Es con usted la cosa, preste atención

Por favor, no hablemos mal de Venezuela

Domingo, 25 de julio de 2021.- Yo no me retrato en ese grupo, más bien observo que quienes lo practican caen en una especie de fascinación, de encantamiento grupal, de enloquecimiento, de paroxismo, de encompinchamiento pernicioso donde se regocijan al hablar mal de su propio país, léase Venezuela.

Tenemos esa mala maña, tanto aquí en la madre patria como en el exterior.

Observamos que sin ninguna vergüenza, ni pudor, muchos de nuestros conciudadanos hablan mal, muy mal del país, expresándose con un odio casi irracional por lo nuestro, donde, según ellos, nada funciona y todo lo de afuera es siempre mejor, sobre todo si es gringo.

Todo está mal, nada sirve y se va a poner peor claman desde su quejadera continua.

Es impresionante, sobre todo en el exterior, ver como se reúnen un grupo de venezolanos, de venezolanas, a hablar mal de todo lo nuestro, no paran de asombrarse de cómo pudo haber sido posible que yo y los míos hayamos vivido durante tanto tiempo en ese caos.

Afortunadamente no comparten todas esas ideas un gran porcentaje de los nuestros.

Sobre todo llama la atención que personas de otros lugares que están pasando desde hace años por situaciones difíciles, críticas, no hablen mal de sus tierras natales, al contrario, se expresan con mucho cariño y amor y resaltan siempre lo bueno de sus respectivos países.

Esta nota va dirigida a usted amigo lector, amiga lectora que se reúne con sus connacionales a hablar mal de Venezuela, en tono de chisme y casi con regocijo.

Es con usted la cosa, preste atención.

A usted le digo que examine detalladamente su comportamiento y el de sus compinches interlocutores, examinen, observen y reflexionen sobre lo que están haciendo.

Deténganse un momento en el medio de esa desenfrenada danza de malos pensamientos, de ideas negativas con respecto a la patria que nos vio nacer y tomen conciencia del mal hábito en que hemos caído, al hablar y hablar y seguir hablando mal de nuestro propio país.

Como si hubiese un placer en todo ello.

Creo que muchas veces ese proceder se realiza de forma automática, alguien cuenta una historia, hecha un cuento y se prende la mecha de la quejadera común por cosas que se pueden cambiar si en vez de regocijarnos en ellas reaccionáramos y nos pusiéramos en módulo de acción constructiva.

Y, por supuesto, hay muchas que no se pueden cambiar, al menos en el corto plazo.

Hay un regocijo en el hablar mal de Venezuela, hablar mal de nosotros mismos, que percibo con preocupación, hay algo en nuestra forma de ser que nos lleva a quejarnos continuamente por situaciones que ciertamente deben resolverse y mejorar, está tan extendida esta práctica del mal hablar de nuestra patria que muchas veces se le ve como normal.

Y normal, aunque parezca, no lo es.

Ah, y si usted es uno de los que no está de acuerdo en que se hable mal de nuestro país, hágaselo saber a sus contertulios, no se pelee con ellos, explíqueles su punto de vista y promueva una sana discusión sobre ese controvertido tema, buena suerte en el intento.

Examinemos esta característica nuestra y hagamos todo lo posible por superar ese mal hábito.

No escupamos para arriba porque sabemos muy bien a quien le va caer.

Y por favor, no hablemos mal de Venezuela.



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Luis Enrique Sánchez P.


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