Por
fortuna, contamos con un hombre excepcional a la cabeza del proceso
revolucionario que no deja que le arrebaten paternidades incómodas. Resulta que
el Comandante –a pesar de la naturaleza tan atípica de nuestra revolución que
hace de Chávez no sólo el líder indiscutible sino una especie de oráculo hacia
el que todos miramos para asumir posiciones- no está sólo y somos muchos quienes
tenemos nuestras cuotas de responsabilidad. Hasta ahora he visto reacciones muy
parecidas a las del cuento hindú del elefante; cada quien mira para otro lado,
encuentra causas –existentes, por cierto- en unos ámbitos, así como soluciones
en otros según un marcado tufo a conveniencia.
Así, he leído reflexiones
que atribuyen el menguado “triunfo” a la política comunicacional, por cierto,
viviendo su mejor momento aunque existan programas reactivos, sin profundidad ni
propuesta en algún que otro medio nuestro, programas de esos que parecieran
empeñarse en “convencer” a los convencidos y espantar a los que dudan con sus
burlas y radicalismos pantalleros; programas "levanta muertos" –del otro lado,
claro- como los llama Néstor Francia; otros centran sus observaciones en la
conducta –en demasiados casos inmoral- del funcionariado gubernamental
–nacional, estatal, municipal, etc.; otros encuentran la piedra filosofal en el
desorden ideológico y organizativo, así como el secuestro del partido de la
Revolución por parte de factores del poder constituido; algunos –yo entre ellos-
ponen el dedo en la llaga del vacío de conciencia de clase, de una conciencia
firme, sólida y activa, en buena parte de un pueblo que se ha relacionado con el
poder –en muchos casos- bajo los mismos esquemas en que lo hacía con los otrora
poderosa “maquinaria” adeca, es decir, adhesión en tanto lluevan logros, corotos
o prebendas. Otros… ¿sigo?...creo que es suficiente, ¿verdad?: cada uno es una
parte del problema, una parte del elefante, pero ni es el problema ni es el
elefante.
Lo primero –no lo digo yo, sino que lo decían Simón Rodríguez o
el Che- es que para hacer revolución se requieren revolucionarios y para hacer
una revolución socialista se requieren revolucionarios socialistas. De modo que
permítaseme una suerte de minimalismo, un pueblo con clara conciencia de clase
no es confundido por sus enemigos así se vista de Caperucita, le cante canciones
o le venga con lagrimitas falsas. Un pueblo con conciencia no se "desencanta"
por el antitestimonio de un camarada disfrazado, o de diez o de los que sean; un
pueblo con conciencia sabe detectar y combatir al enemigo externo y al interno
también, pero no se desencanta, y no se desencanta porque su conciencia no es
fruto de un encantamiento sino está forjada como el acero; un pueblo con
conciencia derrota en batalla de irrenunciables principios a los camaleones y a
los "poderosos burgueses" tengan
estos el poder que tengan; un pueblo consciente reconoce y ubica con claridad al
enemigo, no se confunde, sabe que es lo que significa pertenecer a la clase
explotadora y quienes, aunque hayamos fracasado en llegarles, no son los
enemigos sino unas lamentables víctimas; un pueblo consciente sabe que Venezuela
no tiene cuatro o cinco millones de oligarcas; un pueblo consciente posee el
talento estratégico y teórico necesario para no confundirse ni ser confundido;
un pueblo consciente es un pueblo invencible. ¡¡¡Díganlo ahí...cubanos y
cubanas!!!
De modo que la primera gran urgencia, la que nos librará de
corruptos, farsantes, campañas mediáticas imperialistas, manipulaciones y hasta
de la gripe y los juanetes si es menester, reside en la SIEMBRA DE LA CONCIENCIA
y no en la búsqueda de culpables cuando no se sabe si la cacería de brujas no
será pesca en río revuelto. Los pasos que se vayan dando en orden a transformar
la infraestructura económica serán pasos al vacío si no se realizan con el
concurso de un pueblo consciente. Aquel Tercer Motor de la Revolución, “Moral y
Luces” es vital para impedir nuevos fracasos. Hay que formar el hombre y la
mujer que protagonicen con eficacia, alegría y hasta elegancia, la vida comunal
y sus desafíos. Un revolucionario consciente hubiese encontrado otras maneras de
oponerse al burocratismo, a la corrupción, al farisaísmo o la vagabundería,
distintas a la de no ir a votar y ser cómplice en una puñalada a la Revolución
querida. ¿O es que alguien cree que los cinco millones y medio que fuimos a
votar no tenemos problemas? A un revolucionario o revolucionaria consciente no
lo confunden campañitas de propaganda, niñitos manos blancas, ni mil María
Corinas y toda su jauría; tampoco lo confunde las fallas en la energía eléctrica
o los índices de inseguridad, simplemente porque está claro y conoce sus causas.
Si deseamos comprobar esto que digo, miremos hacia el pueblo cubano. Ahí
está…hace casi medio siglo, aguantando estoico y firme: bloqueo de bienes de
consumo, campañas de propaganda, terrorismo…todo… absolutamente todo y véanlo
como responde en la defensa de su revolución… veámosle y asumamos ese ejemplo.
Si queremos Socialismo forjemos socialistas de conciencia comenzando por la
coherencia de vida. “El Socialismo es la Ciencia del Ejemplo” Ché
¡¡¡MISIÓN CONCIENCIA!!!
¡¡¡VENCEREMOS!!!