Cultura de paz como forma de vida

Crear una cultura de paz es un desafío colectivo. El detalle es que, con frecuencia, nos cuesta asumir el rol que tenemos en semejante tarea social. No basta con pregonar y redundar en ciertas premisas que se asumen como tácitas. Se requiere una transformación real y sincera de las acciones diarias y cotidianas. Hasta que no cambiemos ciertos comportamientos no avanzaremos en dicho reto.

El gran problema de la humanidad, es la falta de humanidad. Vencer esa realidad debe ocuparnos cada segundo bajo el sol. Por ende, el compromiso surge desde el espacio vital que, si se quiere, es lo único que en realidad nos pertenece y justo ahí debemos incidir para que cada acción se oriente en contribuir en verdaderos códigos que fortalezcan la convivencia. 

Si coincidimos que convivir es más hermoso que sobrevivir estamos en sintonía. El detalle está en que a veces nos sumergimos en la segunda, sin permitir que la dimensión de la primera se expanda como es debido. No obstante, en dicha dimensión de intercambio que implica el convivir están presentes diversos valores que lo soportan como lo son el respeto, la comunicación y la tolerancia, como elementos de una cultura de paz que genere nuevos lazos de organización y funcionamiento. 

Moviéndose por la paz

Conscientes de la labor histórica de transformarlo todo, el Estado venezolano ha diseñado una serie de acciones en diversas parroquias del Distrito Capital, así como en los estados Guárico, Cojedes, Sucre y Lara para crear y consolidar Espacios de Paz, que van desde actividades lúdicas, recreativas y formativas para contribuir a la convivencia en el barrio, en la comunidad, desde sus propios espacios. 

Ver a jóvenes de “Pinto Salinas” siendo reflejados en un documental como punto de referencia de un Espacio de Paz era algo inimaginable para mucha gente. Y eso está ocurriendo. Hay un contingente de voluntades sumadas en dichas comunidades para ofrecer opciones de vida y de compartir, además de hacer que los vecinos se miren desde adentro. Eso nos indica que hay una gestión que comprende la necesidad del encuentro. Es la verdadera revolución en marcha.

Petare, San Juan, Sucre, 23 de Enero y Antímano también cuentan con Espacios de Paz. Estas comunidades son el inicio de un plan orgánico que va a multiplicarse por todo el país. La idea es crear núcleos estratégicos de organización popular con los propios saberes que aporta la comunidad con la visión revolucionaria concebida en la Ley del Plan de la Patria y así irradiar las bondades y fortalezas de cada espacio y enfrentar, desde la raíz, todos los elementos que atentan contra la vida y la paz.

Más allá de Caracas, vemos como Guárico activa su Núcleo de Ciclismo. Cientos de bicicletas se ponen a rodar en un plan conjunto entre el Estado, la comunidad y los colectivos ecológicos que motivan el uso de vehículos para contrarrestar la contaminación que genera el uso de hidrocarburos. Construir espacios de paz, es cambiar los modos de vida, es la acción consciente de una realidad que nos convoca a transformar para asegurar la vida en la planeta y la convivencia armónica en una nueva cultura de paz.

Bien decía Gandhi: “No hay camino para la paz, la paz es el camino” y ese es el ritmo en que debemos andar. Hay comunidades que se están moviendo para gestar los cambios necesarios y urgentes orientados a vencer el reto de construcción colectiva que la paz amerita. Es una nueva cultura, que en el fondo, debería ser la verdadera cultura que nos una y que cada día, como cultura de paz, nos hermana y nos vincula. 

Por Marco Sarmiento

Cantor, Periodista y Aspirante a Maestro Ambulante
Miércoles 03 de Diciembre de 2.014
@cantourgente



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