¡Chávez es una cosa y los demás otra cosa!

Hay una masa importante de pueblo, eso es inevitable por lo menos en sus comienzos y hasta un buen trecho del camino, que suele separar radicalmente al líder principal de un proceso revolucionario del resto de dirigentes del mismo.  ¿Qué distingue, de entradita, al proceso revolucionario venezolano de otros procesos, por ejemplo, como el cubano de 1959 y el ruso de 1917  Si bien Fidel fue y ha sido el líder más relevante de la Revolución Cubana, no es menos cierto que detrás de él había otros líderes como Raúl, el Che y Camilo Cienfuegos que se habían ganado su prestigio a punta de plomo, de audacia y sabiduría en la lucha contra la dictadura bonapartista encabezada por Fulgencio Batista. Igual podemos decir de la revolución Rusa en la que, sin duda alguna, Lenin fue su más esclarecido líder pero detrás de él había otros, como Trotsky y Sverlovd, que se habían ganado en buena lid su prestigio dirigiendo la famosa insurrección de octubre, construyendo el Ejército Rojo, comandando acertadamente la guerra de la patria contra todos sus enemigos internos y externos. Aun así, no pocas veces y especialmente por influencia de sectores de la oligarquía, del burocratismo y de la pequeña burguesía, en sectores del pueblo se hacían separaciones extremas e infranqueables de un líder con relación a los otros. Pero en el caso venezolano, eso se ha llevado a límites demasiado extensos.

Suele escucharse con demasiada frecuencia en sectores populares como en militancia política de izquierda: “Chávez es una cosa y los demás otra cosa”.  Así  actúa la lógica. Hasta cierta escala histórica esa separación del líder de todo lo que le rodea, de todos los dirigentes que le acompañan, no crea mayores inconvenientes. La lógica aristotélica aplicada a la política nunca va acompañada de cambios, porque siempre será así y nunca de otra manera. Y eso, traspasada la escala histórica anteriormente señalada puede traernos, como consecuencia, una suma ininterrumpida de desaciertos políticos. Ahora, si entendemos que “Chávez es una cosa y los demás otra cosa” desde el punto de vista de la dialéctica, iremos avanzando, por lo menos, progresivamente en el pensamiento o en el conocimiento del proceso revolucionario, lo cual facilita la realización de una práctica acertada.

Todas las revoluciones sufren de ese síndrome y, especialmente, cuando los líderes fundamentales no son hechos en probetas o en laboratorios de propaganda y agitación. Danton fue separado de otros líderes y hasta de ideólogos de la gran Revolución Burguesa de 1789 en Francia  hasta el punto que Víctor Hugo dijo que sin él aquella nunca se hubiese producido, pero también lo fueron Marat y Robespierre. Separación que siempre vendrá acompañada con algún intento de asesinato, aunque éste nunca llegue a materializarse como ha acontecido con el camarada Fidel Castro. Marat fue asesinado por una terrorista amante de lo más elitesco de la burguesía, la asesina Carlota Corday; Danton fue llevado a la guillotina por Robespierre, éste fue conducido al patíbulo por la extrema derecha política de la burguesía; Lenin fue asesinado por socialrevoloucionarios de izquierda y terroristas; Trotsky fue asesinado por un agente de la GPU; Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado por orden de la oligarquía colombiana, y así sucesivamente. No sé cuántas veces habrán querido asesinar al camarada Chávez, pero sí sé que hay sectores políticos, económicos e ideológicos que rezan todos los días por su muerte. La burguesía y sus gobiernos (especialmente su elite más reaccionaria) son expertos en esa empresa que invierte capital mandando a asesinar a líderes revolucionarios. La historia se conmueve con tantos ejemplos que testimonian esa verdad inobjetable.

¿Pero cuánto beneficia a una Revolución la extrema separación del líder principal del resto de dirigentes revolucionarios?

Esa separación, en mi humilde manera de interpretar la política, produce más daño que beneficio, aunque ciertamente el líder fundamental de un proceso revolucionario no sea igual al resto de líderes y no lo es por múltiples condiciones o cualidades.  Ninguna persona, incluso teniendo su gemelo de nacimiento, es igual exactamente a otra y ni siquiera a sí mismo, porque entonces negaríamos la ley de los cambios. La dialéctica, llevada a cabo a la política con tino, nos testifica que es así y no de otra manera. Por ejemplo en el caso de Cuba: sin menospreciar en nada la valía histórica del Che, de Raúl y de Camilo Cienfuegos, ninguno de los tres llegó a la altura histórica de Fidel. Condiciones tenían, pero la Historia cubana exigía uno por encima de los demás y ese papel lo ha jugado Fidel y no otro. Negárselo sería una mezquindad imperdonable. Por ejemplo en el caso de Vietnam: allí hubo líderes extraordinarios, amados por su pueblo, merecedores de todos los reconocimientos revolucionarios habidos y por haber, pero la Historia de la lucha vietnamita contra los impostores franceses, estadounidenses o de cualquier otra calaña imperialista, requería la dimensión de uno por encima de los demás y ese papel lo jugó el camarada el tío Ho Chi Ming. En el caso de Venezuela: la historia de las luchas políticas por salir del esquema del punto fijismo de capitalismo subdesarrollado incondicional a los supremos intereses del imperialismo –especialmente el estadounidense- y por el tratar de hacer realidad el sueño de un mundo distinto al capitalismo y profundamente humano y solidario, que pusiese al pueblo por arriba de todas las ambiciones individualistas, necesitaba destacar a un líder por encima de todos los líderes políticos que se desplazaban en el campo de la izquierda venezolana, y ese papel le ha tocado jugarlo al camarada Chávez. Eso, en sí y ciertamente, lo hace diferente a los otros dirigentes del Proceso Bolivariano. Contra esa corriente histórica no pueden hacer nada ni siquiera los alisios más intensos que soplan clandestinos por debajo de la atmósfera desde las regiones tropicales hacia el ecuador.

Pero, en política, estamos obligados a aprender a nadar contra la corriente aunque no le cambiemos su curso. Eso es vital para los triunfos de cualquier Revolución. Vivimos un tiempo en que ninguna pequeña-burguesía nos va a concluir un proceso revolucionario y se lo va a entregar al proletariado y su partido de vanguardia con una perfección como lo hizo la francesa con la burguesía. ¿Qué significa mantener todo el tiempo el criterio de que Chávez es una cosa y los demás otra cosa? Posee, sin duda, varios significados: sólo se reconocen méritos y virtudes al líder principal y ningún mérito ni ninguna virtud al resto de dirigentes del proceso bolivariano; se diosifica o se idealiza al líder fundamental mientras que al resto de dirigentes se les considera seres de poca importancia; se cree que el líder esencial nunca es responsable de las políticas que traspasan las fronteras de los ministros mientras que el resto de la dirigencia revolucionaria es responsable de todo lo que no se haga y ha debido hacerse o de lo que se hizo que no ha debido hacerse; las victorias de un proceso revolucionario siempre serán vinculadas o posibles gracias al líder principal mientras que todas las derrotas son achacadas al resto de la dirigencia revolucionaria; convierten al líder fundamental en incriticable mientras que el resto de dirigentes está sometido a todo género de critica incluso hasta de carácter destructivo. De esa manera, se llega a la conclusión siguiente: el líder (en este caso el camarada Chávez) es perfecto, jamás se equivoca, es todopoderoso y sólo él es el único indispensable, porque sin él nada de Revolución es posible. De esa forma se construye un Dios. Quienes así piensan incluso contradicen las propias enseñanzas del líder, porque éste más bien llama a la crítica, a la autocrítica, a decir verdades, a reconocer sus propios errores como a corregirlos a tiempo.

Este proceso tiene, sin alabanza, líderes extraordinarios  y que sin ser iguales al camarada Chávez, lamentablemente y así lo creo, no han entendido la importancia de las regiones y en vez de quedarse en éstas ejerciendo sus liderazgos buscan es ir a la Asamblea Nacional para dedicarse a legisladores o a cargos en la capital de la República. Sobre eso, pronto escribiré sobre un caso en particular por lo mucho que admiro al camarada que se fue a Caracas dejando a Lara. Hay que entender y prepararse sabiendo que el camarada Chávez no es eterno, que todo tiene su tiempo y su espacio, que la historia no son saltos cualitativos cada vez que salga el sol.  Por eso es imprescindible valorarlo tal como es, sin quitarle o negarle nada pero sin agregativos con los cuales él mismo no está de acuerdo.



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Freddy Yépez


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