Desde aquellas infelices declaraciones donde Capriles hablaba de la supuesta hediondez de los europeos, en un país donde precisamente viven millones de emigrados de naciones europeas, como una forma de criticar la ley de costos y precios justos, precisamente porque el gobierno había obligado a los empresarios a colocar el precio real de los envases de desodorantes, al candidato no se le ocurrió otra cosa que irrespetar a los europeos, muchos de los cuales apoyan económicamente al aspirante presidencial.
Pero si ese fue el comienzo, ya desatada la campaña electoral en su fase casi final el candidato, en su estrategia de contactar a sectores del país, fue precisamente a uno de los estados más importantes y donde la clase obrera tiene un poderoso componente numérico, el estado Bolívar, centro de las mayores industrias mineras del país. Allí, curiosamente, el Comando caprilero organizó un encuentro con un grupito de trabajadores pero no en el portón de Alcasa o Venalum o de Sidor, nada de eso, en un colegio de un exclusivo barrio de Puerto Ordaz hizo la casi clandestina reunión y en el marco de unas palabras que no llegan a discurso cometió uno de los mayores errores de su carrera electoral al llamar a los trabajadores, en un lenguaje escatológico, vulgar, soez, con pretensiones populistas, y que están con el proceso revolucionario: “jala bolas”, es decir, aduladores del gobierno revolucionario, del presidente; que él como presidente no quería ese tipo de trabajadores. Pero no quedó allí aquella insólita e injustificada agresión verbal, sino que agregó que los trabajadores eran unos flojos, unos haraganes.
Ni siquiera a los trabajadores que estaban presentes en aquel acto les gustó aquellas frases que atacaban innecesariamente a la mayoría de la clase obrera que apoya el proyecto revolucionario bolivariano. Caras largas, mohínes en el rostro, arrugas que expresaban el desacuerdo con aquel desatino, estúpida torpeza que en un tiempo mínimo obtendría respuesta de la clase trabajadora como en efecto ocurrió en el propio estado Bolívar y en La Guaira con descomunales y combativos actos de masas de repudio al candidato.
La contundente respuesta del líder de la revolución bolivariana no se hizo esperar y allí, en brillante e inolvidable discurso, verdadera clase magistral de política, ante un emocionado y combativo pueblo trabajador, el comandante Hugo Chávez hizo un análisis de clase no sólo del burgués Radonski sino de todos los presidentes habidos en Venezuela –con honrosas excepciones como Medina, Delgado Chalbaud, Larrazábal– que sí habían sido unos auténticos aduladores, serviles y “jala bolas” de los gobernantes y empresarios yanquis, a quienes habían entregado las riquezas y la dignidad de nuestro país y sumido a nuestro pueblo en la más espantosa miseria y pobreza.
“Jala bola eres tú, majunche, candidato de la burguesía”, tronó Chávez y caracterizó certeramente al joven candidato que, una vez más, está recibiendo más palo que una gata ladrona. Pudiera decirse que prácticamente quedó bautizado y estigmatizado como el “majunche jala bolas”. Mal momento para un bautizo en medio de la hilaridad de miles de voces que coreaban a gritos aquel remoquete con que fue bautizado el vapuleado candidato de la extrema derecha.
Y es verdad y tiene razón Chávez, el problema es de clase. Radonski en la reunión con el grupo de trabajadores aunque estaba hablando como candidato, su rol fundamental era el de “empleador”, el de empresario: él mismo lo diría con insospechada sinceridad y supina torpeza cuando un periodista le preguntaba el 30 de abril pasado si iba a desfilar el 1º de Mayo, y su ladina respuesta fue, palabras más, palabras menos: “No, yo no soy trabajador sino empleador, que marchen los trabajadores”.
La clase burguesa, los oligarcas, toman distancia del pueblo, se desmarcan frecuentemente de éste, lo desprecian, ese pueblo les da asco porque ellos tienen una estructura mental donde se consideran superiores, ese trabajador es para enriquecerlos a ellos, para explotarlo, para extraerle la plusvalía. Si se analiza la conducta de los presidentes desde 1959, con el gobierno de Rómulo Betancourt, pasando por Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera, Lusinchi, Ramón J. Velásquez, todos, sin excepción, estuvieron al servicio de las transnacionales. Calificarlos de “jala bolas” es, sencillamente, revelar la conducta de la burguesía, porque es vil y canalla, cruel y criminal con el pueblo pero con las transnacionales del petróleo, con los presidentes norteamericanos y otros, se volvían unas patillas, se prosternaban, se inclinaban, doblaban la cerviz. Esa es la historia de la infamia y parte de la historia más triste y negra de Venezuela, la historia de las mentiras históricas, presidentes de pacotilla ensalzados como los estadistas que nunca fueron.
Lo mejor del discurso de Chávez con los trabajadores fue que puso al desnudo una verdad ocultad, en abierta confrontación y lucha de clases, que la burguesía y sus líderes, candidatos y presidentes nunca han sido soberanos, nunca han tenido actitudes y posiciones dignas, ni siquiera tímidamente nacionalistas, siempre ha sido una clase aduladora, popularmente hablando, “jala bola” y, por ser Radonski un burgués y representante de la clase en el proceso electoral, por extensión, él es un “jala bolas”, mejor dicho, un majunche jalabolas que igualmente va a perder las elecciones por paliza.
El autor es: Miembro del Movimiento Social de Medios Alternativos y Comunitarios MoMAC
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