En mi anterior artículo Socialismo, mercado y capital decía textualmente que “tal y como explicaba Marx cuando expuso la ley del valor, el valor de las mercancías se determina en el mercado”. Esto puede generar dudas de que si, al contrario de lo que afirmo, no es más cierto que el valor de las mercancías se determina por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, en el sentido de que el mercado, a lo sumo, haría oscilar su precio, pero no determinaría su valor, puesto que éste viene dado de antemano, y que en el mercado no se crea un valor nuevo, ya que la venta de una mercancía por un precio superior a su valor simplemente supone que ese dinero cambia de manos.
Hay que empezar aclarando que una cosa es lo que compone y constituye el valor de una mercancía (esto es, el tiempo de trabajo que lleva incorporado), y otra es cómo se determina la magnitud de ese valor, dónde se verifica.
Efectivamente, el mercado no aporta valor alguno ya que, como demuestra Marx, en la esfera de la circulación de mercancías (es decir, en el mercado) no se genera valor. Y, efectivamente, los precios son sólo una forma de manifestación del valor que se limitan a oscilar en torno a él y, a estos efectos, no merecen consideración.
Pero, a la vez, fuera de la circulación de mercancías no se puede realizar el valor de éstas. Esta contradicción, que Marx desvela en los primeros capítulos de El Capital, le lleva a señalar que sólo sería posible resolver la paradoja si existiera una mercancía cuyo valor de uso fuese fuente de valor (de cambio), es decir, que generara valor al consumirse. Y que esa mercancía única y extraordinaria existe: la fuerza de trabajo. Y que, por lo tanto, el valor de las mercancías es, ni más ni menos, que el tiempo de trabajo humano empleado en producirlas.
Evidentemente, me es imposible resumir todo el razonamiento de esos primeros y cruciales capítulos de El Capital en un simple artículo. Pero sí me parece importante subrayar que, cuando hablamos de que lo que da valor a las mercancías es el trabajo humano, nos referimos al trabajo humano socialmente necesario.
En primer lugar, todo producto del trabajo humano no es una mercancía. Si me hago una silla yo mismo para mi casa, estaré haciendo un producto, pero no una mercancía. Y en segundo lugar, si me dedico a fabricar una cosa que, al llegar al mercado, el conjunto de los consumidores consideran que es inútil y no sirve para nada y, por lo tanto, no se vende, su valor será cero, por mucho trabajo que lleve incorporado, ya que se tratará (por “decisión” del mercado) de un trabajo socialmente innecesari
Además, en cualquier mercancía hay una enorme cantidad de distintos tiempos de trabajo incorporados en diferentes magnitudes. Si mi trabajo es construir una mesa, necesito madera, cola de carpintero, martillo, tachas, y unas cuantas herramientas más. Alguien habrá talado los árboles, serrado la madera, etc. Lo habrá hecho con una sierra, que a su vez ha sido construida en una fábrica. El transportista ha usado un camión, construido en otra fábrica con otras máquinas. La electricidad que emplee se ha generado en una central eléctrica. El martillo está hecho de acero en unos altos hornos. El hierro de ese acero ha sido extraído de una mina con determinada maquinaria, que a su vez… Y así hacia atrás hasta el infinito.
Podemos estimar el tiempo de trabajo invertido en una mercancía (esto es, el valor de la mercancía) por métodos (poco) aproximados o con una bola de cristal, pero la misma mercancía manifiesta su valor (es decir, el tiempo de trabajo que lleva incorporado) en el intercambio social, esto es, en el mercado. Por el contrario, si el valor de las mercancías no se establece en el mercado, ¿cómo podemos descubrir su magnitud? ¿En el “plan quinquenal”? ¿A “ojo de buen cubero”? ¿Con una fantástica red de superordenadores futuristas?
Lógicamente, el mercado nunca es “libre”: siempre está intervenido, condicionado y regulado por la clase dominante en cada época histórica. ¡Ya se ocupó la burguesía de deshacerse de las regulaciones que el régimen feudal ponía al mercado para, a cambio, poner las suyas propias!
Así pues, no se trata de eliminar el mercado (la esfera de la circulación de mercancías), que seguirá siendo necesario como consecuencia de la división social del trabajo y para descubrir y medir el valor de las mercancías, sino de eliminar el mercado capitalista.