Julio Borges, Carmona, Uribe Vélez, Capriles y demás por todos conocidos se oponen a que el Presidente Hugo Chávez exponga su obra de gobierno en fase de desarrollo, para que el pueblos sepa por derecho propio, a que ha de atenerse para juzgar.
Esa oposición apátrida y criminal aludida pretende inducir en el pueblo un modelo de pensamiento que sólo sirva de pretexto a la capitalista sociedad de consumo que diseña necesidades antes que bienestar; esa élite se cree con derecho a pensar por el gran pueblo, pretenden disponer que oigamos únicamente lo que sus medios de difusión dispongan para embobarnos y así someternos a la esclavitud, de nuevo.
Julio Borges tiene derecho a decir lo que él quiera pero se pasa de maraca cuando pretende impedirle al pueblo venezolano que oiga a su presidente legítimamente elegido, a diferencia de Carmona que fue impuesto.
Julio Borges le teme a la verdad resplandeciente que es la obra de gobierno de Chávez, ignora o pretende ignorar el sinvergüenza aludido y sus demás secuaces, que el cerebro de cada uno de nosotros es capaz de procesar todo tipo de informaciones y, decidir. A eso le temen.
La oposición apátrida sigue un libreto escrito en Washington y es, tutelar un patrón de pensamiento satélite del imperio norteamericano. Mas, nuestra respuesta a esa pretensión no debe ser en el futuro sino ahora: Cadena y más cadena, debate y más debate popular de las mismas, en cada esquina, en cada calle, en todas partes e incorporar los frutos de esos debates a la recomposición del nuevo plan socialista de gobierno propuesto por el Presidente.
Otra cosa fuera sí los medios de difusión privados difundieran realmente la obra de gobierno.
Para no parecer obcecado, estimo que sería más eficaz editar las cadenas y difundirlas más y mejor condensadas a un horario en que todos podamos verla pero, de ninguna manera ceder un derecho inalienable tal que es la información.
Si cedemos que sea el enemigo quien lleve noticias al pueblo venezolano sería mejor despedirnos del proyecto revolucionario y disponernos a ser esclavos para siempre.
La fortaleza de una cadena depende del más débil de sus eslabones y no podemos flaquear por azar en un escenario de batalla crucial como el de ahora en que el tiburón ronda con su bocota abierta mientras sus lacayos hacen el trabajo sucio.