La emergencia sanitaria que se vive estos días por la epidemia de influenza tiene importantes repercusiones políticas y sociales, además de las consecuencias en la salud públicas, que requieren ser explicadas en medio de la confusión y desconfianza que generan las contradictorias versiones gubernamentales. Se requiere también abrir paso a la información científica, a la verdad y a la crítica política.
Una epidemia prevenible
El 24 de abril de 2009, hace escasamente 8 días, el Secretario de Salud, José Ángel Córdoba Villalobos, y el espurio Felipe Calderón, declararon emergencia sanitaria por una epidemia de influenza porcina que ha cobrado ya muchas vidas y se extiende por varios estados de la República Mexicana. Esta declaración, hay que decirlo, ha sido tardía y la serie de medidas que se han implantado, aun cuando apuntan en el sentido correcto, son limitadas y se acompañan de amenazas a libertades democráticas (como la posibilidad de allanamientos en hogares en los cuales se sospeche que hay enfermos de influenza) y se orientan en el sentido de una visión autoritaria y prepotente tanto a nivel político como del propio sistema de salud. Este último ha mostrado, como el gobierno ante situaciones de desastre, su incapacidad para dar respuesta a situaciones críticas que demandan respuestas amplias y eficaces (sismos del 85 e inundaciones o huracanes que han azotado el territorio nacional: Cancún, Tabasco, Chiapas, Sinaloa).
La epidemia actual de influenza porcina estuvo precedida de múltiples advertencias de expertos y pobladores de localidades en las cuales están emplazados grandes complejos de producción cárnica de cerdo y de aves, particularmente La Gloria, en el estado de Veracruz. El gobierno, no obstante, hizo oídos sordos, respondiendo incluso con mano dura y reprimiendo a quienes se atrevieron a levantar sus voces de denuncia, exigiendo tan sólo la realización de verificaciones sanitarias y la aplicación de la norma de producción y vigilancia epidemiológica en granjas de producción avícolas y porcinas.
Pero además, al principio de la epidemia, el gobierno minimizó su importancia, declarando que no había nada de que preocuparse. Un día antes de la declaración de la emergencia sanitaria declaraba que se trataba sólo de casos de influenza estacionaria (otro catarrito como el de la neumonía económica) y ocultó información que entró en contradicción con los datos que hizo públicos la Organización Mundial de la Salud, declarando alerta sanitaria mundial, en el nivel 3 de una pandemia.
Nuevamente, la población ha sido engañada y desconfía de las versiones gubernamentales y sus medidas, pero esto no es gratuito. Paralelamente, también se ha desarrollado una amplia red de acciones y de intercambio de experiencias, que muestran, como sucedió en los sismos de 1985 en la Ciudad de México, el alto grado de solidaridad y compromiso que esta nación y sus habitantes, particularmente los de abajo, son capaces de lograr y desarrollar. Un nuevo mundo se abre paso, solidario, humanista, respetuoso de las diferencias y sumamente creativo, que confronta al mundo de los magnates y gobernantes corruptos. Entre los afectados, en sus barrios, unidades, en la plaza y en sus organizaciones sociales, los trabajadores, las amas de casa, los estudiantes, los profesionales de la salud que se ven cara a cara con el dolor y la necesidad de enfermos, familiares y amigos, se apoyan, comentan, idean respuestas y explicaciones, y se identifican. De estas acciones, de esta experiencia, surge la conciencia de la necesidad del cambio, de la construcción de un nuevo sistema sanitario, de un orden diferente, de otro México, posible y ya necesario, un México que atienda en primer lugar las necesidades de las mayorías, que priorice la vida sobre las ganancias, que atienda a su cultura, sus métodos de organización y que favorezca la iniciativa colectiva para hacer frente a la adversidad y a un mundo donde los de arriba, los grandes empresarios y su gobierno, nos confrontan día a día.
El Partido Revolucionario de los Trabajadores se compromete con esta perspectiva, con las acciones preventivas de contención de la epidemia y el apego al respeto irrestricto de los derechos humanos y las libertades democráticas, que construya un nuevo sistema de salud, que responda eficaz y oportunamente a este reto, y llama a castigar a los responsables de esta respuesta tardía que ha cobrado vidas que pudieron salvarse, y sufrimiento que pudo evitarse. El Secretario de Salud debe ser destituido de su cargo y proceder a una investigación profunda de las causas y medidas de prevención y control que habrán de implantarse, para que ésta, como otras catástrofes sanitarias y “naturales”, dejen de cobrar vidas humanas y causar sufrimiento a miles de personas, como ha sido la norma, sobre todo, en las últimas tres décadas, las de la imposición del modelo neoliberal en México y en el mundo.
Antecedentes
El 4 de abril de 2009, La Jornada publicó un artículo sobre la lucha de la comunidad La Gloria con la foto de un niño en una manifestación sosteniendo una pancarta con un dibujo de un cerdo y la leyenda: “Peligro, Granjas Carrolls” (Andrés Timoteo, “Alerta epidemiológica en Perote por brote de males respiratorios”. La Jornada, 4 de abril de 2009). Esta manifestación fue precedida de una investigación realizada por autoridades de salud locales, que encontraron a finales de 2008 que más del 60 por ciento de la población había cursado con una infección respiratoria atípica de origen desconocido. Desde marzo, de hecho, se habían presentado casos de infección respiratoria atípica en Perote y luego en Jalapa, a los cuales los sistemas de alerta no prestaron la atención necesaria. Según María Montoya, del Centro de Investigación en Sanidad Animal de Barcelona, el tiempo que se tardó en identificar el tipo de gripe pudo ser determinante en los fallecimientos y la evolución de la epidemia (María Sainz, “Por qué sólo están muriendo personas por gripe porcina en México”. El Mundo, 28 de abril de 2009). No fue sino hasta los primeros días de abril que se reconocieron, incluso tardíamente, los primeros casos de influenza porcina. Inicialmente también fueron mal diagnosticados, pues al principio se reconocieron como infecciones respiratoria por virus tipo A:H2N3. Pero la sangre conservada de un niño de 4 años fue nuevamente analizada y se corrigió el diagnóstico serológico. El serotipo infeccioso había sido en realidad del tipo A:H1N1, el responsable de la actual epidemia. Antes incluso de estos hallazgos, se ocultó información sobre brotes de gripe aviar en granjas de producción avícola de la empresa Granjas Bachoco (Piden cerco sanitario ante epidemia, SPI/ElGolfo.Info, 24 de abril de 2009: http://www.elgolfo.info/web/lo-mas-nuevo/37017-piden-cerco-sanitario-ante-epidemia-.html), aunque tal brote se ocultó a la población.
Se sabe ahora que el virus de la influenza porcina cuenta con componentes genómicos humanos, porcinos y aviarios, lo cual hace pensar que hubo transferencia genética del virus entre distintas especies. Esto es más que factible en las condiciones de producción de las grandes empresas cárnicas de cerdo y las granjas avícolas, que se encuentran enclavadas en la zona de Perote, en Veracruz, pero esta advertencia se ha hecho ya en muchos lugares en el mundo. Si este virus es de origen local o importado, es lo de menos, el hecho es que en estas granjas se dan las condiciones de reproducción del virus y de transferencia genética que brindan la oportunidad para el surgimiento de epidemias de este tipo. No obstante las dos llamadas de atención que se dieron en la zona, con la denuncia de los pobladores por la presencia de una afección respiratoria anómala cerca de Granjas Carrol y luego del brote de gripe aviar en las granjas avícolas, el sistema sanitario de alerta epidemiológica no reaccionó sino hasta la diseminación de la enfermedad y la presencia de casos graves de neumonía atípica, con varios muertos, en otras entidades, particularmente la Ciudad de México, que por su densidad poblacional permite la difusión amplia y rápida, ante la falta de medidas de prevención oportunas.
Una reacción tardía de las autoridades
Las primeras declaraciones del Secretario de Salud, en el sentido de que se trataba de influenza estacional y que la evolución de los casos no era de preocupar, retardaron la respuesta ante lo que era ya una emergencia sanitaria. Por si fuera poco, las estadísticas presentadas en México diferían de las que posteriormente dio a conocer la Organización Mundial de la Salud, una vez que se presentaron casos en otros países, particularmente Canadá y Estados Unidos, pero también en el Estado Español, Gran Bretaña y Nueva Zelanda, a los que han seguido otros países. La presencia de estos casos allende las fronteras de México motivaron la declaración del nivel 3 de pandemia en un principio y luego nivel 4 (epidemia internacional en la cual ya hay presencia de casos que no son sólo importados sino que se han dado por contagios locales –caso particularmente de estados Unidos y el Estado Español—y la afectación de países de al menos dos regiones del mundo). Una vez que estalló el conflicto de las cifras, y ante la presión internacional y de la opinión pública nacional, al gobierno mexicano y al Secretario de Salud no le quedó otra que declarar la alerta sanitaria y poner en marcha una serie de medidas tendientes a controlar la diseminación de la enfermedad.
Todo esto pone de manifiesto la preeminencia de las ganancias sobre la vida humana. Las grandes empresas transnacionales y nacionales de producción de carne de cerdo, pollo y huevos, pueden saltarse normas y reglamentos, aún a riesgo de la salud y vida de la población. De nada valen las denuncias y exigencias de quienes siendo afectados reclaman la verificación sanitaria y el diagnóstico oportuno de los males que les aquejan. El sistema sanitario, de vigilancia tanto a nivel veterinario como humano, puede hacerse de la vista gorda para permitir a las empresas respectivas seguir con el negocio. Por eso podemos decir que la presente crisis sanitaria es expresión también de la irracionalidad capitalista y señal de una crisis civilizatoria, como lo muestran los resultados de la producción industrializada de cerdos y aves para la alimentación.
La falta de confianza de la población
Por otra parte, los antecedentes de manipulación de información y fraudes (recuérdese tan sólo la “elección” de Calderón o “el catarrito” de la crisis económica), para no hablar de los fiascos en prevención y control de enfermedades transmisibles en nuestro país (cólera, dengue, tuberculosis y paludismo), hacen que la población desconfíe y rechace las versiones oficiales y dé respuestas autónomas, pues además ha habido contradicciones en las declaraciones y ocultamiento de cifras. Así es como, no obstante la campaña de miedo y la inclusión entre las medidas preventivas de acciones que vulneran los derechos humanos y libertades democráticas (como la posibilidad de allanamiento de hogares que se plantea podrán realizarse en caso de sospecha de enfermedad, para proceder con el diagnóstico y aislamiento), la respuesta de la población ha sido ejemplar, especialmente en la Ciudad de México. Las dudas entre la población al respecto tienen que ver con una explicable, justificable y correcta desconfianza hacia las versiones gubernamentales, especialmente por la experiencia con este gobierno espúrio. La legítima desconfianza hacia el gobierno ha llevado a algunos a pensar que estábamos frente a una invención que obedecía simplemente a fines manipulatorios, aunque se trata de una epidemia real, pero que es enfrentada autoritariamente, buscando fortalecer las medidas policiacas y represivas, manipulando la información para desmovilizar y fomentar una visión de soluciones individualistas y de encierro en las casas familiares.
Una vez reconocida la epidemia y que se declaró la emergencia sanitaria, las medidas de prevención y control han sido acatadas por la población, promoviéndose entre las comunidades y las organizaciones sociales la información y la implantación de las acciones pertinentes. Compromiso y solidaridad han marcado el comportamiento de la Ciudad de México en particular, gestándose una dinámica que apunta a otra forma de organizar la vida cotidiana y la interacción humana, pero esto también ocurre en localidades de menor tamaño. En todo caso, dados los recursos sanitarios con que cuenta el Distrito Federal, e incluso la firme respuesta del gobierno capitalino, las medidas de control han impactado sobre la diseminación, no sin algunos contratiempos y fallas de atención e incluso discriminación en sectores de trabajadores desprotegidos, como los outsourcing de limpieza, seguridad o mantenimiento, que siendo población trabajadora de escasos recursos y sin prestaciones sociales ha tenido que enfrentar las peores condiciones para atenderse en casos de enfermedad. Finalmente el acceso al servicio de salud y la calidad del mismo son diferenciadas según el estrato social de quien enferma.
Al mismo tiempo, como resultado de la campaña que introduce el miedo se produce también una reacción “antichilanga” (contra los habitantes de la Ciudad de México) en algunas zonas del país (un par de automóviles con placas del DF fueron apedreados en el estado de Guerrero, por ejemplo), paralela a las medidas discriminatorias contra los mexicanos en el extranjero. Es ésta una reacción equivocada, con profundas raíces reaccionarias y racistas, que debe hacerse a un lado pues se trata de un fenómeno convirtiéndose en pandemia no atribuible a una ciudad, un país o una raza en particular, sino a la irracionalidad capitalista que pone por delante las ganancias sobre la salud de la población y la responsabilidad e ineficacia de un gobierno, sin legitimidad y opuesto a los intereses de la mayoría del pueblo por su entrega a los intereses de una minoría de capitalistas nacionales y extranjeros, que enfrenta la crisis con más medidas autoritarias, represivas y policiacas.
Tras un primer momento en que la Secretaría de Salud emitía comunicados en que daba cifras de casos confirmados y sospechosos (es decir de aquéllos –los sospechosos—que presentan signos y síntomas compatibles con la influenza y sus complicaciones –neumonía atípica grave--, éstos no han tenido una verificación por exámenes de sangre --inmunoanálisis con serotipificación específica, en la cual se reconoce la presencia del virus en el individuo--, lo cual hace la disparidad de cifras entre enfermos y muertos confirmados y sospechosos), ahora sólo está dando las cifras de confirmados, reduciendo así la impresión del impacto de la epidemia y, de hecho, ocultando información nuevamente. No obstante esto, la proporción de muertos entre los enfermos (tasa de letalidad) ha mostrado un comportamiento diferenciado, tanto a nivel de distintas entidades en nuestro país, como sobre todo a nivel internacional. En México, la tasa de letalidad más baja se da en el Distrito Federal, en tanto que la más alta se presenta en San Luis Potosí, al menos hasta cuando teníamos mayor información; por otra parte, en Estados Unidos y Europa esta misma tasa es mucho menor que en México. Dado que esta epidemia está provocada por un nuevo virus, difícilmente puede pensarse que esta diferencia obedece a cambios en la susceptibilidad de los pobladores de los distintos países o regiones de México, más bien debe pensarse que esta diferencia da cuenta de deficiencias en la calidad de la atención, ya sea por dificultades de accesibilidad (que retrasan la consulta en una institución de salud, acudiendo en fases avanzadas de la enfermedad) o deficiencias en la calidad misma de la atención (ya sea por falta de recursos humanos, diagnósticos o terapéuticos, una vez que se ha atendido: en el DF se han presentado casos de niños –aunque también ha pasado con adultos y no sólo en el DF, pero aquí fluye más rápido la información-- que han sido mal diagnosticados y no son internados a tiempo, cuando vuelven lo hacen en condiciones más graves; dos de ellos, al menos, han muerto).
El modelo neoliberal y sus implicaciones en salud
Si bien ante un brote como éste, en que el agente infeccioso es nuevo en cuanto a su perfil inmunogénico, y habría que producir una nueva vacuna, el gobierno mexicano ha dado pasos desde el gobierno de Salinas de Gortari para impedir una respuesta propia, nacional, ante una emergencia, desmantelando la planta productora de vacunas, que era de propiedad federal. En la década de los años 50´s y 60´s, México contaba con laboratorios que producían la mayor parte de las vacunas que se consumían. Los instituto de Higiene y Virología tenían esta capacidad productiva, pero desde el gobierno de Salinas y luego en el de Ernesto Zedillo está capacidad se desmanteló, fusionando laboratorios y luego creando una paraestatal llamada Laboratorios de Biológicos y Reactivos de México, SA de CV (Birmex). Esta institución produce tan solo dos vacunas de las 12 del esquema básico de vacunación (Thelma Gómez, “México desoyó a la OMS”. El Universal, 30 de abril de 2009).
Los antecedentes, así como el volumen y calidad de la investigación en virología, inmunología, genómica y biología molecular dan cuenta que en México existe la capacidad científica y tecnológica para producir las vacunas requeridas; pero el gobierno ha preferido importarla y beneficiar con ello a laboratorios transnacionales, en una franca política de sumisión tecnológica y científica, que tiene implicaciones sanitarias evidentes. Países como Brasil y Cuba, por el contrario, han invertido para mantener su autosuficiencia en este campo, mostrando con ello que tal dependencia y la condición “tercermundista” obedece más bien a elecciones de política económica y prioridades marcadas por apego a un modelo: el neoliberal.
En estos momentos la producción de una vacuna se hace necesaria, aun cuando esto tome varios meses y no se pueda con ella prevenir el brote actual. Será, no obstante, de suma utilidad para prevenir tanto en otros países como aquí mismo en México futuros brotes y extensión a otros estados, para evitar la repetición de una epidemia. Además, será necesario redoblar esfuerzos y hacer cumplir las normas de verificación y reglamentos de vigilancia sanitaria en la producción de cárnicos (no sólo puercos y aves, por cierto), pues este fenómeno tiende a generalizarse en todo el emporio del agrobusiness, que pone a la sociedad a la cola de las prioridades del mercado, por ejemplo en la producción de caña de azúcar y maíz para la producción de etanol para generar energía eléctrica, y la introducción de transgénicos en un campo afectado por la importación de maíz y otros productos agrícolas en el marco del Tratado de Libre Comercio.
Se vive en este terreno también las consecuencias de estos años de política neoliberal que ha reducido la inversión en investigación científica como parte de un modelo educativo mercantilizado y los diversos procesos de privatización de los servicios de salud y seguridad.
Pero no todo es negativo. Muchas organizaciones de trabajadores han manifestado su apoyo a las medidas de control de la epidemia y de prevención, no sin hacer críticas a los aspectos reprobables del accionar del gobierno y la Secretaría de Salud. Este Primero de Mayo, cuando normalmente miles de trabajadores saldrían a las calles a mostrar su descontento ante las consecuencias nefastas de la crisis económica y la respuesta y orientaciones que el gobierno ha implantado, se ha optado por seguir las medidas preventivas que plantean evitar, en primer lugar, la exposición al contagio con la aglomeración de multitudes, incluso pequeños grupos, posponiendo unos días la movilización o realizando otros actos de protesta, al tiempo que en otras ciudades, como en Cuernavaca, sí se realizó la manifestación en las calles. Las medidas de paro parcial de la actividad económica han provocado reacciones solidarias de diverso tipo entre la población, como para el cuidado de los niños, en la misma casa, al compartir en la pareja o la familia extensa, los vecinos, por turnos, su atención. Los grandes almacenes de autoservicio, por otro lado, se negaron a cerrar sus puertas, aduciendo su rol como abastecedores de víveres, como si no se recordara que cuando anunciaron hace algunos meses su “solidaridad” con las “medidas” del gobierno espurio, bajando o conteniendo los precios de sus mercancías, lo hacían después de haber reetiquetado los productos; dado el temor que infundió la situación en algunos sectores, muchas tiendas departamentales vivieron momentos de grandes aglomeraciones de público que acudieron a hacer “compras de pánico”, contraviniendo así una de las principales medidas de prevención.
Sin duda que las medidas dispuestas tendrán un negativo impacto en la economía, que ya se encontraba maltrecha, pero el efecto será diferenciado para las distintas clases sociales e incluso en sus diferentes estamentos. En tanto los que viven al día tienen repercusiones drásticas sobre su vida cotidiana, otros incluso se han visto beneficiados (nuevamente las tiendas de autoservicio, que hicieron su agosto con las “compras de pánico”, o las empresas productoras de medicamentos, suministros y otros productos usados en la atención de pacientes y en la prevención (cubre bocas, por ejemplo, o soluciones desinfectantes).
Especial atención merecen, por otra parte, las disposiciones restrictivas de libertades democráticas, como la relativa a la inviolabilidad del domicilio, o del derecho de manifestación y reunión, que con el pretexto de la emergencia sanitaria han sido puestos en cuestión, dando así un paso más a medidas autoritarias y restrictivas de derechos elementales, que pretenden justificar el estado militar y policiaco, antes justificado por la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, ahora por medidas de prevención de una epidemia. Los revolucionarios declaramos nuestra total oposición a la violación de derechos y limitación de libertades, a la vez que nos pronunciamos totalmente solidarios de las medidas de prevención y control de la epidemia, con pleno respeto de la dignidad y libertad de las personas, sin discriminaciones de ningún tipo, pues ante todo asumimos el compromiso de cuidar a nuestros niños, jóvenes y mujeres embarazadas, que en esta epidemia son los más vulnerables. Tanto en ésta, como en toda acción en política y en prácticas sanitarias, los revolucionarios luchamos por prolongar la vida, una vida plena con dignidad, libertad, justicia e igualdad, buscando la felicidad y construir en armonía con la naturaleza un mundo en el que quepan todos los mundos, y asumimos el compromiso de apoyar y fomentar las medidas pertinentes para mitigar los efectos de esta epidemia, que es ya internacional.
En medio de la emergencia sanitaria y seguramente inmediatamente después, nuevas luchas sociales se desarrollarán. Habrá que impulsarlas y fomentar la organización correspondiente, amplia y unitaria. Habremos también de redoblar esfuerzos en defensa de los derechos humanos, que al saldo de impunidad e injusticia previos, marcado por la gran cantidad de presos, perseguidos y desaparecidos políticos, hay que agregar ahora la necesaria oposición a medidas legislativas y de gobierno que se están aprobando en estos días para restringir derechos democráticos y políticos. Pero también en el terreno social y defensa de la economía popular, pues el ataque contra los derechos y el nivel de vida del pueblo trabajador que ya se venía viviendo con la recesión económica, ahora el desempleo, los despidos, la mayor pérdida del poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores y sus familias amenazan con recrudecerse con la crisis sanitaria, al tiempo que continúan luchas ejemplares necesitadas de mayor apoyo, como la huelga, ya de 21 meses, de los mineros de Cananea.
Los pregoneros de la globalidad enfrentan ahora un reto mayúsculo, pues enfrentan al mismo tiempo la debacle de su modelo económico y la aparición, cada vez más frecuente, de fenómenos emergentes o catástrofes naturales (tsunamis, inundaciones como la de Nueva Orleáns, terremotos, enfermedades emergentes) que ponen en cuestión la viabilidad del sistema capitalista y su capacidad para brindar seguridad, alimento, trabajo y la posibilidad incluso de una vida digna, a veces la duda de la continuación de la vida misma. En conclusión, es cada día más evidente que no es capaz de satisfacer incluso las más elementales necesidades de la mayoría de la población y un nuevo mundo es necesario, un modelo que atienda en primer lugar las necesidades de la mayoría de la población, que ahora incluso es segregada. Otro mundo nace sin embargo de esta crisis, un mundo solidario y de apego a la vida y sus encantos, que muestra que hay otro modo, que otro
mundo, otro México, por supuesto, es posible, pero también urgente y necesario. Un mundo basado en el respeto y la solidaridad entre los hombres y las mujeres, así como entre los pueblos.
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