En las sociedades capitalistas, cuya esencia es la acumulación de capital y la explotación de una gran mayoría por una minoría que detenta el poder; se generan, desarrollan y reproducen un conjunto de anomias sociales que lesionan a quienes forman parte de dicha estructura social, y se encuentran en estado de indefensión, pues, es esa misma condición de fácil lucro, explotación, cooperación simple y repartición desigual de las riquezas, lo que afianza el estado de supremacía de una clase social sobre otra, coadyuvando en un proceso de profunda desigualdad entre hombres y mujeres; desigualdad que tiene su génesis en la misma división de la sociedad en clases, donde la familia patriarcal se erige como el lugar de reproducción del orden social establecido; recuérdese que el patriarcado es una relación de dominación del hombre sobre la mujer y los hijos, donde éstos son concebidos como una posesión privada del varón.
De tal manera que, al profundizarse y diversificarse las formas de producción e intercambio de mercancías que se venían dando en las sociedades primitivas, se van generando nuevas relaciones de producción, y con ello nuevas formas de explotación, donde la mujer ha llevado la peor parte, y de ser considerada una cosa en la esclavitud, pasó a ser una mercancía en las sociedades capitalistas.
Milenios de vejámenes y discriminaciones han signado el devenir histórico de las mujeres, en todas las latitudes y distintas épocas. No han maltratado, nos han vilipendiado e invisibilizado; pero no han podido apagar nuestras ansias de igualdad; nuestras luchas han sido incansables, arduas y perseverantes; mucho se ha transitado y algo se ha conseguido, más aún queda mucho camino que forjar, hoy podemos gritar muchas de nuestras verdades, tenemos una Constitución que nos ha visibilizado, se observan avances con respecto a la visión estereotipada de la mujer, eso es innegable, pero no es suficiente, todavía se vivencia como una asombrosa mayoría de nuestros hombres, e incluso mujeres, siguen pensando en un modelo idealizado de mujer “bella, delgada, catira, dulce, complaciente, medio estúpida, boba, y para remate “súper-mujer” en lo sexual y lo cotidiano; ejemplos sobran, basta con oír la conversación de jóvenes (direccionada hacia el sexo), o el de las solteras (preocupadas por parecer modelos), o de las esposas (dedicadas a ser súper-mujeres).
Nos olvidamos de nosotras, de qué queremos, qué nos satisface, qué somos, cuáles son nuestras metas, necesidades e incluso ideales, para que desde allí podamos fomentar relaciones de crecimiento dialectico, donde lo caduco sea eliminado y podamos crecer personal y socialmente, coadyuvando en la construcción de la sociedad de iguales tan necesaria.
Como vemos el problema es complejo, no es sólo la agresión física, sexual o psicológica, que sin dudas ha venido en aumento; también es necesario estar alerta ante la serie de mecanismos de los que se vale la sociedad burguesa para conseguir la dominación de la mujer; pues se pone en juego toda una serie de mecanismos que la reprimirán para auto convencerla de su inferioridad y de su natural sumisión al hombre, con frases estereotipadas como: “Los hombres son seres racionales y las mujeres emocionales”, “detrás de un gran hombre va una gran mujer”, “eres indispensable en el hogar”, “que fea está la casa, se nota que falta una mujer”; frases que sólo pretenden que nos mantengamos a raya, nos domestican, nos minusvalizan, anulando distintas facetas de nuestro ser, y una de las más reprimidas, en parte debido a la capacidad de la maternidad, es la sexualidad; los hombres son más hombres en la medida que tienen más mujeres, y nosotras somos prostitutas, o en el mejor de los casos “insoportables” , si nos atrevemos a tener más de uno, Violencia de Género que nos ha legado una sociedad burguesa que nos discrimina y minusvaliza.
La desigualdad entre hombres y mujeres es el origen de la Violencia de Género, y es la propia estructura social quien proporciona legitimidad a estos actos, ya sean perpetrados en el seno familiar o en la comunidad; es necesario entender que los agravios recibidos van desde las más sencillas formas de agresión, que algunos definen como maltrato, hasta aquellas que por su poder lesionados se pudiesen connotar como violencia.
Este sufrimiento, es un legado que se reproduce así mismo a medida que las nuevas generaciones aprenden de la violencia de las anteriores generaciones; recuérdese que somos seres sociales y como tales aprendemos de la interrelación con la sociedad, en ese proceso dialéctico, las victimas aprenden de sus agresores y éstos de su entorno social y familiar; se da aquí una especie de espiral donde quien forma parte de esta violencia reproducirá a su entorno inmediato de una forma similar a como la aprendió, pues la introyecto, la asimiló y al no buscar formas de canalizarla y de acuerdo a la aparición o no de ciertas contingencias las revertirá en su contexto socio-afectivo, mutilando un proceso dialectico que debería culminar en la eliminación de viejas estructuras.
Es por ello que buscando concienciar a hombres y mujeres sobre el fenómeno y los daños personales y sociales, de este fenómeno; y como apoyo al 25 de Noviembre “Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer”, o “Día contra la Violencia de Género”, como también se le conoce, les hago llegar estas sentidas líneas en honor a aquellas tres (03) aguerridas luchadoras sociales dominicanas, conocidas como las “Mariposas”, las cuales fueron brutalmente asesinadas por oponerse a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo.
Dra. Elena Ibarra
Coordinadora
“Comisión de Orientación Psicosocial en Materia de Violencia de Género”.
Asociación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras
de la Universidad de Carabobo
ibarraelena@gmail.com