Hay un camino: Un discurso entre la promesa y la Historia

 La batalla electoral en Venezuela ha perdido sin dudas el ritmo al cual nos ha tenido acostumbrados Hugo Chávez en la última década. El ritmo de tambores en la costa, los llaneros a caballos emulando con el advenimiento de cada jornada electoral, el pasado glorioso de los libertadores y la tarea inconclusa del presente. Para el Chavismo el futuro se difumina entre un presente intermitente de rupturas y complicaciones que requiere del afianzamiento del proyecto por construirse. A diferencia de la democracia representativa, no se trata de una polarización simple entre verdes y blancos, pues la esencia en este momento político es, Hugo Chávez y la oposición. Ésta última constituida por una multiplicidad de factores que terminan en una unidad de “lo mismo”, con el frágil ligamento del enemigo común, incapaz por sí solo de construir una agenda propia que gire en torno a la figura “fuerza” del líder, del caudillo, del hombre – pueblo.

En una marcha hacia la avenida Bolívar, miles de seguidores se movilizan al ritmo de canciones de agrupaciones como Lloviznando Canto, Alí Primera, ataviados de símbolos que recuerdan cada una de las batallas que se han librado desde que el Proyecto Bolivariano logró convertirse en opción electoral. Son cristianos, comunistas, blancos, negros, indígenas, pero fundamentalmente sectores populares en quienes el discurso de Chávez ha encontrado asidero, en esos sectores también múltiples (algunos decantados de la vieja izquierda), pero en términos numéricos conectados a los miles de desposeídos del “paraíso petrolero latinoamericano” asolado brutalmente en la década del 90 por la reestructuración neoliberal, ampliando la brecha no sólo entre el poder adquisitivo y la incapacidad de la demanda de la población, sino también en la esperanza de una transformación de la condición de vida.

 El Chavismo compuesto asimismo por sectores afectos como empresarios “socialistas”, viejos políticos, misioneros provenientes de todo el país, cuestionados por la oposición de forma permanente por considerarse tarifados y movilizados por un interés económico, expresan una realidad evidente, elección tras elección, a diferencia de la oposición, y es que: la fortaleza de Hugo Chávez reside en la Venezuela “periférica” y en el Oeste Caraqueño, en las Regiones que olvidan los partidos políticos opositores que se han focalizado en los sectores de clase media alta del Este de Caracas. A diferencia de lo que sostiene el Himno Nacional, según las estadísticas, son regiones como los Llanos, Occidente, Oriente el Ejemplo de la victoria aplastante del Chavismo,  aunque incluya victorias abultadas en el Oeste de Caracas, la geografía electoral del Chavismo se expresa en los sectores socialmente más asolados por las vulnerabilidad económica los largo del país.

¿Pero, cómo ha sobrevivido Hugo Chávez una década de reinvenciones en las Batallas Electorales?, la mayor arma del chavismo ha residido en su política de inclusión social que ha convertido a estos sectores populares en grandes benefactores de un Estado tradicionalmente elitista y que ha sido posible con el apoyo económico del petróleo. Pero el mayor impacto de Chávez es el discurso esperanzador, el discurso que no se desdibuja en el tiempo sino que se afianza, no se trata de una relación clientelar, el discurso de Hugo Chávez no promueve sencillamente los valores del desarrollo individual, o la formación de una nueva clase dirigente, se propone en una interpretación del recuento histórico, un modelo colectivista que combina propiedad individual con aspiraciones colectivas, eso lo ha llevado no sólo a un modelo interno sino a un proceso de integración regional que ha resemantizado los modelos creados por las oleadas regionalistas de la década de los 60.

A pesar del enorme impacto de los medios de comunicación masivos, en alto porcentaje privado, del alto índice de consumo en una economía en franco crecimiento, devoradora de símbolos culturales occidentales el Socialismo de Siglo XXI se ha impuesto por la vía de la democracia liberal,  abriendo un ciclo continuo de derrotas a la tradicional oposición y enfocando su enemigo en la política hegemónica estadounidense. Mientras Chávez se ha conectado más a los sectores desposeídos, sus brechas con las clase media propietaria se han ampliado, y esto es evidencia de que en contraposición del fracaso del modelo “policlasista” de la socialdemocracia, la política de Chávez ha girado en torno a brindar seguridad social en un contexto económico mundial caracterizado por el fin del Estado de Bienestar y el quiebre de las economías capitalistas. ¿Comunismo? ¿Dictadura?, caminar las calles de Venezuela es  la mayor evidencia del montaje de una matriz mediática a nivel internacional, la transición del Socialismo Bolivariano ha tocado sectores económicos poderosos pero aún no los ha aniquilado, a diferencia del discurso opositor, la mayor expropiación que ha hecho Hugo Chávez a sus rivales políticos ha sido a nivel discursivo y complementado con una ética personal que no se pone en dudas en un país impactado por políticos corruptos que convirtieron de Miami su exilio favorito.

Una calle en 23 de Enero muestra un mural con el rostro de Chávez, pero también una plaza en homenaje a Marulanda; la misma comunidad evidencia que una fracción radical piensa en el camino armado como posibilidad en un escenario sin Chávez. Mientras el Líder triunfa en las urnas, los sectores que militan en el chavismo se aglutinan, conviven entre la crítica y las diferencias, pero sería un error pensar que se trata de movimientos políticos, es más bien la expresión de modelos de sociedad, y sin dudas, el Socialismo de Chávez ha permitido evitar un conflicto social de alta intensidad ante la herencia de un retrasado modelo productivo caracterizado por su naturaleza rentística petrolera.

¿En la otra acera que hay?, Irene Sáez; una reina de belleza, fue el primer campanazo a los que apostaban a la video – política, en un país que se ha convertido en un icono del “fetiche” de los concursos de belleza, los venezolanos no dudaron en castigar el mismo modelo en el que conviven y se han formado, apostando por un Hugo Chávez que ya desde la intentona del 90 denunció la “pobredumbre” de un modelo explotador de las riquezas nacionales en detrimento de los sectores populares. No obstante, la “burguesía nacional” se alió en la candidatura de “Salas Römer” un outsider que dio acuse de la grave crisis partidista, y de los actores tradicionales de la política. El monopolio de la representación expresado en el bipartidismo se rompió y los escenarios de relevo como la Convergencia de Caldera fueron a una franca caída que se desarrollaba desde la propia Convergencia de Caldera.  En un tercer momento apostando a liderazgos regionales, en el reciclaje de las candidaturas bipartidistas se optó por un candidato como Manuel Rosales, asociado a la política tradicional y con un discurso desgastado en la promesa y en la desconexión, la derrota permitió abrir el camino de la consolidación del chavismo.

¿Un cuarto acto? Con partidos políticos pulverizados, los sectores más radicales del social – cristianismo agrupados en Primero Justicia, dieron como fruto la candidatura de Enrique Capriles Radonski, una versión “fresca” de la derecha venezolana, pero asociada inevitablemente a la aventura golpista del 2002 que terminó por extraviar las alternativas electorales opositoras. ¿Qué tan nuevo es lo propuesto por Capriles?, las confrontaciones electorales se han dado en un segundo nivel, pues la “agenda nacional” vuelve a marcarla Chávez; esta vez con una imprevista convalecencia que ha puesto al país en un escenario inimaginable hace un par de años.

Por primera vez los sectores que han acompañado al chavismo han experimentado de cerca una ausencia física, y es que la salud de Hugo Chávez ha puesto de manifiesto que el proyecto no ha concluido, que lejos de la retórica electoral, el Hombre, el Candidato, el Líder, se enfrenta a sus propias batallas, un Chávez Proyecto, se ha puesto de realce en los números estadísticos con una creciente popularidad sin la necesidad de recorrer con el ímpetu de sus batallas anteriores. Un Chávez convaleciente no se ha traducido en síntoma de debilidad, sino de optimismo, de esperanza, un hombre que lucha por su propia vida y que es entendido por quienes lo apoyan y lejos de suponer un escenario de incertidumbre, los aglutina nuevamente sin el sonido de la Diana, es la Batalla de Hugo Chávez por la Vida, una metáfora sin precedentes en la historia electoral del país.

Mientras Capriles se enfrenta al desafío de aglutinar a sus propios seguidores con las tradicionales prebendas en un discurso de un solo camino: propiedad privada, retorno de los ex dirigente opositores, retorno de la dirigencia de PDVSA, el mismo que en el pasado ha sido derrotado electoralmente pero que ha tratado de completar en un intento desesperado con la aprobación a las misiones sociales de Chávez. El error de Capriles es tratar de congeniar dos tiempos históricos totalmente adversos, el Socialismo de Chávez con la Venezuela Neoliberal, ese experimento no ha funcionado entre otras razones, porque le ha sido imposible expropiar las categorías discursivas que sustentan el discurso del chavismo: el progreso no es otra cosa que un viejo remoquete del paquete Neoliberal, que se sustentó en el aumento de la inversión privada y el proceso de pérdida del Estado de Bienestar.

Las contradicciones que se generan en el discurso opositor han terminado por acentuar una pérdida de identidad que ha supuesto la crisis de los sectores más radicales de la burguesía nacional y que se barajan en alternativas no electorales, la cohesión fundamental para generar el enfrentamiento electoral se encuentra con un escollo difícil de vencer la creación de un ambiente electoral, pero para eso es necesario que Hugo Chávez entre en el ruedo electoral, en el discurso de confrontación. Sin dudas, es una pésima noticia para los sectores opositores que la candidatura de Hugo Chávez logre la supremacía estadística sin entrar a plenitud en la campaña, puesto que el elemento central para pensar en una opción electoral viable, sería superar los números más bajos que haya obtenido el Chavismo, y estos no fueron alcanzados ni en las primarias, ni en las elecciones a la Asamblea Nacional, Hugo Chávez cuenta con una especie de “ejército de reserva” que en este escenario electoral se ha re-encantado, re-conectado con el Líder mientras batalla por el afianzamiento del proyecto Socialista.

En conclusión, nos enfrentamos a unas elecciones presidenciales inéditas, a un ritmo diferente al acostumbrado por el candidato Hugo Chávez, que se consolida no sólo por los resultados de su política, sino por el control de ese discurso “esperanzador” que ha intentado “tomar” el candidato Capriles Radonski, generando una crisis de identidad en la candidatura opositora y plasmándose en la alusión al “autobús del progreso” contentivo de lugares comunes en la crítica de la gestión gubernamental imposibilitada de crear un “discurso renovador” que trascienda las referencias sobre inseguridad o expropiaciones. Esta candidatura opositora se ve atada a las incongruencias entre dos modelos diferentes de país incompatibles, apostando nuevamente por una visión que combina la Video – Política del candidato “fresco” y las deudas con las elites tradicionales, impidiendo la conexión con ese grueso sector social que a final de cuentas es el que termina decidiendo las elecciones del país y no se espacializa en la cartografía discursiva del candidato Radonski.

jfortique@hotmail.es



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José Fortique


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