diario, como que caen constantemente bombas desde el cielo, ha surgido lo de la indexación o lo que he llamado una nueva versión de la "escala móvil", algo como "el mismo musiú, con diferente cachimbo", que pudiera ser, es cosa de analizarlo a fondo, una alternativa, estratégicamente del gusto o preferencia de las clases dominantes, pues los contratos, no sólo se pudieran volver cada día más exigentes, más allá del salario, sino que tienen detrás la fuerza y la disposición de los trabajadores a apoyarles hasta el límite de su capacidad que es infinita.
No podemos dejar se nos "bajee", con la existencia de un estado de cosas en Venezuela donde no hay explotación ni apropiación indebida del valor agregado, sino un estado de igualdad y distribución equitativa.
Dejo esto hasta aquí, no tengo respuesta al dilema, sólo quiero contribuir con esto a despertar, abrir una discusión, porque más allá de esta coyuntura, está el futuro. Por supuesto, dejo constancia para no despertar malos entendidos y darle rienda suelta a quienes pudieran creer que un calificativo o condena cierra este asunto que, en principio, por ahora, dadas las circunstancias, sumo mi parecer a quienes hablan de indexar de la mejor manera en beneficio de los trabajadores. Pero hasta allí no llega el debate. No sólo por salario luchan los trabajadores, pues eso sería meterles en un círculo vicioso. Y…. es verdad "no sólo de pan vive el hombre".