Un esclavo levanta su mano, que se enciende cual antorcha, sin quemarse. Hombres en llamas corren por las calles. El pájaro de la noche chilla de día en el mercado. Un león se escurre asustado. Rumores que propagan los inminentes asesinos de Julio César, según cuenta Shakespeare en Julius Cæsar, I, iii.
Cuando hay inestabilidad política, o se la teme, se sueltan pavores similares, sobre todo ante alteraciones catastróficas, como las que asegura la oposición. Entre el 11 y el 14 de abril de 2002 los tontos nos volvimos menos tontos.
Es, pues, inútil el meneo desmelenado de Henrique Capriles tratando chapuceramente de lucir popular comiendo suapara y empanadas con carne adentro. Grita en Margarita «¡viva El Tirano!», refiriéndose a la playa de ese nombre, por donde desembarcó el Tirano Lope de Aguirre, sin saber que en Margarina guardan de Aguirre un recuerdo protervo. La oposición no profesa ni inteligencia ni cultura. Si las respetaran no postularían ramplones.
Por un mes oiremos rumores horripilantes. Matanza de yanomamis, niños secuestrados y trozados para vender sus órganos, etc.
En su amargura ansían devastaciones, pestes, cataclismos. No sé si lo de Amuay fue sabotaje, pero el comportamiento de la oposición, diría Cabrujas, causa mala impresión. En todo caso ya saben que los atentados no funcionarían porque el gobierno mostró capacidad de reacción rápida y satisfactoria, dentro de lo irreparable. Casas para las familias que perdieron las suyas, pensión y becas para quienes sobrevivieron, sin especular la tragedia, etc. Casi simultáneamente con las inundaciones en Oriente y la construcción de un puente de guerra en Cúpira, antes del tiempo previsto. De hecho Amuay y demás infortunios ampliaron la brecha entre Hugo Chávez y el chambón. Y si se descubre la patraña, la catástrofe se revierte sobre ellos.
En el Simulacro electoral hay evidencias de nueva votación de clase media por Chávez.
El 7 de octubre el candidato opositor y su partido se volverán polvo cósmico y entrarán AD y Copei a pujar por sus candidaturas a gobernaciones y alcaldías. A esos partidos no les conviene objetivamente una patada a la mesa. ¿Serán racionales o se someterán a la Embajada sumándose al autobús sin retorno del aventurerismo? Es por una duda que tengo.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com