Venezuela de luto: ¡el asesinato de Robert y María en la tormenta de desesperación capitalista!

Venezuela está, no solamente de luto por los revolucionarios que han ido cayendo entre ellos Robert Serra y María Herrera, sino también, en estado de emergencia por la tormenta de desesperación capitalista que se avecina. Mientras se buscan respuestas, la derecha lleva la iniciativa generadora de crisis y terror con la intensión de provocar el miedo, detener las transformaciones  de la revolución y retomar el control del Estado.

Echando una mirada unilateral al escenario

Con la implementación de las medidas de control sobre el uso de las divisas, la especulación, el contrabando, los precios y expropiación de empresas, sale a luz la anarquía de la producción capitalista que se agudiza cada día más y el bloqueo económico que experimentan las empresas estatales en la producción, en el intercambio y en la distribución de los productos. Casos concretos, las empresas de electricidad, cemento, SIDOR, Agroisleña, centrales azucareros, café, lácteos, aceites, harina de maíz se encuentran en serios problemas de sobrevivencia económica-social.

La anarquía capitalista:

Crear una crisis, en el mundo industrial, financiero, comercial y político tendientes a paralizar el comercio, estancar la circulación de productos con el acaparamiento, sacar las divisas del país, paralizar fábricas, declararse en bancarrota, detener la producción con sabotajes de todo tipo, paralizar la circulación de mercancías para provocar el estallido social que esperan. Con ello logran la ruina de pequeños capitalistas, hacer de la crisis una fuente de penuria y miseria para los trabajadores. De esta manera pretenden detener las transformaciones económicas y sociales. Esta anarquía en la producción capitalista se ha puesto al descubierto con las medidas gubernamentales de control de la producción, distribución e intercambio.

Aunque parezca incongruente, para detener la crisis y mejorar la maquinaria productiva capitalista, el gobierno ha aportado mucho dinero a las empresas; sin embargo, el problema no se resuelve, por el contrario, las empresas bloquean la producción.

Y es que los capitalistas, para sobrevivir, están bajo un imperativo histórico que los obliga a mejorar su maquinaria productiva, a crear una crisis artificial o a perecer como clase con privilegios.

En ese sentido, y en su doble rostro moral los capitalistas toman el dinero aportado por el gobierno, profundizan la crisis y crean terror. Eso es así, porque profundizar la crisis es la única salida estratégica a que se ven obligados a recurrir. Los capitalistas están desesperados por retomar el control del Estado, aunque para ello tengan que adoptar medidas radicales y terroristas como la guerra, las guarimbas o los crímenes selectivos del que fueron víctimas Robert Serra y María Herrera.

Ante la incapacidad de la burguesía de continuar manejando a su manera las empresas, el Estado continúa haciéndose cargo de la conducción de las empresas nacionalizadas y expropiadas a la burguesía. Este hecho pionero e inicial demuestra que la burguesía ya no es indispensable para echar andar la producción; sin embargo, este hecho en sí mismo, aunque representa un avance económico hacia la conquista de las fuerzas productivas y se lleva a cabo por el Estado, no tiene nada de socialismo, pero llevan en su interior el medio inicial de la solución al problema.

Esta solución consiste en armonizar el modo de producción, de apropiación y de cambio con el carácter social de los medios de producción. Que el pueblo, abiertamente y sin rodeos tome posesión de las fuerzas productivas que no admite otra dirección que la suya. Haciéndolo así, cuando los medios de producción y los productos sean de todos, se romperá el maleficio de las perturbaciones y cataclismos económicos, políticos y sociales y esa medida se convertirá en una poderosa palanca de producción; pero también, con estas medidas se pone fin, a la vieja estabilidad pacífica.

Mientras los críticos y el gobierno se resistan a comprender la acción, las tendencias y los efectos de estas fuerzas de producción, estas fuerzas se volcarán contra los socialistas y no socialistas y se volverán a escapar del control de los revolucionarios y quedarán en manos de los capitalistas.

El día en que las fuerzas productivas se sometan a un régimen diferente al capitalista, la anarquía social y las crisis producidas por los capitalistas dejarán el puesto a una reglamentación colectiva y organizada de la producción acorde a las necesidades de la sociedad y de cada individuo.

Más para que esto se pueda realizar o se convierta en una necesidad histórica es necesario que antes se den las condiciones efectivas para su ejecución. No basta con que la razón comprenda la necesidad de abolir las viejas relaciones capitalistas, sino que, es necesario la creación de determinadas condiciones económicas nuevas.

De todos es conocido que el trabajo social bajo las condiciones actuales, solo rinde para cubrir estrictamente necesidades elementales de todos y el trabajo absorbe todo el tiempo o casi todo el tiempo de la inmensa mayoría de los miembros de la sociedad. En estas condiciones, mientras la inmensa mayoría de la población lleva la carga del trabajo, existe una clase y sus representantes políticos absueltos del trabajo directamente productivo a cuyo cargo están el derroche de lujos, la dirección de las empresas y la creación de obstáculos artificiales para detener el avance del proceso de cambios revolucionarios.

La construcción del socialismo presupone la apropiación de los medios de producción y de los productos y por tanto del poder político, romper el monopolio burgués de la cultura y de la dirección espiritual de la sociedad y refundarlas sobre otras bases.

Si en esa dirección estaba trabajando Robert Serra, no es casual que se haya convertido en víctima de la desesperación capitalista que se cierne como una tormenta sobre el proceso revolucionario que camina con dificultades internas y externas, pero, camina.

Como dije, la efectividad de los cambios impulsados por el gobierno y por las organizaciones políticas populares ha puesto fin a la vieja estabilidad pacífica. Por ello, la política de coexistencia pacífica que implementa el gobierno llegará hasta donde la derecha, como contra parte, sea capaz de impulsar una nueva ofensiva productora de crisis y terror con la intensión de provocar el miedo, detener las transformaciones y buscar desesperadamente retomar el control hegemónico del Estado.

En perspectiva, Venezuela está, no solamente de luto por los revolucionarios que han ido cayendo entre ellos Robert Serra y María Herrera, sino también, en estado de emergencia por la tormenta de desesperación capitalista que se cierne sobre el proceso revolucionario.

¿Qué hacer?

RECORDAR A LOS CAÍDOS Y CONSTRUIR MÁS SOCIALISMO Y MÁS REVOLUCIÓN.



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Memo Fernández


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