Nos están dando hasta con el tobo y el pregonero más conspicuo de la irreverencia en Venezuela y su heterónomo, apelan al formalismo y al qué dirán, para cuestionar una decisión política que se toma en momentos en que la vida de nuestro país está siendo signada por la violencia reaccionaria, a fondo; aunque en verdad son escasos los períodos de nuestra historia republicana en que la paz haya reinado. No se nos olvide que el fantasma de la legalidad tiene la capacidad de engullir a las revoluciones y a los revolucionarios, de la misma manera como Saturno se tragó a sus hijos, hecho representado extraordinariamente por el pincel del revolucionario maestro del arte y de la vida, Francisco Goya.
Los grupos oligárquicos no están vacilando en las formas para emplear todas sus fortalezas para derrotar a la Revolución Bolivariana, quieren alcanzar el control del poder político, como sea, para administrar las riquezas de la patria y luego entregárselas a sus poderdantes amos imperiales. La persecución, y el encono terrorista y criminal, será la letra de la melodía que caracterizará a un gobierno de la derecha venezolana en el supuesto negado que llegue a triunfar en su intentona golpista. El rostro de Jacinto Pacheco, joven militante de la organización ¡Alexis Vive!, que pude ver a través del cristal del ataúd que contenía sus restos mortales velados al sur de Valencia, es revelador del asesinato selectivo que ya están poniendo en práctica las clases reaccionarias.
La soterrada conspiración ya afloró, así lo revela la detención de los generales del aire. Las fuerzas revolucionarias deberían estar pasando del alerta al accionar de las masas hechas pueblo, hechas Chávez, por que la guerra de todo el pueblo es la única que garantiza la victoria frente a un enemigo tan poderoso como los Estados Unidos de Norteamérica y su aliada estratégica en esta confrontación, la oligarquía colombiana, que no dudará ni un solo instante en emplear todas sus fuerzas militares y paramilitares contra la patria de Simón Bolívar.
Hay sectores en la Revolución que se muestran pusilánimes ante la violencia y la agresividad reaccionaria del enemigo de clase. Señores, entiendan que ya la toma de conciencia por parte de las filas del pueblo y la solidez de mentalidad de poder hizo trizas las cadenas del yugo imperial y ahora se niega tozudamente a repetir la conducta de los esclavos manumitidos que volvieron al amo para ser encadenados otra vez en la servidumbre por no encontrar qué hacer. La guerra revolucionaria, decía Fabricio Ojeda, es la lucha de las masas populares y de los sectores progresistas de la nación enfrentados por todos los medios a las fuerzas enemigas.
A esta hora los revolucionarios de vanguardia discuten acaloradamente por todos los rincones de la patria la decisión histórica de imponer la violencia popular a la violencia reaccionaria. El pueblo tiene el solemne derecho a defenderse de los asesinos, a defender la naturaleza que están acabando con la tala de árboles en Maracaibo y otras ciudades, con la quema del Cerro El Café en Naguanagua y el Waraira Repano en la ejemplar Caracas. Toda guerra es justa frente a cualquier ocupación o desmembramiento de la identidad.
A nuestro pueblo, los ilumina el Comandante del amor, Hugo Chávez; lo guía Camilo Torres con su espiritualidad y Fabricio Ojeda con su humano desprendimiento, y el guerrillero heroico, el Che Guevara, que nunca lo deja solo, porque su pensamiento brota en el estallido de la lucha revolucionaria como una potente energía volcánica: “La política es obra de los hombres que rinden sus sentimientos al interés, o sacrifican al interés una parte de sus sentimientos”. La moral y la conciencia de las vanguardias revolucionarias se han estado elevando al máximo ante los ataques despiadados de los enemigos del pueblo. Las fuerzas morales constituyen uno de las cuestiones más importantes en una conflagración. Son el espíritu que impregna toda la esfera de la guerra.
¡Qué pase lo que tenga que pasar!... vociferó por las montañas de Lara y Trujillo Argimiro Gabaldón, Chemiro. Los revolucionarios de vanguardia, cuadros y activistas, tienen sobre sí la inmensa responsabilidad de saber aprovechar el momento histórico y conducir al pueblo definitivamente hacia el socialismo revolucionario. Saben que hay que obrar con una profunda mentalidad de guerra; con una audacia inestimable para poder incrementar la solidaridad integral de los venezolanos y las venezolanas y así alcanzar la añorada paz. Combinemos, pues, acertadamente la teoría revolucionaria con la práctica revolucionaria que sin temor a equívocos dará frutos: la verdadera liberación de nuestro pueblo.
No cabe en este momento la división del movimiento popular y democrático, de los revolucionarios de vanguardia, la unidad por sobre todas las cosas, para vencer a los enemigos de la patria, para combatir con fuerza a la derecha infiltrada en el proceso, al sector aprovechador y mercader de la política que se ha mimetizado para enriquecerse y ahogar el avance de la Revolución Bolivariana.
“Nadie inicia una guerra o piensa hacerla, sin antes tener claro lo que se propone y los medios para lograrlo”, este aforismo aparece como una idea inamovible en el Arte de la Guerra de Clausewitz, válida para las partes conflictuadas políticamente. Es de hacer notar que el campo revolucionario ha venido aprendiendo con inteligente paciencia lo anterior, por vivencia propia, y documentándose en las experiencias de las revoluciones de Cuba y Nicaragua, en la guerra civil salvadoreña, y en la que actualmente vive el hermano pueblo colombiano; amén de las experiencias de Irak, Libia y Siria.
Las normas de cortesía están muy bien aposentadas en el Manual de Carreño, el formalismo protocolar que se quede en el Vaticano para ver al Papa y en el palacio de Buckingham para besarle la mano a la Reina; pero en una guerra, eso es una perderá de tiempo pasmosa que distrae a las masas de su verdadero rol. Tengamos confianza. Nuestro pueblo superará, sin duda, todas las dificultades. La Revolución Bolivariana representa parte de las fuerzas mundiales de la paz, de la democracia y el socialismo.
Qué conste que la buena fe se presume… y la mala fe hay que probarla. Mis respetos por el hombre del grano de maíz. Son cuantiosos los aportes que ha hecho a la causa del pueblo. Él sabe que esta es la discusión. Germinará la tierra y habrá pan para todos. Seguro.