A diferencia de lo que ha logrado imponerse como sentido común, parto de la hipótesis de que en Venezuela no existe la polarización, en singular, sino tres polarizaciones.
La
primera de ellas traduce el terror del antichavismo incipiente frente a
la amenaza chavista. El desmoronamiento de la partidocracia y la sola
perspectiva de una trasgresión del orden democrático burgués encienden
las alarmas. Eso es lo que supone Chávez: una amenaza, un hombre que
polariza con su "discurso violento", estimulando el "odio de clases" y
"dividiendo" al país. Se trata de un discurso de la polarización que
pretende ocultar las contradicciones de clase, inscrito en la tradición
que concibe a la democracia como el sistema de gobierno más adecuado
para gestionar el conflicto social, siempre en provecho de las elites.
La
segunda es el resultado del doble proceso mediante el cual Chávez
interpela y es interpelado permanentemente por el chavismo popular.
Durante largo tiempo invisibilizado y excluido, el pueblo irrumpe en la
escena política, y con él se hacen escandalosamente visibles las
contradicciones de clase. Esta polarización implica agitación,
movilización y por supuesto conflicto, antagonismo, y hace posible la
repolitización de la sociedad venezolana.
La tercera es de más
reciente data y es un producto del cruce de las dos anteriores. Más
precisamente, habría que decir que es consecuencia directa del
agotamiento parcial – y no definitivo – de la segunda, de la
polarización chavista. Si falla el proceso de interpelación mutua y
constante entre Chávez, el partido o el gobierno, y la base social del
chavismo, el resultado es el hastío por la política. De igual forma, si
el chavismo oficial concentra sus esfuerzos en lo que Maryclen Stelling
ha llamado la "pequeña batalla", enfrascándose en una pelea sorda con lo más ruin de "las oposiciones",
pierde en orientación estratégica. Sobreexpone al antichavismo y vuelve
a invisibilizar a la base social del chavismo. Es mayoría, pero actúa
como minoría enfrentada a otra minoría.
Sin abandonar del todo el
primer uso de la noción de polarización – Chávez y su "discurso
violento" –, de un tiempo a esta parte el antichavismo – o parte de él –
ha logrado imponer el discurso de la polarización de dos minorías.
Discurso que implica la ventaja estratégica de asimilar o hacer
equivalentes a chavismo y oposición – o a una parte de ella: la vieja
partidocracia. Sin nada que lo distinga, el chavismo termina siendo lo
mismo que la vieja partidocracia. ¿Conclusión? Ninguno de los dos
constituye una alternativa. ¿Quiénes vendrían a representar, entonces,
la alternativa? Naturalmente, los portavoces de este discurso.
Lo
que no debe pasar inadvertido es que los portavoces de este discurso no
serían, realmente, una alternativa política frente a dos minorías, sino
frente al chavismo, el cual no sólo sigue siendo la principal fuerza – o
conjunto de fuerzas y tendencias – del país, sino la única que encarna
la posibilidad de avanzar en la radicalización democrática de la
sociedad venezolana. Burócratas, corruptos, dirigentes mediocres,
oportunistas, estalinistas: ninguno de estos elementos es hegemónico en
el chavismo. Su existencia está lejos de ser aceptada de manera cómplice
o resignada por el resto, y en cambio es fuente permanente de malestar y
conflicto. Lo que distingue al chavismo, lo que sigue siendo su
elemento predominante es el chavismo popular, cuya cultura política,
macerada durante los últimos once años y más, es profundamente
"participativa y protagónica", antiburocrática e igualitaria. Si no se
toma en cuenta este cuadro de fuerzas – expuesto aquí a muy grandes
rasgos – es imposible comprender por qué el chavismo a veces luce
francamente débil y agotado, y otras veces fuerte y robustecido.
Los
portavoces del discurso de la polarización de dos minorías subrayan las
debilidades del chavismo, pero ocultan sus fortalezas. Sobrevalorando
sus flancos débiles, es fácil presentarlo como una fuerza – o un líder,
un partido, una gestión de gobierno – en decadencia, con poco futuro.
Por más que hablen de la necesidad de que "las partes" recuperen la
capacidad de "entendimiento" para que la democracia venezolana transite
un camino con menos sobresaltos, por más que empleen un vocabulario
típicamente "progre" – la izquierda antichavista, que ha adoptado este
discurso, prefiere un lenguaje más radical – su apuesta es contener y
adocenar el proceso político iniciado por el chavismo.
De manera que contra las voces que claman por la "despolarización"
de la sociedad venezolana, planteo la necesidad de re-polarizarla,
recuperando y afinando los mecanismos de interpelación mutua entre
Chávez y la base social del chavismo, buena parte de la cual está
hastiada de la cortedad de miras estratégica del chavismo oficial, que
insiste en comportarse como minoría. Porque el problema es que de tanto
insistir, puede terminar siéndolo.
El resultado de las elecciones
de este 26 de septiembre determinará si habremos de emprender este
proceso de re-polarización en condiciones ventajosas o desventajosas.
Reafirmar que el chavismo sigue siendo la fuerza mayoritaria del país
supone una posición de ventaja inestimable. Por eso, votaré por los
candidatos de Chávez.
reinaldo.iturriza@gmail.com
http://saberypoder.blogspot.com/