Entre estafadores y estafados

En la década de los ochenta del siglo pasado también estuvo de moda la estafa inmobiliaria; sólo que en aquella oportunidad los organismos del Estado actuaron para alcahuetear a los estafadores, tal como corresponde a un gobierno serio dentro del capitalismo.

Recuerdo bien que en ese entonces también se organizaron las víctimas, quienes encontraron bastante apoyo en dirigentes de izquierda, en especial del MAS y dentro de la tolda naranja en los que se identificaban con el llamado teodorismo.

Vainas de la vida, en estos tiempos los estafadores inmobiliarios encuentran en Teodoro una de sus mayores defensores. De todos modos el propio Petkoff lo ha explicado en varias oportunidades: “sólo los estúpidos no cambian de opinión”.

Sin armar mucha bulla las estafas inmobiliarias se han mantenido en el tiempo, sólo que entraron últimamente en una etapa de “capitalismo salvaje”, carnívoro, en un descaro; a lo mejor porque le fueron perdiendo el miedo a “las medidas revolucionarias” del gobierno bolivariano.

Lo cierto es que se encontraron de frente con el camarada Hugo Chávez, quien en oportunidades saca su látigo y le recuerda a ministros y otros altos funcionarios que estamos en una revolución en vías hacia el socialismo, por lo tanto hay que ajustarle las tuercas a la burguesía por aquello de la lucha de clases.

El látigo del camarada Chávez, pues según se desprende de las denuncias de varias de las víctimas suman cierto tiempo con sus denuncias por estas estafas; pero, a decir verdad, aunque los denunciantes no lo expresen, no se había dado una respuesta positiva.

En el caso de Nueva Esparta, uno de los afectados si expuso en una emisora que hizo la denuncia ante Indepabis, incluso con el nombre del estafador, y la respuesta de parte del Director de este instituto en la región insular fue que no se podía hacer nada porque el tipo no tenía plata para terminar las casas.

Lo cierto es que el gobierno bolivariano, tras la aplicación del mentado látigo, ha entrado en acción contra las estafas inmobiliarias, siempre dentro del marco legal y en defensa de los intereses de las ciudadanas y los ciudadanos, sin distingo de militancia partidista.

Al momento de escribir esta nota sabemos de cientos de familias que ya respiran tranquilas, pues tienen en sus manos las llaves de sus casas, cuando una semana atrás consideraban perdido el dinero invertido y frustrados sus sueños de vivir bajo techo propio. De lo que no tenemos noticias es que alguno de los estafadores esté encanado. Ojalá y pronto los veamos a todos tras las rejas. Lo que sí rogamos a Dios es que el Vice Elías Jaua no amenace a nadie con “el peso de la ley” porque esa fracesita se la han cogido para mamadera de gallo.

Entendemos que los estafadores no son nada pendejos, por lo tanto han utilizado para sus asaltos a las familias venezolanas una buena cantidad de recursos legales. Se han blindado jurídicamente para enfrentar cualquier demanda.

Esto debe obligar al Estado venezolano a tratarlos como bandidos de la peor ralea, como lo que son: delincuentes. Pues si nuestras instituciones entran en el jueguito de ellos, deberán acudir a muchos abogados.

Y lo que viene es delicado. Hay muchos, muchísimos, abogados honestos, pero no son éstos precisamente los que de inmediato se ponen a las órdenes del Estado a fin de resolver los entuertos jurídicos entre estafadores estafados.

Abogados como esos que se han hecho millonarios atendiendo los casos de Fogade, colocados entre estafadores y estafados, son una amenaza de convertir esta pelea en un entramado jurídico a largo plazo.

¡Mosca! Más de una vez hemos hecho el papel de pendejos.


psalima36@gmail.com


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Pedro Salima


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