Nacido el 19 de julio de 1898, hace 115 años, en el seno de una tradicional familia burguesa, Gustavo Machado, alto, buenmozo y heredero de una fortuna, además de excelente jugador de beisbol cuando este deporte se abría paso en el país, pudo conformarse con ser el galán de la época, el patiquín de la Caracas ricachona; pero no, aquel muchacho lleno de inquietudes apenas a los 15 años se metió en una protesta contra la dictadura gomecista y fue a parar a la cárcel, con pesados grillos en los tobillos en medio de la suciedad de un calabozo para los alborotadores.
Sus padres, con mucho poder económico, lograron sacarlo de prisión y, por supuesto, trataron de enderezarle el rumbo. Como el barullo revolucionario no se le salía de la cabeza, por lo que anduvo organizando un movimiento estudiantil en la Caracas de esa época, lo mandan a los Estados Unidos, donde además de trabajar se junta con otros jóvenes soliviantados por un fantasma que estaba recorriendo al mundo: el comunismo.
De allí se va a Francia a estudiar Derecho en La Sorbona, y su coyuntas siguen siendo los rojos, adentrados en las aventuras, logros, polémicas y divisiones del bolchevismo, ese que inspiraba a Lenin en la construcción de la primera revolución socialista del mundo. En París, orgulloso, contrariando las enseñanzas sobre buena conducta que había recibido en un hogar adinerado, se inscribe en el Partido Comunista Francés bajo el lema de “Proletarios del mundo, uníos”.
Así que el joven nacido oligarca empezó a proletarizarse, no sólo porque empezó a trabajar como un obrero más, sino que asumió la ideología de la clase obrera: el marxismo.
En esos mismos años, con deseos de regresar a Venezuela para derrocar la dictadura gomecista, fue a parar a la Unión Soviética a pedir armas y un barco para invadir a su país. Los camaradas soviéticos, muy circunspectos, consultaron en sus manuales y le dijeron que no. Bruselas y otros destinos lo siguen fortaleciendo como comunista.
Recaló por los lados de Cuba, donde contribuyó a la fundación del Partido Comunista de la hermana isla, junto a Julio Antonio Mella. Por supuesto, en este trajín revolucionario, se le empezaron a ir los reales que le correspondían por ser heredero de los Machado Morales. Pasó por México y estuvo combatiendo en Nicaragua, al lado de Augusto Sandino.
Hasta que, apegado a la idea del barco y las armas, llega a Curazao, empieza a juntar hombres y armas, asalta el cuartel de esta isla, armado con 50 machetes, dos hachas y dos pistolas; junto al coriano Simón Rafael Urbina y Miguel Otero Silva, escritor y periodista que le acompañaba en esta aventura.
Encaramados en su barco se lanzan a la mar y desembarcan en la costa falconiana, por los lados de La Vela, pero son derrotados y se van a Colombia. Muchos de sus compañeros de aventura, corianos ellos, se van a sus casas a cobijarse al lado de los cuerpos cálidos de sus mujeres.
La historia de la trayectoria de este Gustavo Machado es larga, imposible contarla en tan poco espacio. Pero eso fue este revolucionario un hombre íntegro, vertical, combativo, profundamente humanista, que siendo heredero de una fortuna murió siendo pobre, pues todo lo entregó en sus acciones revolucionarias.
Sobre su presencia en Nicaragua, al lado de Augusto César Sandino, y el posterior asalto y toma de Curazao, con la fracasada invasión a Venezuela, Gustavo Machado, una vez fundando el Partido Comunista de Venezuela (PCV), se hizo una autocrítica, que para el momento se consideró necesaria. Gustavo asumió lo de Curazao como "una aventura garibaldina". Muchísimos años después, tras el triunfo de la Revolución Sandinista en julio de 1979, en un Congreso del PCV, donde me tocó estar presente, el camarada, toda una personalidad, pidió la palabra y en un brillante discurso de solidaridad con el pueblo nica, finalizó diciendo que se hacía una autocrítica de la autocrítica que se había hecho más de 30 años atrás. Afirmó, seguro de lo que decía: "Lo de la toma de Curazao para robarnos un barco y venir a Venezuela, no fue una aventura garibaldina; no, eso fue sandinismo puro, fue una acción sandinista".
La aclamación fue unánime y a Gustavo Machado se le aceptó la autocrítica de su autocrítica.
El proceso revolucionario que se adelanta hoy en el país, le debe mucho a hombres como Gustavo Machado y otros camaradas de su estirpe, como el líder obrero Jesús Faría. Necesario es que pongamos su historia en manos de la juventud.
Gustavo Machado fue un revolucionario en la teoría y en la práctica, un hombre culto y de acción, de gran sensibilidad, que nunca se dejó arrastrar por aspiraciones personales; dedicado al estudio y a la organización. Osado en su actuación.
Sus enseñanzas son indispensables para esta revolución.
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