Este lunes el gobierno del recién electo presidente Hugo Chávez, se acostó más contento que chamo con bicicleta nueva; y no es para menos, a partir del 1 de enero del 2013, Venezuela formará parte de los 47 Estados miembros que conforman el Consejo de Derechos Humano de la ONU y de los 8 que le corresponden al Grupo de Estados de América Latina y el Caribe. La alegría y el auto halago no tuviera fin, a no ser por la dimensión de semejante compromiso contraído; no sólo ante los ojos del mundo, sino ante los 6.500.000 connacionales que a partir de ahora, con más razones y ahínco le exigirán a lo interno, consecuencia con los postulados que enarbola el máximo organismo defensor y rector de los derechos humanos en el planeta.
Al margen del extremismo en que han incurrido algunos voceros de la oposición, al pretender minimizar el acierto que tal designación tiene para nuestro país; es obligatorio preguntarse, hasta donde el oficialismo no ira a ser candil para la calle y oscuridad para la casa, a la hora de demostrar su consecuencia con el principio que establece el organismo, en cuanto a la responsabilidad que incumbe a todos los Estados, de conformidad con la Carta, de respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos, sin distinción de ningún tipo por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión y opinión política; tomando en cuenta la cantidad de exiliados políticos venezolanos, que hoy exigen su derecho a retornar a la patria.
La sola presencia de un Estado en el organismo que se presume garante de los derechos humanos, en ningún caso significa que el país designado, esté regido por gobiernos que sean respetuoso con sus conciudadanos, verbigracia, Israel y la Cuba “socialista”. Ahora bien, tampoco podemos equiparar a nuestro país y su gobierno con estos ejemplos, pero podremos mantenernos unidos con la tranquilidad de saber que el nuestro, reafirmará la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y otros instrumentos de derechos humanos; al dejar en libertad a todos los venezolanos que desde los días de Abril del 2002, se encuentran detenidos, al margen de la discusión estéril, en torno a los calificativos de presos políticos o políticos presos.
Meternos por los vericuetos y la enredina de no poder explicarse como Venezuela denuncia su presencia en la Convención Interamericana de los Derechos Humanos y a la vez se brega su ingreso al organismo adscrito a la ONU, para nada ayuda al propósito fundamental de sentir que de verdad aquí estamos obligados a convivir en paz, en democracia y en libertad. La oposición en más de una oportunidad se ha deslizado por los camino del golpismo, la violencia y el boicot electoral, pero su ultima conducta ante los resultados electorales del 7 de octubre, dicen más que mil declaraciones en cuanto a su convicción de retomar el camino de la disidencia democrática. Así mismo, la decisión del Presidente Chávez de ordenar la promoción de una comisión bilateral, para tratar asuntos vinculados a la posibilidad de otorgar una Amnistía General, también es un buen síntoma, para pensar que es posible una nueva etapa de reconciliación nacional y reconocimiento a la existencia del contrario.
Hagamos entonces el esfuerzo para que todos los venezolanos, nos sintamos orgulloso de tener esta nueva tribuna en el ámbito internacional. El gobierno y por supuesto el Presidente Chávez deben estrenarse en ese organismo como fieles respetuosos de los derecho humanos; y en consecuencia deben promover tal como lo plantea el Consejo, el pleno cumplimiento de las obligaciones en materia de derechos humanos contraídas por los Estados y el seguimiento de los objetivos y compromisos relativos a la promoción y protección de los derechos humanos emanados de las conferencias y cumbres de las Naciones Unidas; y para ello es urgente dar el ejemplo comenzando por su propia casa. Vayamos al Consejo de los derechos humanos sin presos, ni perseguidos, ni exiliados políticos y sin exclusión de ninguna naturaleza hacia los venezolanos que convivimos en medio de una profunda polarización con la otra mayoría del país, respetándonos mutuamente nuestros derechos humanos.
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