La de Hugo Chávez no ha sido una carrera política fácil. La misma ha estado llena de obstáculos, de traiciones, de trampas montadas y de odios viscerales de sus enemigos internos y externos, que han activado todos los mecanismos para verlo morder el polvo de la derrota. No han podido y tampoco podrán derrotarlo porque Chávez pasa por su mejor momento político y de cara a estas elecciones del 7 de octubre se perfila contundentemente como el gran triunfador. Las peores circunstancias han sido superadas, inclusive la de su propia salud, que intentó quebrarle la espina dorsal de la vida. Ahora es el candidato de la patria, convertido en un fenómeno político que ha despertado las fibras de la sociedad venezolana y del mundo entero, porque sin exagerar, no hay rincón del mundo donde no se hable de Hugo Chávez.
El empezó a construir su carrera política desde las neuronas del alma, desde los silencios, de los cuarteles, donde sembró la semilla de la revolución que pronto comenzó a germinar en los surcos de la patria. De la conciencia surgió el pensamiento político de tallo firme y con la clorofila de la transformación en sus nervaduras, que fueron bañadas por el rocío cristalino de la verdad y esparcidas por los vientos huracanados que soplaban desde el horizonte de los sueños para limpiar el rostro de fachada de la democracia venezolana. Eso era lo que teníamos antes de la llegada de Hugo Chávez en 1998, una democracia de fachada y gobiernos adecos y copeyanos arropados con el manto de la ineficacia y la podredumbre.
A lo largo de su trayectoria política, Chávez ha ido sorteando el camino de las bajas pasiones, donde a fuerza de coraje, de arrojo, de un verbo encendido, acompañado de una gestión de gobierno de empeño por querer implantar la justicia social y abrirle las compuertas del poder al pueblo para que cimente las bisagras y tome sus propias decisiones en beneficio del bienestar colectivo. Esa es la democracia que ha venido implantando el comandante Chávez, ese es su pecado y por eso mismo, grupos poderosos quieren aniquilarlo y borrarlo de la faz de la tierra.
Tal como lo he manifestado desde siempre, somos chavistas porque somos seguidores del pensamiento y del proyecto de Chávez. Somos cristianos porque somos seguidores de Cristo. Y ese es el sentimiento que está impregnado en el corazón de millones y millones de hombres y mujeres de este país. Es el mejor momento de Chávez, el mejor momento que vive la patria, la familia y la sociedad venezolana. Si bien es cierto que hay venezolanos que no se sienten identificados ni con el pensamiento ni con el proyecto de Hugo Chávez, también se puede decir que hay una inmensa mayoría de la población, electoral para más señas, que pudiera estar entre el 60 y 65 por ciento que lo apoya con pasión. Excepto en la reforma de 2007, en todas las elecciones Chávez les ha ganado. Este es el mejor momento del Comandante, así que preparados para ir a votar en paz, pero resteados y sin miedo. La victoria es nuestra. Nada de dejarnos amedrantar, si quieren guerra, pues guerra le vamos a dar, porque si hay que morir ese día pues moriremos, pero nunca dejar meternos miedo por la derecha asesina y su parranda de adeco-copeyano-justicieros corruptos.
Politólogo