Escribo temprano y con mucho dolor y rabia. Ni el rango constitucional concedido a sus ancestrales derechos, ni la creación de un ministerio, han permitido avanzar en el desmontaje de la conciencia genocida de nuestra sociedad hacia los sobrevivientes de los pueblos originarios.
Cuando intentan dejar de ser "los seres invisibles" de siempre, son liquidados. Ganaderos, militares, medios, funcionarios, comunidades criollas de la zona, los Guaitias -en ejercicio racista-, todos, accionaron el gatillo del arma de los sicarios que anoche mataron a Sabino.
Uno se ha pasado la vida rumiando la impotencia ante la canalla que nos arrebata a los amigos con quienes libramos las modestas luchas. Ayer, por los años setenta, Alexander Alzolay y Jorge Rodríguez, después, apenas comenzando el primer gobierno de Chávez, Pedro Doria y su padre asesinados por matones a sueldo por acompañar a los campesinos en su lucha por la tierra. Hoy Sabino, el hermano Yukpa, de quien tengo demasiado fresca la mezcla de sentimientos en su rostro -entre alegría, incredulidad y desconfianza- cuando días atrás acompañé a Daniel Rojas a entregarle la sentencia de libertad plena -que le enviaba nuestro hermano Lusbi Portillo y conseguida por el fraterno abogado Leonel Galindo.
Esa era, como decíamos en los viejos tiempos, "Una ley de fuga": porque sabían que iba a seguir peleando por la dignidad de su gente, más que por las tierras de la que los despojaron. Era la trama para la emboscada cobarde.
No puede haber más impunidad; tenemos que dejar oír nuestras voces y pelear. Nosotros no somos hijos de la piña como los Yukpa; pero bastante llevamos de los desvastados Guaiqueries: la sangre y los recuerdos de los abuelos. Es nuestro costado indio adolorido. Y algo tenemos y podremos hacer, porque 500 años es demasiado.
No podemos seguir repitiendo, como si nada, el poema:
"Roto estercolero del mundo empinado desde nuestra sangre
poco hemos hecho
Calle vacía que recoge nuestros pasos
poco hemos hecho
Páncreas desnudo metido hasta el alma
poco hemos hecho
Ojo triste de nuestro interior
poco hemos hecho
Temblor que parte la última ola en hueso
poco hemos hecho
Oh¡ marea sin destino en mi echada
Oh¡ pedazos inmisericordes como flores que flotan
poco hemos hecho*
Como los viejos comunistas digo:
“Sabino Camarada, tu muerte será vengada” “El socialismo se conquista peleando”
*Gustavo Pereira. “Los cuatro horizontes de Cielo”. 1970
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