No hay peor ofensa que decirle a alguien que no existe.No sé cómo a Jorge Luis Borges se le escapó “tú no existes” de las injurias de que disertó.
El sábado pasado ocurrió una marcha bolivariana probablemente incalculable. Los medios, despechados por su escuálida marchita, llegaron a decir que el desfile bolivariano era un montaje. Me consta la risa de los que estábamos en el “montaje”.
La multitud respondió con algo más contundente: “Me da risa que existas”. “¡Esto es un montaje!”, “¡aquí no hay nadie!”, reían. Algún diario humorístico se consoló con que eran empleados públicos obligados y traídos en autobuses. Imagino la risa entre los empleados, bolivarianos o de los otros, a quienes nadie obligó a nada. Porque de la risa no te salva nadie.
Un bunker te puede salvar hasta de un ataque nuclear, pero no de la risa. Pasan generaciones y sigues siendo el bisnieto del tipo de quien alguien dijo un chiste devastador. Debiera haber una ley que regulara el uso del humor, más severa que las que tratan de gobernar el empleo de las armas. El humor no sólo afecta a su víctima directa, sino que los buenos chistes se reciclan para diversos personajes.
Los consuelos de la ultraderecha son cómicos, como eso de que les pagan, de los empleados obligados y los autobuses. Si fueron 300 autobuses,comodijeron, a 50 por unidad, da 15.000.
Otros empujan los cálculos al voleo hasta 150.000 personas. Y, en fin, ¿es que esos no votan?.
Ofenden a troche ymoche y después se preguntan por qué cada vez tienen menos gente.
Ya no temen ofender, como a los beneficiarios de las misiones.
“¡Que se retiren, no importa!”, dijo el cardenal abucheado.
Total, lo de ellos no es elección sino genocidio. De los bolivarianos que se opongan a un golpe “se ocupará el ejército”, declaró Carlos Fernández. Digo, para ser cínicocomo ellos dicen ser. Pero no, porque son gente inocente y perversa.
Unos arrogantes serviles que firmarán cualquier pamplina que les manden, como lo del antisemitismo del gobierno. Y está mal meter la pata, pero está peor que la CIA lo mande a uno a meterla. Y está catastrófico que uno ni siquiera sepa o no le importe hacerlo coordinado tras bambalinas por la CIA.
¡Cómo sufrirían si tuvieran vergüenza!
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