Cuando falta una semana para la próxima contienda electoral, con toda llaneza, habría que decir que las cartas están echadas, están puestas sobre la mesa. Unas elecciones municipales que, por su naturaleza, deberían tener un carácter local, pues lo que está en disputa es la escogencia de las autoridades ejecutivas y legislativas de los 335 municipios que integran la territorialidad venezolana más las de los 2 municipios metropolitanos, el de Caracas y el de Guasdualito (Apure); por obra y gracia o por disposición del plan insurreccional que la ultra derecha local e internacional tienen trazado, tendente al derrocamiento del gobierno chavista y bolivariano que preside Nicolás Maduro, dichas elecciones han devenido en una contienda nacional de corte plebiscitario en la que la sumatoria de los votos, en caso de resultarles favorables, sería el desencadenante de una fase abiertamente insurreccional, utilizando esos resultados como dictamen de la sociedad para justificar o sustentar la solicitud inmediata del cambio de gobierno; y en el caso de serles adversos, como ya ha sido advertido, apelarían al expediente de cantar fraude, por supuesto, nada novedoso pero que les serviría para encaratar el ambiente político del país y, a partir de allí, vislumbrar como darle curso a sus propósitos desestabilizadores.
No todos golpistas pero si ávidos de poder
Hay señales que indican que no toda la oposición está manejándose dentro de los parámetros de ese plan, hay sectores que tienden a orientarse más bien dentro de la estrategia de la acumulación o recuperación de fuerzas (adecos y copeyanos dixit) pensada a mediano plazo, pero no cuentan ni con los recursos ni con el respaldo internacional como para confrontar abiertamente, en el ámbito opositor, a los desaforados que están dispuestos a llevar el plan golpista desestabilizador a sus últimas consecuencias; en todo caso la avidez por el poder, común a todos los opositores, los estimula a una postura timorata y oportunista, cuando más, algunas veces, quejosa, pero no más de allí; sus monitoreadores norteños saben cómo mantenerlos en la raya.
Un golpe silencioso
Quienes ejercen la dirección política de la oposición representan claramente los intereses imperiales y los intereses de la alta burguesía importadora, industrial y financiera, alianza estrecha que ha quedado más que evidenciada ante el país y el mundo con la defensa que han asumido de las prácticas especulativas de los que propician la escasez o venden los productos con sobreprecios hasta de miles por ciento por encima del costo o de quienes, a través del mercado negro, han burlado el control de cambios para lucrarse con la captación tramposa de dólares de Cadivi o del Sitme. Como ha quedado demostrado, además del afán de lucro desmedido que identifica al capitalismo voraz, les animaba, también, en esta conducta aviesa, el interés de caotizar el país, insuflando una sensación de ingobernabilidad y de incapacidad del gobierno bolivariano, especialmente, luego de la desaparición física del Comandante Chávez, de atender los problemas de la población, para ir creando el ambiente proclive al plan insurreccional conducente al anhelado objetivo de derrocar al gobierno y acabar con el Proyecto bolivariano. Un golpe silencioso que debía arribar al 8 de diciembre con un malestar creciente en la sociedad, con los ánimos caldeados, con un pueblo en la calle motivado a reclamarle al gobierno su “incompetencia” y, junto con ello, el papel de los medios privados desprestigiando al gobierno y a las instituciones, es decir, todo un caldo de cultivo para desencadenar una situación explosiva que debería depararle el logro de reconquistar el poder, sin detenerse a considerar el costo social y humano que tal desventura ocasionaría.
Derrota político-ideológica
Ese era el plan de la alianza imperial-burguesa, que a todas luces, a estas alturas del partido ha sido derrotado. La acción firme, decidida, contundente, inequívoca del gobierno, de la FANB, de las fuerzas revolucionarias y del pueblo bolivariano, con las medidas adoptadas para combatir el acaparamiento, la especulación, la usura, la inflación inducida, etc., todo ello en el marco de la Constitución y de las leyes, ha logrado trastocar este plan y derrotar, una vez más, al contubernio del imperio y de la derecha amarilla. La derrota sin dejar de ser económica ha sido fundamentalmente en el plano político-ideológico: ha quedado al descubierto, develado para la gran mayoría del pueblo, la naturaleza especulativa y hambreadora del sistema capitalista y de cómo se utiliza los mecanismos del mercado para manipular y atosigar al pueblo trabajador en función de objetivos políticos.
El diputado Cocchiola, candidato a alcalde de Valencia, es la expresión carnal más patética de esta política, como empresario es un timador, ladrón descarado, explotador de sus asalariados y como político refleja la pretensión de la derecha de poner el poder en función de su voracidad capitalista. Y Capriles lo recibe como el héroe de la especulación y la usura, nada extraño cuando se sabe que él es caimán de ese mismo pozo.
Faltando una semana para el hecho electoral aparece despejado el panorama, con la ofensiva bolivariana a la guerra económica con trasfondo político desatada por la alianza imperio- derecha ultra radical, las huestes antibolivarianas lucen debilitadas, desenfocadas, con una dirección dividida (infidencia de Leopoldo López contra Capriles al tildarlo de no tener bolas para estar al frente de la controversia), lo cual es presagio de la derrota que han de sufrir en esta contienda. No se requiere vocación pitonisa para vislumbrar la preservación del legado chavista… aún cuando la dupla imperio- derecha continuará echando vainita.