Ramón Guillermo Aveledo el agachado

Para que una comparación no ofenda la memoria de un valiente que murió peleando, ni que la sombra sebosa de Ramón Guillermo Aveledo ensucie la gloria de un decente, debe entenderse aquí por “agachado” al que hace trampa en el dominó, “pasando” falsamente, no jugando una ficha  cuando puede y debe, y no a José de Jesús Gonzales, conocido como ‘El Agachado’, guerrillero de la insurrección campesina y antiesclavista de Zamora en la Guerra Federal, muerto a machetazos en combate y hoy venerado en el Panteón Nacional de Venezuela.

Quien nunca profanará el Panteón es Aveledo, “agachado” en el mal sentido de la palabra, abogado y político profesional, diputado socialcristiano durante tres períodos, jefe de su fracción parlamentaria y dos veces Presidente de la Cámara de Diputados en el desaparecido Congreso. Fue Secretario Privado del Presidente Herrera y asesor de Presidente Caldera. También fue presidió Venezolana de Televisión del 1983 a 1984, y la Liga Venezolana de Béisbol Profesional del 2002 al 2007.

Rafael Caldera, asesorado por un Aveledo discretamente a las órdenes del Fondo Monetario Internacional, y con Teodoro Petkoff como ministro sin cartera de finanzas, lanzó a Venezuela en 2007 por la senda neoliberal: llevó a la quiebra a 70.000 pequeñas y medianas empresas, puso en marcha una semi-privatización disfrazada de “apertura petrolera”. También eliminó en colegios y liceos, por recomendación del FMI, el estudio de la historia de Venezuela.

Pero la gran infamia de ese segundo gobierno de Rafael Caldera fue la modificación de la Ley Orgánica del Trabajo y la reforma del régimen de prestaciones sociales. En 1997, una “comisión tripartita” conformada por el sector empresarial, la mafia sindical y Gobierno, plasmó un sistema de prestaciones sociales que preveía, entre otras cosas, su pago anual y no al cese del desempeño laboral como se hacía anteriormente, y que significó el mayor despojo jamás perpetrado contra la clase trabajadora, la pérdida de medio siglo de derechos conquistados, literalmente, con sangre, sudor y lágrimas. Aunque en las fotos de la firma del despojo, aparece Ramón Guillermo Aveledo a la diestra del Presidente, el pueblo sólo recuerda a Petkoff como responsable: Ramón Guillermo Aveledo logró “pasar agachado” hasta nuestros días.

En abril de 2002, Aveledo participó activamente en el golpe de Estado contra el Presiente Chávez, pero no figuró entre los golpistas principales. Pasó agachado.

En el gran sabotaje petrolero del 2002-2003, y siendo presidente de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional, Aveledo se sumó al paro suspendiendo la temporada de juegos. Derrotado el sabotaje, mantuvo bajo perfil y siguió dirigiendo el béisbol profesional hasta 2007. ¿Cómo hizo? Pasó agachado.

Ramón Guillermo Aveledo es reputado como importante ficha del Opus Dei, sin que pueda comprobarse porque, también en esto, pasa agachado.

Su discreción y modales de gentleman le han dado fama de ponderado, por lo que en 2009 fue designado Secretario General de la Mesa de Unidad Democrática MUD que agrupa a los partidos de la oposición venezolana, cargo al que renunció el 30 de julio de 2014, para ocupar la secretaría internacional de la organización.

A quienes no lo conocen, les extrañó que Aveledo no firmara el “Acuerdo de Transición”, documento del golpe de Estado “suave” del 2015, alegando “responsabilidades políticas”. Una vez más, pasó agachado.

Por todo lo anterior, llama la atención que un hombre tan ladino y jesuítico se dejara ver, en estos días, “preparando” en Madrid a los disidentes cubanos, financiados por la CIA, que piensan sabotear la Cumbre de las Américas en Panamá. Como estos representantes de la “sociedad civil” que promueve Washington se saben de memoria el discurso anticubano, es de suponer que Aveledo los instruye sobre lo que deben decir contra Venezuela.

Todo indica que el agachado Aveledo, “caballero de fina estampa”, no podrá mantener sus cuernos mefistofélicos por debajo del radar porque se ha vuelto objetivo de las redes sociales y la inteligencia social. Su infamia se hace más infame librándola a la publicidad, cae su máscara de elegancia política y todos pueden verlo como lo que es: un agente de segunda el servicio del imperio, un enemigo de la unidad latinoamericana, un preparador de jumentos que pretenden competir con los corceles de la libertad americana.

Ahora que ha sido pillado en tan bajos menesteres, a Ramón Guillermo Aveledo más le vale quedarse agachado para siempre, en perpetua reverencia, mostrando al mundo lo  más humano que le queda, y que es lo contrario de su cara.



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Eduardo Rothe


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