Mis estimados lectores que me honran al leer las líneas que escribo por este medio con cierta frecuencia, como el título lo indica, pienso abordar el tema de la inflación lo más rigurosamente posible, en la creencia que la inflación es un mal que aqueja a la economía venezolana y le imposibilita en el largo plazo un crecimiento económico saludable y sostenido.
También debo advertir que la rigurosidad con que he querido abordar el tema ha hecho que este artículo sea muy extenso, por lo tanto, deben ser pacientes y tomarse su tiempo para leerlo de una sentada, o bien pueden irlo leyendo poco a poco con las interrupciones de rigor para no cansarse.
Aun cuando he querido ser riguroso en el tratamiento del tema, también me he esforzado por tratar de ser didáctico y usar un lenguaje lo más sencillo posible, evitando en lo posible el lenguaje críptico con que los profesionales de las diversas áreas, tratan de impresionar a los legos y rodearse de un aura de sabiduría y misterio. Espero haber logrado el cometido que me propuse.
En este artículo, el lector encontrará primeramente una definición y caracterización de los procesos inflacionarios y de las variables que los generan; luego, una descripción del proceso inflacionario venezolano, sus causas e implicaciones, y por último, un análisis de lo que implica la aplicación de una política anti inflacionaria en general, y específicamente en el caso venezolano.
Primero, hay que señalar qué es la inflación, aunque es un término ampliamente conocido y usado por todo el mundo, aun cuando, no todo el mundo conozca sus causas y esté plenamente consciente de todas sus consecuencias.
La inflación es el alza sostenida de los precios por un período de tiempo más o menos largo. Esto significa que la gente necesita más dinero para comprar la misma cantidad de bienes y servicios, por lo tanto, si los ingresos no sufren un aumento que permita compensar el alza de precios, la gente se empobrece, porque lo que realmente cuenta no es la cantidad de dinero que usted tenga en sus bolsillos, sino la cantidad de alimento, vestido, servicios, etc., que usted pueda comprar. La inflación no es algo nuevo en el mundo, durante toda la historia de la humanidad se han presentado épocas de inflación. Por ejemplo, durante la conquista española de América se suscitó en Europa un fenómeno inflacionario bastante fuerte. El oro y la plata que llegaron a España en grandes cantidades se usaron para comprar más mercadería y servicios, de un momento a otro el aparato productivo se vio sometido a una demanda (requerimiento de bienes y servicios respaldado con dinero) mucho mayor que la acostumbrada, poca oferta y mucha demanda, el resultado elevación de precios.
En el párrafo anterior, hemos podido ver la relación de causalidad en el fenómeno de la inflación, un incremento en la cantidad de dinero que provoca un aumento en la demanda, una oferta de bienes y servicios insuficiente que genera que los productores suban los precios obteniendo una ganancia extra. Por lo antes señalado, muchos economistas ven a la inflación como un problema monetario, que depende en última instancia de la cantidad de dinero que se mueve en una economía.
Si trasladamos el análisis anterior al caso venezolano, podremos ver que también en Venezuela el fenómeno inflacionario se vuelve estructural en la economía venezolana cuando los precios del petróleo suben abruptamente en la década de los años 70.
En la literatura económica que habla de la inflación, podemos encontrar que se habla de inflación baja o moderada, cuando el alza de precios anuales está por debajo de un dígito, inflación galopante, cuando está en el orden de dos dígitos e hiperinflación cuando llega a los tres dígitos. Por lo tanto, en Venezuela llevamos varios años en la escala de inflación galopante.
También tenemos que aparte del crecimiento de la masa monetaria en la economía de un país, se habla de inflación importada, aquella que es producto de la compra de bienes y servicios del exterior que están subiendo de precios. Estados Unidos y Europa sufrieron una inflación severa en la década de los 70 por el alza abrupta de los precios del petróleo.
En la actualidad, en Venezuela estamos sufriendo una inflación importada por el encarecimiento de los alimentos a nivel mundial. La producción de alimentos por varios factores, entre ellos el climático, se está rezagando del incremento de la demanda por efectos del aumento de la población y por la entrada de China al Primer Mundo.
También se habla de inflación de costos, que proviene del hecho que los factores de producción se hagan más caros, lo que se traslada al precio final del producto. Por ejemplo, puede suceder que un alza de salarios genere un alza en el precio final del bien, si este es un bien intermedio o de capital (un insumo para otra industria, o una maquinaria o equipo), se produce un efecto en cadena pero que siempre termina afectando el precio final de un artículo o servicio que paga el consumidor final. También es posible que un insumo importado suba de precio y eso altere mi estructura de costos. En resumen, un alza en el precio de los factores de producción aumenta los costos de producción, lo que se traslada al precio final de los bienes de consumo inevitablemente si los productores desean mantener el margen de ganancia. Sin embargo, esto puede tener consecuencias desfavorables para el productor, pues es muy probable que los consumidores compren menos.
También se habla de una inflación auto inducida y hoy se le concede bastante importancia a este factor. Eso quiere decir que en una economía donde la inflación se ha hecho crónica, la gente comienza a tener una expectativa inflacionaria a futuro lo que condiciona su conducta como consumidor. Mi esposa siempre que tenemos un poco de dinero me dice que lo gastemos de inmediato comprando algún bien que necesitamos, porque ella razona que si no lo hacemos ahora tal vez no podamos hacerlo en el futuro, porque con toda seguridad va a subir de precio. Si sólo mi esposa pensara así pues no importaría, el problema es que todos los venezolanos piensan así, ahorrar es un mal negocio, consumir ahora es buen negocio. Incluso, esto lleva a la gente a pensar que es mejor consumir ahora al crédito que ahorrar. Obviamente, esto incrementa la demanda y ensancha la brecha con la oferta propulsando la inflación.
Por otra parte, el gobierno con sus recurrentes alzas anuales del salario mínimo también alimenta la inflación crónica, los empresarios que esperan que el gobierno suba los salarios, muchas veces se adelantan e incrementan los precios antes de que sus costos se vean afectados por el alza de salarios. Y lo mismo ocurre con la expectativa de una futura devaluación de la moneda.
También es probable que la inflación se deba a otros factores, por ejemplo, al factor político. Por razones de orden político, los productores frente a una variación de la demanda prefieran no aumentar la oferta de bienes y servicios creando un fenómeno de escasez, alza de precios, mercado negro y especulación. Recuerdo la hiperinflación en el Chile de Allende, en el primer año del gobierno de Allende la inflación fue cero y hubo un crecimiento importante de la demanda sobre todo de los sectores populares, a la que el sector productivo chileno respondió disminuyendo la capacidad ociosa de las fábricas. Sin embargo, todo cambió en el segundo año cuando el gobierno comenzó las expropiaciones de empresas para conformar un sector social productivo. La clase empresarial frenó la inversión y la oferta de bienes y servicios, y se dedicó al acaparamiento, la especulación y el mercado negro. Todo lo anterior, llevó a Chile a experimentar una hiperinflación que llegó hasta el 800%.
También se habla de la relación existente entre inflación y crecimiento económico, lo que quiere decir que cuando una economía está creciendo lo que significa que año tras año se producen más bienes y servicios esto genera un proceso inflacionario. La razón es que una mayor producción significa una mayor inversión, es decir, mayores compras de insumos y trabajo. Al aumentar la demanda de materias primas e insumos éstos se encarecen, por ejemplo, el crecimiento económico sostenido de China ha hecho que el precio del cobre esté en un nivel de precio muy elevado. En la medida que se produce más se necesita más mano de obra, el desempleo disminuye, la mano de obra se hace escasa y los salarios aumentan. El crecimiento económico produce una inflación de costos que se traslada al precio de los bienes y servicios para el consumo. La baja del desempleo y el incremento de los salarios produce que haya más gente con más dinero para consumir, por ende, la demanda se incrementa y también genera inflación de demanda. A esto puede aunarse el comportamiento del sector público que puede recaudar más dinero en impuestos producto de la bonanza, y este dinero también va al consumo alimentando la demanda.
Esta teoría diríamos clásica de la inflación nos induce a pensar que la reducción del desempleo conlleva a procesos inflacionarios, por lo tanto, es conveniente reducir el desempleo pero no llevarlo a cero. Esta teoría también tiene su conexión con el recetario del FMI que postula una serie de medidas de austeridad fiscal, congelación de salarios y reducción de la masa monetaria para abatir la inflación.
En la actualidad, nos encontramos con situaciones diferentes, a lo que planteaba la teoría clásica, crecimiento económico e inflación, recesión económica y deflación (disminución general del nivel de precios). Hoy podemos encontrarnos con economías en recesión y con procesos inflacionarios lo que los economistas han llamado estanflación. Al darse una contracción de la demanda los precios bajarían y las cantidades compradas de un bien o servicio también lo harían, sin embargo, el precio podría no reducirse y hasta aumentar si la oferta también se reduce. Esto es muy factible en economías con un alto grado de monopolización. Por otra parte, la inflación auto inducida puede operar también en el escenario. Si estamos en una economía altamente dependiente de las importaciones y éstas muestran un comportamiento inflacionario, esto afectará el nivel general de precios al alza aunque la economía esté en un proceso recesivo.
Es una creencia entre los economistas que a largo plazo no es posible tener un crecimiento económico estable con tasas de inflación de más de un dígito. Es posible que una inflación cero no sea recomendable pues implique un desempleo elevado.
Los efectos indeseables de una inflación elevada son las distorsiones que se plantean en la economía. Una inflación elevada distorsiona los patrones de consumo y ahorro, se incentiva el consumo inmediato y se desestimula el ahorro, el cual es necesario para la inversión. Las tasas de interés deben tener una relación cercana con la inflación, si ésta es muy alta, las tasas de interés son muy elevadas. Una inflación muy elevada va encareciendo los productos nacionales en comparación con los importados, lo que dificulta la exportación. Tarde o temprano se requiere de una devaluación para devolver la competitividad de la producción nacional frente a la producción extranjera, lo que refuerza la inflación de origen importado. Un proceso inflacionario significa una pérdida de valor adquisitivo de las personas, lo que tiene que ser revertido por la vía de un aumento de los salarios cada cierto tiempo, lo que refuerza la inflación auto inducida. En una economía inflacionaria, también el sector público requiere de mayores ingresos para el gasto público, lo que puede lograrse por la vía impositiva pero también reduce el ingreso disponible de las personas, o bien, por la vía del endeudamiento, o por la vía de las devaluaciones. En el caso venezolano que controla la industria petrolera, prácticamente la única actividad económica que genera divisas, la tentación de usar el mecanismo de la devaluación es muy fuerte. La devaluación permite al gobierno obtener mayor cantidad de bolívares por la misma cantidad de dólares provenientes de la explotación petrolera, permitiéndole incrementar el gasto público interno o el pago de deudas pactadas en bolívares. Sin embargo, esto refuerza el proceso inflacionario, aumentando las probabilidades de que en el futuro se requiera una nueva devaluación de la moneda.
Pasemos ahora a dar respuesta a la pregunta que sirve de título, ¿Es la inflación compatible con el socialismo? La respuesta puede ser compleja debido a que depende de lo que consideremos socialismo. Para quienes opinen que el socialismo en lo económico debe ser exactamente igual al modelo del siglo XX, es decir, caracterizado por la abolición total de la propiedad privada de los medios de producción y la desaparición del mercado como mecanismo de asignación de recursos, y el precio como indicador de la escasez de bienes o servicios, la respuesta es una sola, la inflación no puede existir en una economía socialista.
En las economías socialistas del siglo XX efectivamente el fenómeno de la inflación no existió, sencillamente porque dadas las premisas anteriores era imposible su existencia. Sin embargo, se dieron otros fenómenos muy dañinos, escasez crónica de muchos productos, especulación y mercado negro. En otras palabras la muerte decretada de la inflación sólo logró que la misma se expresara de otras formas. Un artículo vendido en el mercado negro podía costar varias veces el precio oficial.
Ahora bien, para aquellos que piensen que el socialismo del siglo XXI no debe seguir el mismo modelo de aquel del siglo anterior, y yo soy uno de ellos, porque como lo he reiterado en otros artículos, es un modelo fracasado, y basta ver el derrumbe de la URSS, el viraje de China al capitalismo, y ahora último, el viraje cubano para que esta opinión tenga un fuerte basamento en la realidad, la respuesta a la pregunta, es que si es factible, que el socialismo padezca la enfermedad de la inflación. La razón es muy sencilla, el socialismo del siglo XXI tendrá que convivir con un modelo económico que permita la existencia de la propiedad privada de los medios de producción y la existencia del mercado como mecanismo de asignación de recursos, y el precio como indicador de la escasez de los bienes y servicios.
Por lo tanto, será necesario implementar una política anti inflacionaria. Como ya he señalado en otros artículos, no creo que la revolución bolivariana haya tenido una política económica como tal. Hemos visto medidas aisladas como el control de cambio, las devaluaciones, la venta de bonos convertibles en dólares, la expropiación de tierras agrícolas, el impulso a las cooperativas entre otras, y sin contar a los gallineros verticales ni los cultivos en las azoteas de los edificios, ni los mercados de trueque. Con respecto a la inflación creo que no se ha visto una política anti inflacionaria como tal. Debido a esto, hemos presenciado todos estos años a los responsables de la política económica, hacer anuncios a principios de año acerca de la inflación esperada, dando por descontado que ésta se registrará inexorablemente y de esta manera reforzando la inflación auto inducida.
Claro está, para poder determinar una política anti inflacionaria será necesario primeramente conocer las causas de la inflación en el caso venezolano. En la gráfica que se muestra a continuación presentamos el Índice de Precios al Consumidor para el área de Caracas. Este acumulado toma como base el año 1970.
Fuente: Banco Central de Venezuela
Fuente: Banco Central de Venezuela
Primero, podemos decir que la inflación venezolana es crónica y galopante, debido a que ya lleva muchos años este fenómeno y a tasas de dos dígitos. Cuando buscamos una relación entre crecimiento económico, vemos que este ha sido irregular, alternándose períodos de auge con otros de declive, sin embargo, la inflación se ha mantenido alta. Por lo tanto, podríamos decir que no ha estado vinculada de una forma directa al crecimiento económico, es decir, no podemos señalar que la inflación depende del crecimiento económico en Venezuela. Como se puede observar en la siguiente gráfica, el Producto Interno bruto ha crecido moderadamente desde 1997 hasta la fecha, pero el incremento de precios ha sido mucho mayor. Incluso en momentos en que el PIB ha descendido, la inflación ha seguido creciendo.
Índices del PIB e IPC
Fuente: Banco Central de Venezuela
Cuando se analiza cómo ha evolucionado la cantidad de dinero en la economía, la liquidez monetaria (billetes, monedas y depósitos a la vista en circulación), vemos que la misma se ha incrementado significativamente, tal como se puede ver en las estadísticas del Banco Central. Y podemos ver una correlación entre ésta y el índice de inflación. Por lo tanto, a mi modo de ver, en el caso venezolano, el incremento de la masa monetaria, el dinero que está en la calle para la adquisición de bienes y servicios ha incidido directamente en mantener una inflación crónica. Esto reforzaría el planteamiento clásico de los monetaristas en el sentido de que la inflación es un fenómeno monetario, producto del exceso de dinero en una economía.
Índices de liquidez monetaria M2 e índice de Precios
Fuente: Banco Central de Venezuela
Este incremento de la masa monetaria tiene una correlación con el nivel de gasto público, de alguna manera, la masa monetaria debe incrementarse, más allá de mecanismos como el encaje bancario, entre otros. Como se ve en la gráfica siguiente el gasto de consumo final del gobierno ha venido creciendo sostenidamente desde 1997 a la fecha.
Índices de consumo final
Fuente: Banco Central de Venezuela
También podemos ver que ha habido un proceso masivo de importaciones sobre todo de alimentos, las devaluaciones de la moneda han ocasionado que éstas se hayan encarecido reforzando el proceso inflacionario.
Exportaciones e importaciones en miles de Bs.
Fuente: Banco Central de Venezuela
Como se puede ver en la gráfica siguiente, ha existido un incremento del componente importado en la economía, lo que nos hace pensar que las devaluaciones que han sucedido desde 1997 hasta la fecha han tenido un impacto importante en la inflación, al encarecerse en bolívares unas importaciones crecientes.
Fuente: Banco Central de Venezuela
Por último, podemos señalar que la inflación venezolana es auto inducida, la inflación de hoy crea expectativas de inflación en el futuro. Para hacer frente a la pérdida del poder adquisitivo, todo el mundo espera que año tras año, el gobierno anuncie un incremento del salario mínimo o de todos los salarios, muchas veces, los incrementos de precios se dan antes de que los salarios se incrementen efectivamente. Por otra parte, debido a que las tasas de interés pasivas están muy por debajo de la tasa de inflación, no existe ningún estímulo al ahorro, por lo que la gente está condicionada a comprar hoy todo lo que pueda, porque tiene la seguridad de que en el futuro costará mucho más.
Ahora bien, sólo hemos examinado el fenómeno desde la óptica de la demanda, debemos hacerlo también desde la perspectiva de la oferta. En este sentido, vemos que durante los últimos años (2008 al 2010) la inversión privada ha venido descendiendo, lo que se puede verificar en las estadísticas del Banco Central, lo que significa que no hay incrementos en la capacidad de producción de bienes y servicios nacionales, y que el crecimiento económico ha estado sustentado en el alza de los precios del petróleo. Si no hay crecimiento de la producción no hay generación de empleo y no hay incremento en el consumo. Sin embargo, aquí se da una paradoja, porque según las estadísticas del Banco Central si ha existido aumento en el consumo, lo que sólo puede significar que el mismo está financiado de una manera importante por el gobierno a través de transferencias a personas naturales, llámense éstas becas, jubilaciones, ayudas especiales, etc.
Índice de formación bruta de capital fijo
Fuente: Banco Central de Venezuela
De esta manera, el gobierno se ve entrampado en seguir la asistencia a los más desposeídos que no encuentran una colocación productiva, mientras los precios del petróleo sigan al alza no hay problemas mayores. Aunque llama la atención que a pesar de los altos precios se esté dando un proceso de endeudamiento de la República. Esto pudiera ocasionar en el futuro muchos problemas, por ejemplo, para cancelar la deuda se podría hacer necesario recortar sustancialmente el gasto social y de inversión del Estado con las consecuencias previsibles en términos de desempleo e incremento de la pobreza. Como se puede observar en la gráfica siguiente, desde el año 2002 se ha dado un proceso de endeudamiento externo creciente, acelerándose éste desde el 2008 al 2010.
Deuda externa en millones US$
Fuente: Banco Central de Venezuela
En resumen, podemos decir que la inflación venezolana depende de una expansión constante de la masa monetaria, del gasto público, en especial del gasto social, de las devaluaciones de la moneda, de un factor político de desconfianza del empresariado que ha decidido congelar las inversiones y no incrementar la producción frente a la política de regulación de precios y sobre todo por el peligro de expropiación, y de la inflación auto inducida. Por lo tanto, una política anti inflacionaria tendría que ir dirigida hacia el ataque de dichas causas.
Ahora bien la pregunta es ¿qué tan factible es que dicha política se implemente? Para mí, la respuesta a esta pregunta no hay que buscarla en lo económico sino en el ámbito político. Una política anti inflacionaria tiene sus costos políticos, y si no, que lo diga desde la ultratumba el desaparecido ex presidente Carlos Andrés Pérez.
Uno de los factores más difíciles de manejar pareciera ser la desconfianza del sector empresarial venezolano con respecto al gobierno, veo muy difícil un acercamiento del gobierno y los empresarios. Negociar con los industriales y comerciantes puede tener su costo político en el apoyo de los sectores radicales marxistas que no quieren ningún tipo de acuerdo con la clase empresarial. Ahora, sin este acuerdo se ve muy difícil vaticinar un crecimiento sostenido de la producción nacional de bienes y servicios. Y este aumento es crucial para abatir la inflación por el lado de la oferta.
Si actuar por el lado de la oferta se ve complicado, hacerlo por el lado de la demanda no luce menos difícil
Además, hay que tomar en cuenta el mercado petrolero, mientras que los precios petroleros se muevan hacia arriba hay pocos incentivos para implementar una política anti inflacionaria que seguramente tendrá sus costos políticos y sus dolientes. Los ingresos adicionales por el alza de los precios del petróleo permiten continuar financiando el gasto público y conseguir préstamos en el exterior. Ahora todo podría cambiar drásticamente si los precios se derrumbaran, lo que por los momentos y en virtud de la situación del Medio Oriente suena como muy poco factible.
Después de todo este análisis, cualquiera pudiera pensar que la conclusión es que estamos al borde del precipicio y pudiera presenciarse un estallido social. Sin embargo, creo que la economía va más allá del análisis frío de unos números. La economía tiene que ver con la gente y su forma de actuar como consumidores y como productores. La inflación puede ser un problema grave pero como ya hemos visto la gente se acostumbra a ella y sigue viviendo de algún modo. El desarrollo de una mentalidad de expectativas inflacionarias se observa por el hecho de que a diario estamos viendo manifestaciones solicitando aumento de las remuneraciones para paliar el deterioro del ingreso real por la inflación, pero nadie sale a manifestar a favor de mantener los salarios a cambio de una inflación cero.
Para quienes viven en una economía inflacionaria, es decir, nosotros, la inflación es como la lluvia que a todos empapa por igual, pero que está fuera de nuestro control, algunos tienen un paraguas más grade y otros más pequeño, y los reclamos van por la vía de solicitar que nos agranden el paraguas, y no que cese de llover.
La historia parece corroborar que es posible vivir durante mucho tiempo con un nivel de inflación galopante, para muestra un botón, la historia económica venezolana desde la década de los 80. Esto pareciera no ser suficiente para desatar un malestar social generalizado que conduzca a una desestabilización económica. El peligro es, que de galopante se convierta en carrera desbocada o sea hiperinflación, en este caso, pueden estallar revueltas sociales y los gobiernos pueden caer. En el caso venezolano, eso ocurrió en el 89, y significó la desestabilización del gobierno de Carlos Andrés Pérez, aun cuando, el alza del índice de precios no llegó a los tres dígitos.
Al revisar los casos de hiperinflación que se han dado, en particular, en nuestro continente, podemos ver un común denominador, los países que han llegado a dicha situación han tenido gobiernos que agotaron su capacidad de endeudamiento y han caído en un estado de quiebra, incapaces de atender su deuda pública externa e interna. Quizás por esto, es importante para el gobierno venezolano estar pendiente del comportamiento del endeudamiento. Cuando a los gobiernos se les acaban los ingresos, y tampoco pueden pedir prestado, el camino es emitir dinero sin ningún respaldo, y el camino a la hiperinflación es seguro.
Sin duda alguna, un objetivo del gobierno debe ser evitar a toda costa que el proceso inflacionario escale a niveles de hiperinflación.
A mi modo de ver más desestabilizador políticamente puede ser el desempleo que una inflación moderada o galopante, el desempleo genera un estrés y desesperación en las personas muy grande, y hasta les hace perder la autoestima. El desempleo se vive como una desgracia personal y familiar, en cambio la inflación se vive como el mal de muchos, de los cuales yo soy uno más.
¿Cuán factible es que el gobierno adopte una política anti inflacionaria? Una pregunta importante sin duda. Yo diría que en los actuales momentos la probabilidad es cero. Cualquier política anti inflacionaria puede ser altamente impopular, puede generar desempleo, recorte de programas sociales, ajustes de precios al alza por lo menos inicialmente, recorte de los subsidios y transferencias, disciplina fiscal (léase disminución de los gastos), ajuste de las tasas de interés, devaluación abrupta de la moneda, tipo de cambio flotante y libre, etc. El esquema anterior corresponde a la versión FMI de una política anti inflacionaria, basada en un enfoque monetarista de la inflación. El problema de este enfoque es que no toma en consideración otras variables, no toma en consideración las especificidades de una economía en particular, ni reconoce el efecto social y político adverso que tiene una política de shock como la planteada.
Venezuela se encuentra a las puertas de un escenario electoral en el 2012, por lo tanto, el gobierno no se encuentra en una posición de darse el lujo de aplicar una política anti inflacionaria que pueda afectar negativamente su votación el próximo año. Por el contrario, creo que el gobierno de aquí a las elecciones seguirá un camino opuesto a una política anti inflacionaria. De aquí a las elecciones podemos ver posiblemente un crecimiento de la masa monetaria por la vía de un aumento del gasto en programas sociales, por una mayor disposición a incrementar las remuneraciones de los sectores gremiales que estén demandando mejoras en su nivel de ingresos, importaciones masivas de alimentos y otros bienes de consumo para ser comercializados a bajos precios e incremento en los niveles de endeudamiento.
El problema de la inflación no sólo hay que analizarlo desde la perspectiva de un exceso de circulante, el problema es que ese circulante es excesivo para el nivel de producción de bienes y servicios. Por lo tanto, si se aplica una política drástica basada en la reducción de la masa monetaria lograré frenar la inflación por la vía de un recorte drástico de la demanda, pero a un costo de una recesión económica, y como señalé anteriormente, el desempleo es un factor explosivo en lo social y desestabilizador en lo político.
El meollo del asunto está en controlar la inflación y generar un proceso de crecimiento sostenido en la producción de bienes y servicios. Sin embargo, creo que todo esto quedará en suspenso hasta después de las elecciones del 2012.
Después de leer todo lo anterior, cualquiera pensaría que todo es malo y que podría ponerse peor. El gobierno bolivariano ha aceptado implícitamente a la inflación como un componente del esquema económico, a cambio de esto, un gasto social elevado ha permitido mejorar el índice de bienestar humano, el consumo de proteínas per cápita, incrementos en la población estudiantil a todos los niveles, mejoras en la atención primaria en materia de salud, incrementos en el salario mínimo, aumento de las pensiones, etc. El gobierno en función de la atención a la población de menos recursos ha logrado un capital político nada despreciable, en el sentido que después de 13 años de gestión cuenta con un 40% a 50% de apoyo según sus críticos, cuando otros gobiernos democráticos después de un período similar están en el subsuelo de la popularidad.
Sin duda alguna, el hecho de ser un país petrolero y estar en una coyuntura de alza de precios del crudo, que puede convertirse en estructural, ha significado una palanca formidable para la política social emprendida; también le ha permitido mantener la inflación en niveles elevados, pero sin caer en el caos de la hiperinflación; también le ha posibilitado sustituir o complementar producción nacional por bienes importados, en algunos casos, más baratos que los nacionales; el petróleo le ha permitido tener fuentes abiertas de crédito externo.
En virtud de su potencial petrolero, el gobierno podrá después de 2012 iniciar una política económica gradual de reducción de la inflación, por supuesto, combinado con una política complementaria de incremento de la producción nacional, lo cual de por sí amerita un artículo entero, porque esto último comprende factores no sólo de carácter económico sino también políticos. Debido a que parece imposible a largo plazo mantener un crecimiento económico acelerado y continuo con altas de inflación, tarde o temprano, habrá que abordar la tarea de reducirla a tasas de un dígito, pero por los momentos estamos más concentrados en el corto que en el largo plazo, ya habrá tiempo para ocuparse de eso.