Después de la «guerra del papel higiénico», a la prensa española le ha dado por el vino de consagrar, es decir; el vino de misa. Según el periódico de centroderecha El País La iglesia católica de Venezuela se queda sin vino para celebrar misa. Los alimentos, el pan y el vino, propios de la Última cena, son propios del hemisferio norte. La extraña canción Si Dios fuera negro, mi compay, todo cambiaría nos recuerda la imposición de un Dios y de un Jesucristo racialmente eurocéntrico.
Entre los años 80 y 90 se propagó en Latinoamérica en la Iglesia católica de base, en cintas de audio, una historia de Jesús en la que él siempre era llamado por su apodo: «moreno».
Moreno debía de ser por sus orígenes semitas, por el clima de Palestina, por el duro trabajo a la intemperie. La Conferencia Episcopal venezolana prohibió la difusión y publicidad de las cintas, con excusas de carácter teológico y doctrinal.
Que Jesús comiese pan ácimo y bebiese vino en su última cena está fuera de duda. Los Adventistas del Séptimo Día aseguran que el vino estaba sin fermentar y que Jesús era vegetariano por su pertenencia a la secta de los esenios.
El pan y el vino son alimentos propios de la cultura judeocristiana, no por ser judíos o cristianos, sino por el clima y la tierra en los que les tocó nacer y crecer. Un cristiano en Laponia o en Groenlandia no tiene ni pan ni vino. Tampoco en el Caribe, donde no se dan las vides ni el trigo.
Consagrar con productos del lugar, representativos, debería ser una puesta al día de la Iglesia Católica, tal como hicieron en su día al llevar el rito a las lenguas de cada país.
La alimentación es parte del colonialismo. No es casual que se consagre con pan y vino (la raza blanca, masculina y occidental es la que domina a las otras en usos y costumbres).
Es falso que el vino europeo que se consume en Venezuela, según la Conferencia Episcopal de Venezuela, no contenga aditivos y sea puro y, por lo tanto, uno de los pocos aptos para consagrar. El clima de Venezuela no permite producir vino en general, y mucho menos conservarlo, por lo que el vino europeo destinado al Caribe viene mezclado con conservantes para el clima, sulfitos principalmente, y la prueba está en los dolores de cabeza que produce el tinto en Venezuela, que no produce el mismo vino en Europa.
Hay que ser prácticos y realistas. Le recomiendo a la Iglesia venezolana el venezolanísimo vino de cambur Pasita y les recuerdo que, si Dios fuera negro (y caribeño), probablemente la Iglesia mundial tendría problemas en llenar los cálices de Polar.