Costumbre reciente, en especial en los festejo de la pequeña burguesía, atrapada por la manía de imitar todo lo que nos venga del norte, en especial las vainas más banales. De allí, pues, que la dirigencia opositora más apegada a los patrones del gran sueño americano sea fanática de vivir cada cierto tiempo su hora loca. Por eso, a veces, los adecos tratan de no inmiscuirse mucho en la misma.
Se dice que para lograr una loca hora loca es indispensable determinar bien el motivo de la misma, eso permite escoger los mejores objetos para la ocasión. En este caso, nuestros queridos escuálidos tienen clarito el motivo: salir de Chávez.
El segundo elemento tiene que ver con las matemáticas, donde es de suponer que nuestros escuálidos no fallan, pues cuentan con estudiados en las mejores universidades del norte, con la meritocratas a granel, con académicos que liderizan las universidades y, por si las ciencias fallan, tienen pitonisos de todas las edades, sexos y colores, cada uno de ellos capaz de adivinar cuál es la horas final de Chávez.
Se trata, entonces, de calcular con precisión la cantidad de asistentes a la hora loca. Pero, a pesar de lo señalado en el párrafo anterior, en este punto nuestros escuálidos han fallado en los cálculos y siempre se colocan muy por encima de la realidad. Lo peor del asunto es que al percatarse de lo erróneo de los números soñados no reconocen el equívoco, sino que cada quien monta su hora loca, más loca de lo común, desde andar corriendo con un disco duro en la mano hasta hablar de votos cambiados por satélites rusos o cubano. En todas estas horas locas el culpable es el CNE.
Con los dos puntos anteriormente resueltos deben adquirir los combos necesarios para la hora loca. En esto tratan de que nada se les quede fuera de los combos. Buscan militares sin tropa que se vayan a una plaza, jefes de Fedecámaras que se autojuramenten en Miraflores, constituyentistas que encuentren en la Carta Magna algún artículo que le impida al camarada Chávez que sea Presidente, expertos en medicina que declaren al Presidente incapacitado para mandar, periodistas que declaren en todos los medios privados que no hay libertad de expresión, teodoros con editoriales donde se anuncie el derrumbe del líder, la terrible crisis y los candidatazos, marchistas que marchen hasta que Chávez se marche al exterior, paros cívicos hasta que Chávez se pare definitivamente de la silla, firmantes que no saben qué demonios firmaron, doctos en vacíos de poder y locos a toda hora que denuncian que la mafia chavista ha asesinado a 200 mil opositores, canales con lutos activos y paros activos y muertos activos y votos activos y desactivos activos.
Todos estos ingredientes de los combos deben estar a mano, perfectamente ordenados en un lugar fresco, donde el sol no los chamusque, ni les entre sereno, a fin de disponer de ellos al momento de la hora loca.
Tras cada hora loca quedan menos para la próxima, pero lo bueno es que eso no desanima a nuestros apreciados escuálidos, siempre están dispuestos a armar una hora más loca que la anterior.
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