1.- Nueva disyuntiva: Cuando todo indicaba que la oposición había adoptado una línea de acción seria -así la califico-, responsable; cuando se pensaba que estaba dispuesta a convertirse en interlocutor confiable, respetuoso del ordenamiento jurídico, resulta que no lo es. Resulta que el país se encuentra de nuevo ante la disyuntiva de no contar con un contrapeso del poder, representado por una parte del liderazgo nacional como opción garante de la estabilidad institucional, la libertad y el funcionamiento de la democracia. Confieso que se trata de un drama. De una situación que lamento profundamente.
2.- Abrir la puerta al diálogo: He defendido de manera reiterada la necesidad de dialogar. De abrir la puerta a la oportunidad a concertar. De reconocer al adversario político. A todo aquel que esté dispuesto a actuar con lealtad al Estado de derecho y al sistema democrático. En esa perspectiva he sido comprensivo con ciertas actitudes del pasado. Salvo en circunstancias muy especiales, he tratado de olvidar episodios bochornosos en los que participaron dirigentes políticos con relevancia en el presente. No para olvidar, para echar un manto de silencio sobre le felonía en la que incurrieron, pero sí para facilitar la recomposición de la relación personal y social, indispensable para la creación de un clima menos tenso, fluido, que permita coincidir si es necesario, o discrepar, pero en forma civilizada.
3.- Resultado electoral del 14-A: ¿A qué vienen estas consideraciones? ¿Qué las inspira? Tienen que ver con lo que sucede con motivo del resultado electoral del 14-A, y las provoca la angustia --lo confieso--, no el temor, ante lo que puede pasar entre venezolanos, es decir, la posibilidad de un cruento enfrentamiento que nos haga retroceder a etapas que considerábamos superadas. La violencia es impredecible. No se sabe cuándo se desata y cuándo culmina. Es imposible determinar qué la motiva en un momento dado. Pero generalmente comienza por la palabra. Alguien, en un denso trabajo sobre la guerra civil española, hablaba de la palabra generadora de violencia cuando se procede irresponsablemente.
4.- Factor Capriles: Lo anterior tiene que ver con la actitud de Henrique Capriles, a quien no voy a agraviar. Por el contrario, a quien reconozco un liderazgo que le permitió a la oposición recuperarse y asimilar descalabros brutales -como las derrotas electorales del 7-O y del 16-D-, y a él proyectarse con éxito. Lo que afirmo no tiene nada que ver con su posición política, con su orientación ideológica que, obviamente, no comparto. Capriles ha demostrado capacidad para luchar en el terreno democrático luego de incursionar en la subversión, y, precisamente, es esto lo que asombra: que alguien que persevera y tiene éxito en una compleja actividad legal, reaccione ante una manifestación normal del juego democrático, como es una elección, de la manera que lo ha hecho.
5.- Cambio de actitud, ¿o de piel?: Una elección es solo un momento de un proceso político. Se pierde o se gana sin que el resultado afecte posibilidades futuras. ¿Qué lleva a Capriles a adoptar una actitud antidemocrática, contraria a la ley, respecto al resultado electoral que favorece a Maduro con ventaja, por ahora, de 273.865 votos? (Por cierto, en 1968 Caldera le ganó a Barrios con 0,89%. Maduro le gana a Capriles con 1,83%). El problema no es que el candidato opositor rechace ese resultado, que lo impugne -es el recurso legal que tiene-, sino que descalifica al CNE, agrede a sus miembros, embiste contra el presidente electo, intriga descaradamente dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana e incita a la violencia
6.- Martes 16-A: Cuando la noche del 16-A, el día en que el CNE, en base a las atribuciones que le confiere la Constitución y leyes de la República, proclamó a Maduro, el llamado de Capriles, el lenguaje que empleó, el mensaje que dirigió a sus partidarios radicalizados, fue antidemocrático, provocador, no acorde con la responsabilidad de un dirigente en tales circunstancias. ¿Acaso ese discurso, difundido a través de los medios, no desató una oleada de actos vergonzosos, de acoso a ciudadanos en sus casas, incendio de locales partidistas, instalaciones públicas, choques con agentes del orden público? La casa de la presidenta del CNE, Tibisay Lucena, estuvo cercada por energúmenos durante más de tres horas, al igual que las de otras personas (dirigentes del PSUV, líderes sindicales, profesores, periodistas, artistas identificados como chavistas en zonas residenciales).
7.- Once años atrás: La película fue la misma de los días previos al 11-A, al golpe de Carmona y posteriores acciones: Plaza Altamira, guarimbas, paro petrolero, en todas las cuales Capriles participó. Su actitud en la Embajada de Cuba y en la detención del ex ministro de Interior Rodríguez Chacín, quedó grabada en la mente de los sectores democráticos y de muchos otros que repudian la violencia. Capriles nunca condenó aquella violencia. Con el correr del tiempo se fue borrando ese recuerdo infausto con la ayuda de la precariedad memoriosa del venezolano. Y ahí reside, precisamente, el error que acaba de cometer el excandidato: luego de su éxito electoral, de haber recuperado para la oposición un espacio importante, cede de nuevo a la tentación de la violencia. Quizá lo impulsa su carácter; quizá determinados asesores, quizá la presión que sobre él ejercen factores transnacionales que aguardan con ansiedad que el proceso bolivariano se desplome por cualquier vía.
8.- De nuevo, guarimbas y muerte: Lo cierto es que Capriles repite el pasado. Vuelve, en medio de guarimbas, incendios, ataques a las personas, alteraciones del orden público, cacerolazos, a reaccionar contra un acto democrático a través de atajos. Perdió una elección y, en vez, de actuar como lo hacen aquellos que tienen talante democrático, es decir, recurriendo a la vía legal, procediendo con sindéresis, lanza a su gente a una peligrosa confrontación. ¿Cuántos muertos busca? Ya van 8, todos chavistas. ¿Cuánta destrucción? Decenas de centros asistenciales y mercados. ¿A qué niveles de conflictividad aspira llegar Capriles?
9.- El inequívoco olor del fascismo: Lo que está pasando como consecuencia de un acto irresponsable del liderazgo de la oposición huele a fascismo. Alguien me comentaba lo siguiente: "Si le metes un poco la uña a la piel de lo que ocurre, a lo que desató Capriles con su actitud, te encontrarás con la carne fétida del odio". ¿Acaso su participación en campañas electorales, la del 2012 y la de este año, fue una máscara que ahora -ante el revés electoral- se la quita para colocarse la de los años 2.002-2.003? ¿Ha medido las consecuencias del cambio, para él en lo personal y para el movimiento opositor? Ojala reflexione y coja mínimo. Porque la senda que escogió, la de la violencia, presagia más violencia. Es como una gandola sin frenos bajando por Tazón. El destino final de esa determinación política es la aventura. Lo que equivale a comprometer el destino de medio país que le otorgó su confianza, no para hacer la guerra sino la paz., como él mismo lo prometía en la campaña. ¿Qué pasó?
José Vicente Rangel
jvrangelv@yahoo.es