Tenemos claro que el grado de complejidad de los procesos sociales los lleva en ocasiones a atravesar por estados caóticos en los que el efecto mariposa funciona con todo rigor, y allí se vuelven altamente impredecibles. Por eso sabemos que es muy difícil -por más que seamos rigurosos en el análisis- tener un grado de certeza acerca de estos procesos, que permita determinar por anticipado con precisión sus rumbos y resultados.
Pero la situación puede ser peor aún para quienes intentamos desentrañar causas, efectos, ritmos y vaivenes de la sociedad. Como en el caso que nos ocupa, en determinados momentos parece que no sólo es muy difícil la predicción, sino que también lo es el análisis de los hechos consumados.
Cuando hemos intentado una evaluación del proceso electoral legislativo que acaba de vivir la sociedad venezolana, nos encontramos con una gran dificultad para establecer conclusiones definitivas. Máxime si tenemos en cuenta que en este caso la elección de diputados ha sido circuital y no nacional.
La oposición internacional ha desconocido -intencionadamente- esta condición (y así lo reflejaron los titulares de algunos diarios de derecha en Europa y Latinoamérica) para poder así descalificar el proceso electoral llevado a cabo, intentando manejar el argumento de que algo debe haber pasado para que una diferencia de 100.000 votos en un universo de aproximadamente 11.000.000 de votantes, diera al proceso bolivariano 98 diputados frente a sólo 65 de la oposición. El presidente Chávez ya explicó suficientemente la situación en rueda de prensa (frente a una premeditada pregunta de una periodista), y para cualquiera que intente informarse medianamente sobre el asunto, no quedan dudas de la falsedad del supuesto argumento.
Esta condición de fragmentación del proceso electoral no solamente no produce unos resultados numéricos generales significativos, sino que provoca que para cada circuito, no sólo lo cuantitativo sino también lo cualitativo, sean diferentes y originales.
Acotando algunas variables
Sin embargo, teniendo en cuenta las cantidades de diputados adjudicadas, descubrimos que el porcentaje logrado por cada sector es el mismo que se viene manteniendo históricamente en las elecciones realizadas en el país (excepto en el referéndum por la reforma constitucional); 60/40 % a favor del proceso bolivariano. Es algo hasta escalofriante constatar como esta proporción parece mantenerse aún en las más cambiantes circunstancias de un proceso social de alta fluidez. Aparentemente esta persistencia está asociada a cierta condición del fenómeno de los nuevos movimientos sociales y liderazgos surgidos del seno de los pueblos en América Latina, fenómeno del cual la sociedad venezolana es precursora.
Pareciera ser que el desgaste político que se produce normalmente con la gestión de gobierno fuera detenido o relantizado en estos nuevos procesos. Así, Lula da Silva deja la presidencia de Brasil luego de dos períodos de gobierno con un altísimo índice de aprobación, Evo Morales gana su segundo período de gobierno luego de la reforma constitucional manteniendo su gran aceptación en el pueblo boliviano y en el caso de Venezuela la popularidad de Hugo Chávez parece mantenerse incólume. Así que, dejando de lado todo tipo de emocionalidad, podemos decir que tanto el proceso bolivariano como la oposición mantienen el volumen de sus respectivos apoyos ya tradicionales entre la ciudadanía. Nada parece haberse modificado al respecto, la permanencia durante cinco años de una Asamblea Nacional sin presencia de la oposición por decisión propia, parece haber nublado la percepción de que si bien la oposición no estaba ocupando cargos oficiales, no había dejado de tener sus tradicionales seguidores en el país.
Uno de los conceptos que sí parece haber salido derrotado según los números, es el de la existencia de una gran masa de electores que no apoyan a uno u otro bando, bautizados en el país como los ni-ni. Según las cifras oficiales, el porcentaje de abstención (del orden del 36%) es uno de los más bajos conocidos en elecciones legislativas en el país. Si la abstención es tan baja, y las proporciones generales son las mismas ya nombradas, no parece entonces existir un estamento “neutral” importante. Aparentemente la polarización, que viene caracterizando al proceso socio-político venezolano desde hace ya más de 11 años, sigue manteniéndose. Sólo parece haber en la arena política dos bandos, no existiendo lugar para otras alternativas (por lo menos a nivel de las estructuras del poder instituido)
El PSUV
Esta elección legislativa fue, sobre todo por parte del PSUV (el partido de gobierno), en primer lugar la que tuvo un mayor número de candidatos a diputado elegidos desde la base de la militancia (dos tercios de los cuales fueron presentados en forma nominal, y solo un tercio a través de lista cerrada), y en segundo término, la elección en la cual los candidatos han hecho más directamente campaña, buscando el contacto personal con los electores, yendo más allá del mero apoyo ofrecido por la figura del presidente, sea a través de los medios como levantando la mano del candidato en actos de masas (tratando de superar el fenómeno de “portaaviones” que había caracterizado en todas las elecciones no presidenciales anteriores al proceso bolivariano).
Además, una gran parte de la campaña estuvo basada en la difusión de los logros del gobierno, promocionando y señalando con énfasis no sólo las cifras logradas hasta la fecha por la misiones y las obras de infraestructura, sino también los intentos de generar en el país una nueva economía productiva, a través de la creación de unidades de producción autogestionarias impulsadas por el estado, y de la nacionalización de tierras y empresas.
A pesar de todo y como vimos al principio, esto no logró aumentar el número de votantes por el partido de gobierno. Más aún, cuando usamos la lupa para acercarnos a lo sucedido en las distintas regiones, nos encontramos con que existieron lugares dónde el PSUV perdió fuerza (Táchira, Zulia, Anzoátegui, Sucre, por ej.) aunque también hubieron sitios (Carabobo o el Distrito Capital por ej.) donde ganó fuerza. Lo cierto es que no se lograron los objetivos propuestos de conquistar los dos tercios de la Asamblea Nacional (lo que hubiera permitido la aprobación de leyes especiales) y además se perdieron algunos ámbitos que eran bastiones tradicionales bolivarianos. Además, según los números de elecciones anteriores, al PSUV parecen faltarle hoy entre un millón y un millón y medio de electores, lo que aparentemente refleja una tendencia constante hacia la reducción de votantes, cuando no se trate de elecciones que comprometan directamente la figura del presidente.
No creemos que todo esto sea resultado de una causa única. Podemos anotar diferentes variables que deben haber influido en predisponer a un sector de los ciudadanos, y que haya llevado no sólo al retroceso en algunos sitios, sino a lo que parece ser un estancamiento a nivel general.
La inflación constante (que parece haberse reducido en los últimos meses); la crisis energética (que aunque fuera resuelta por la mejora del clima y los esfuerzos del gobierno, pesó mucho en la población); la variable inseguridad ciudadana (tan manipulada e inflada por la prensa de oposición, pero un problema real al fin); la ineficiencia en el funcionamiento de la maquinaria del estado, tanto a nivel central como regional y de entes descentralizados; los síntomas de corrupción, sobre todo por la percepción de la forma de vida dispendiosa y altanera de muchos altos funcionarios del gobierno; y aún el descontento con la manera en que se está ejerciendo en muchos sitios la administración pública, son algunas de esas variables. Otra que es importante destacar en esta ocasión, fue el tipo de mensaje electoral, que tanto en el caso del PSUV como en el de la oposición, estuvo dirigido exclusivamente a los convencidos, y que por sus características no se abrió a intentar conquistar (aunque esa fuera una aspiración) a nuevos electores.
No podemos dejar de anotar que en varios sitios el voto castigo parece haber sido la expresión directa de la disconformidad con la gestión de gobernadores, alcaldes u otros funcionarios. El presidente dijo en rueda de prensa que los resultados de Anzoátegui fueron para ellos una sorpresa. Aparentemente no se tuvieron en cuenta algunos resultados de la anterior elección de gobernadores y alcaldes (los del Estado Miranda por ejemplo, donde la existencia del voto castigo cruzado fue obvia, de acuerdo a los resultados entre gobernación y alcaldías). Sería conveniente no olvidar que una de las consecuencias del gran número de eventos electorales en la Venezuela bolivariana, es que la opinión de los ciudadanos tiene resultados mucho más significativos e inmediatos, que en la democracia liberal tradicional, (cuando la concurrencia a votar una vez cada cuatro o cinco años por candidatos elegidos desde arriba no produce muchos cambios en los círculos de decisión).
La oposición
En lo que respecta a la oposición, si bien mantuvo su porcentaje tradicional del orden del 40%, no pareciera haber sido por mérito propio, sino por la propia condición de polarización de la sociedad venezolana. La unidad de la MUD (Mesa de la Unidad Democrática) parece estar pegada con cera blanda. Hasta el último plazo de la ley fue consumido por las marchas, contramarchas y discusiones internas (con puñaladas traperas incluidas) de sus candidaturas. Su oferta electoral no fue en ningún caso un proyecto de país alternativo, compartido por todos sus integrantes. Más bien su único factor de unión y propuesta política parece ser la necesidad de quitar al presidente del poder y revertir el proceso bolivariano. Incluso algunos de sus candidatos jugaron durante la campaña con el viejo espantapájaros del “comunismo” (María Corina Machado declaró después de saber los resultados electorales y saberse diputada electa, que habían sido una muestra del “rechazo del pueblo venezolano por el comunismo cubano”). Si a algún movimiento político le cabe el adjetivo de “colcha de retazos”, es sobre todo a esta oposición compuesta por viejos dinosaurios políticos de los partidos tradicionales, por nuevos representantes de las oligarquías y de los intereses hegemónicos, por integrantes de las “nuevas derechas” yuppies y por variopintos ejemplares del oportunismo político de viejo y nuevo cuño.
Es interesante destacar hasta cuanto pesan en el conjunto de la oposición las más recalcitrantes formas del hacer político de los viejos partidos. A pesar de estar en tercer lugar en número de votos recibidos en estas elecciones, el partido Acción Democrática -el más fiel representante de la Cuarta República y el Pacto de Punto Fijo- se ha quedado con el mayor número de bancas, (22) dejando atrás con 16 a Un Nuevo Tiempo (el partido más votado de la oposición) y a Primero Justicia (el segundo más votado) con 13 curules.
El trabajo parlamentario
El presidente Chávez declaró en rueda de prensa que nada ha cambiado en el proceso bolivariano. Sin embargo el ingreso de 65 diputados de la oposición a la Asamblea Nacional (entre ellos varios viejos zorros en el hacer de la politiquería) creemos que sí significa un cambio importante en el manejo del poder.
Cinco años sustentando la absoluta hegemonía de la Asamblea Nacional (por no haberse querido presentar la oposición, recordemos) exceptuando por algunos pinitos con el “salto de talanquera” de Podemos y el abandono por el PPT de la coalición de gobierno, posiblemente malacostumbraron a los diputados a estar constreñidos en su labor solamente por sus propias limitaciones. De ahora en adelante habrá que realizar lo que en la democracia representativa se llama el “trabajo parlamentario”. Habrá que negociar decisiones, realizar alianzas temporales, y atraer votos a las propuestas que se quieran llevar adelante.
Recordemos que al PSUV le falta un voto para poder aprobar algunas leyes que exigen los tres quintos del total de diputados (99) y que para leyes Orgánicas o Habilitantes son necesarios los 2/3 del total (110) para lo cual habría que remontar la negociación del difícil número de 12 votos con diputados de oposición. Tarea que no les será nada sencilla, considerando el talante de muchos de estos nuevos diputados de oposición, cuya labor consistirá (en muchos casos con propósito ya declarado) en obstruir y tratar de impedir la labor de gobierno (incluida en esa labor el trabajo de desestabilización, en el cual varios de ellos son expertos) y con los que no se podrá contar ni siquiera para un trabajo de oposición serio y beneficioso para el país.
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