¡Mujer al frente!

Raíces de la rebeldía (II)

Mañana es hoy

“No deje el tiempo al tiempo. Abusa” –Jean Amadou

Parte II

Pasado & presente nuestros

Como dato histórico, Túnez pre-islamizada en tanto como Ifriqya fue parte del territorio de la Numidia (202-46 ante C.), África del Norte actual. Sus pobladores originarios eran judíos y amazigh (mal llamados “berberes” -distorsión de bárbaros- por los occidentales desde la época romana y su dominación sobre Cartago). Durante aquellos tiempos de autonomía, se había edificado por largos años un Estado-nación amazigh poderoso con expansión comercial en toda el área de la cuenca mediterránea.

Mucho antes todavía, mencionaremos en la antigua Ifriqya la gran civilización cartaginense con Amílcar Barca (275 a 228 ante C.), el cual se enfrentó valientemente contra del imperio romano; fundador de la ciudad actual de Barcelona, en España, nombre derivado del propio Barca. Su hijo Aníbal (247 a 183 ante C.), como se sabe, atravesó primero el estrecho de Gibraltar con sus tropas y sus elefantes, luego pasó heroicamente las alturas nevadas de los Alpes llegando hasta las puertas de Roma.

De paso también, vale mencionar la hazaña guerrera de un jefe amazigh convertido al Islam, Tarek Ibn Ziâd, quien a principio del siglo VIII, dirigió con audacia la primera expedición armada (711-718) a favor de los árabes en un territorio ultramar europeo lo que devendrá la Andalucía Árabe, dando su propio nombre al estrecho cruzado como Jabal Tarek (montaña de Tarek), luego transfigurado por la pronunciación occidental en Gibraltar.

La colonización árabe de población tuvo un fuerte impacto genocida [lo mismo hicieron los españoles contra los nativos en Suramérica y el Caribe] sobre los pueblos originarios africanos del norte, y dejó un legado de dependencia cultural hasta el presente en países del Maghreb (significa Oeste y occidente en Árabe). El nombre original Ifriqya fue sustituido por éstos invasores por el de Túnez (significa en Árabe el país sereno y acogedor!) –quedando entonces el nombre original para denominar al resto del continente como África. El legado consistió en el idioma árabe dominante (influenciado por la lengua autóctona amazigh sobretodo en Argelia y Marruecos) y la religión musulmana según la secta mayoritaria sunita malekita patriarcal con su tajante diferenciación de género a desventaja de la mujer. Este rasgo discriminatorio parece ser más bien una característica general de las religiones monoteístas. Mientras en la cultura autóctona originaria al igual que en África en general, básicamente la mujer mantiene un espacio central –más aún en el campo- en la vida socioeconómica, cultural y espiritual, con una relación más bien harmoniosa y libre con su cuerpo.

Es un hecho que todavía se observa incluso en el seno de la población femenina afroamericana desde el tiempo de la esclavitud hasta nuestros días. La conversión forzosa al Islam de una mayoría amazigh y un grupo limitado de judíos, llegó en cambiar profundamente la relación mujer/hombre haciendo del cuerpo –él de la mujer específicamente- un tabú en vez del sustento físico-orgánico del Ser y su presencia en el mundo. Esta influencia drástica desplazó tanto la práctica animista como las otras religiones monoteístas, judía y cristiana, de muchísimo más antigüedad y arraigo en el país. En definitiva, como bien lo describía Fanón, toda empresa de dominación colonial deriva de un hecho de gran violencia.

A lo largo de los siglos, desde las constantes olas de invasiones árabe (647–711 era c.), en Ifriqya, los nuevos colonizadores acabaron por integrarse y su reciente fe tuvo que adaptarse frente a la gran resistencia del pueblo judío y amazigh (en parte animista, cristianizado y judaizado) –a través de un largo proceso de asimilación reciproca- produciendo al fin una coexistencia entre por una parte creencias cristiana y judía y por otra parte una tendencia musulmana sunita malekita moderada, sincrética, al fusionarse con prácticas animistas antiguas (transfiguradas luego y hasta hoy en marabutismo alrededor de figuras de “santos” o Sayed locales). Esta es una característica fundamental de la cultura musulmana dominante como resultante del Islam en Túnez: moderado y tolerante.

Volviendo al tema del sistema sociocultural patriarcal: su impacto negativo sobre el género femenino fue reforzado por fundamentalistas dentro de las religiones monoteístas, en oriente y occidente, con mayor gravedad aún en regímenes autocráticos y decadentes del mundo musulmán (donde los árabes representan tan solo una minoría) sometido al coloniaje occidental. En ciertos medios sociales de África del Norte, Medio Oriente, golfo pérsico hasta más allá en Pakistán y países asiáticos musulmanes (Indonesia y demás) –más aún cuando son dirigidos por poderes religiosos conservadores, hombres, claro está--, la dominación se aplica en primero lugar de forma obsesiva, invasiva, opresiva, represiva y con hostigamiento contra el cuerpo de las mujeres desde la edad de niñas cuando sufren la excisión del clítoris (no en Túnez). Ellas están siendo percibidas e identificadas al igual que en aquellos tiempos pre-islámicos primero por su sexo: hembras. Son objeto de vigilancia constante. Se les obliga a cubrir su cuerpo con velo. Son motivo potencial de escándalo y vergüenza para la familia. Su cuerpo se vuelve tabú, en él proyectan un sinnúmero de negatividad. Son víctimas de secuestro, violencia moral, sicológica y física, violación, lapidación, incluso asesinato en nombre del honor familial. Por siglos, generaciones de niñas y mujeres han sufrido ofensas e injusticias, nacidas para una vida sin valor.

La opresión colonial europea ha contribuido en reforzar aún más las tendencias religiosas conservadoras degradantes de la vida social. Era un arma más ésta vez puesta en manos de los hombres colonizados cómplices sino embrutecidos contra su propia sociedad y ellos mismos hasta hundirse un grado mayor en el oscurantismo abismal. Era la razón por la cual los patriotas independentistas en Túnez en la primera mitad del siglo XX tenían desprecio profundo hacia los jefes religiosos, Imâm colaboradores y otros “cheikh” impostores, recuperadores de un Islam esclerótico, vendidos al poder autocrático y al colonialismo. Hoy, con los islamistas hemos vuelto a lo mismo.

La complejidad paradoxal del asunto hará que el espíritu de justicia ligado a la teología de la liberación del Islam original en tiempos de Muhammad, específicamente, fue reivindicado con mucha fuerza como ideología y sirvió de incentivo poderoso y bandera de la lucha independentista, llamando de nuevo al Jihâd emancipador contra el colonialismo francés tanto en África del Norte como en otras áreas del África del Oeste, Centro y al Este. En aquellos tiempos de lucha independentista, las mujeres aprovecharon la oportunidad de la lucha frontal de todo un pueblo contra el poder colonial para abrirse paso como dignas combatientes en varios terrenos al lado de los hombres. El Islam constituyó entonces un poderoso estimulo tanto ideológico como espiritual para ambos, mujeres y hombres reconciliados en la misma trinchera patriótica. Para arriesgar una comparación relativa, sería como evocar la diferencia entre el dogma de una iglesia que instrumentaliza a un Jesús Cristo a favor de los poderosos, y el verdadero Jesús humilde y rebelde defensor de los pobres, de los explotados, reivindicado en la teología de la liberación por l@s cristian@s revolucionari@s ésta vez a favor del cambio de época.

Las buenas almas europeas incluyendo aquellas izquierdas sin dientes, se han dado el lujo o el cinismo eurocentrista cuando enfocan al Islam de dos modos diferentes e interesados: primero nunca se cansaron por criticar al Islam de forma sincrética y a través del prisma de la condición femenina en algunas tierras musulmanas –opacando la condición de la mujer en países occidentales, la cual dista mucho de ser ejemplar. Segundo, salen hoy de pronto para aplaudir un supuesto “Islam político moderado”, aliado de las fuerzas imperiales a la vez fundamentalista y opresor de la mujer.

En definitiva, más allá de nuestras realidades propias, como enfoque global en el mundo contemporáneo, salvando situaciones locales especificas y diferencias culturales, la condición de la mujer está todavía ligada al contexto sociopolítico, económico y cultural opresivo del sistema social patriarcal.

En el caso particular de la sociedad tunecina, ésta llegó a través de los siglos en asimilar a su modo el idioma árabe y la religión musulmana, como hemos señalado, acorde con su propia idiosincrasia milenaria. Sociedades africanas y americanas colonizadas han hecho lo mismo con el cristianismo y las lenguas europeas. De hecho, una de las particularidades de la colonización de población árabe en Túnez ha sido adaptarse ella misma –casi fusionar a la larga- en vez de sólo imponerse tal cual desde afuera según el modo colonial occidental y con fuerza a la sociedad sometida, admitiendo así sin remedio los poderosos sincretismos culturales, lingüísticos y religiosos locales. De allí la gran variedad de la practica del Islam en el mundo con rituales distintos, entre moderación y rigorismos. También, dado el caso de la gran extensión territorial del imperio árabe, encontramos una diversificación de los acentos del idioma árabe entrelazado con modismos y lenguas locales. Más aún, bajo la dominación de un nuevo imperio ésta vez otomano, Túnez llegó en distanciarse todavía de la influencia árabe medio oriental, desarrollando poco a poco una nueva cultura propia esencialmente urbana mediterránea y africana, en parte acorde con su entorno físico real. El imperio francés que desplazó al otomano a finales del siglo XIX no ha hecho más que profundizar ésta particularidad tunecina. Sin embargo, Túnez dista mucho todavía por ser un país verdaderamente soberano e independiente, reconciliado al fin con su entorno geográfico y humano africano.

Dicho esto, el legado transgeneracional en Túnez abrió paso --a pesar de haber sido un país colonial hoy todavía dependiente--, hacia un proceso sociocultural evolutivo de las mentalidades, particularmente desde la independencia formal de 1956 gracias a la escuela obligatoria y la proclamación constitucional del Estatuto Personal favorable a la emancipación de la mujer –caso único en país musulmán. Todo cuanto ha contribuido en modificar de forma relativa a favor de la mujer la vieja y anquilosada relación de género mujer-hombre. Es precisamente el arraigo de esta originalidad histórica, sociocultural y el modo liberal de concebir la cultura musulmana y la práctica del Islam, los que están en tela de juicio desde el punto de vista de los islamistas integristas conservadores y reaccionarios hoy en el poder en Túnez gracias al apoyo imperial.

No nos dejemos engañar por su doble discurso: el uno fundamentalista orientado hacia sus seguidores y sus padrinos autocráticos medio orientales; el otro moderado y con pretensiones democráticas dirigido hacia el occidente y sus inversionistas capitalistas. Su objetivo político es evidente: acaparar el poder cueste lo que cueste. En el pasado (en los años 70, 80 y 90) lo intentaron por la vía del terrorismo y el golpe de Estado; hoy lo hacen por la vía de las urnas con apoyos masivos externos políticos y financieros. Su objetivo estratégico coincidiendo con el imperio, apunta hacia la desintegración del Estado-nación, como ya señalado, a favor de un conglomerado sin particularidad territorial local, con carácter religioso wahabita al estilo autocrático saudita: Nada más alejado de los intereses de la mujer tunecina, de la identidad del pueblo tunecino en su conjunto, combativo y con tradición milenaria.

Vea la primera parte aquí: http://www.aporrea.org/actualidad/a150001.html



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Rashid SHERIF


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