Desconocer la trascendencia de los cambios que se vienen abordando, sería inútil, pero, se debe tener una perspectiva abierta, democrática y libre para darnos cuenta de una manera inteligente y con niveles de compasión y tolerancia que los intelectuales deben cooperar para fortalecer la visión contemporánea de un país que desea, a toda costa, salir del infortunio que hemos heredado del pasado que, fueron casi medio siglo. Los conceptos deben salir del marco institucional y asumir posturas acorde a los cambios, hay una manipulación de las ideas y la perspectiva del análisis ideológico en el discurso nos lleva a descalificar algunas posturas que llevan un significado implícito en su interpretación de contenidos. En este sentido, los filósofos y escritores buscan adoptar una figura que ayude a ser promotores de un consenso.
Poco han sido los intelectuales de la revolución en ejercicio de gobierno que han acotado propuestas sobre la globalización, pobreza y los medios de comunicación en las democracias y el socialismo del siglo XXI. Poco, encontramos una respuesta directa sobre el tema, solo Chávez ha manifestado los ámbitos en que se mueve los temas sustantivos de éste siglo, siendo una excepción Pierre Bourdieu, Noam Chomsky, Naomi Kleim, Toby Valderrama, Luis Brito García.
Las teorías son perfectas, solo falta agitar ideas para el bienestar colectivo. Es evidente, la situación de conflicto y crisis que ha marcado éste nuevo escenario político, después de la partida del Comandante Hugo Chávez Frías, se viene trastocando los cánones culturales ya establecidos para lograr desarrollar el proceso revolucionario. Los partidos políticos han perdido su vigencia y la militancia su filiación, la pérdida de valores es producto de las ineficiencias y los mismos ya no representan a las mayorías. De esta manera, hemos llegado a la polarización por los manifiestos particulares de chavistas y antichavistas, esto, es un riesgo a la voluntad popular y una campaña desestabilizadora que incita al magnicidio, guarimbas, intención del Golpe de Estado. Es clara, la función ideológica de cada documento opositor que injustifica la gestión de Chávez y Maduro, cuando hay motivaciones para hacer una buena campaña y lograr en lo posible, un triunfo.
En 2002, la oposición publicó un documento, titulado, “Rescatemos a Venezuela”, donde mantiene una orientación antichavista. Un grupo de intelectuales periodistas, académicos, historiadores y escritores, expresaron el desagrado y protesta con respecto al desempeño del actual régimen, «a sus tendencias militaristas, intoxicadas de un izquierdismo fútil, anticuado y reaccionario». En este documento, se puede apreciar un desarrollo de las razones por las que se considera que este gobierno representa una involución en la historia política venezolana. Al respecto, acuñan siete rasgos: «caudillismo, militarismo, estatismo, centralismo, incapacidad e ineficiencia administrativa, populismo exacerbado y corrupción descarada». Pero, hoy, el oficialismo sigue siendo gobierno y el pueblo sufraga por él.
el supuesto reforzamiento de las posiciones moderadas (tanto social-democrática como socialcristiana) desde el punto de vista teórico, conceptual, ha marcado un clima de desorientación y confusión que influye negativamente en las posiciones intelectuales contemporáneas (Juan Nuño, 1990).
La historia venezolana ha contado con intelectuales ubicados en las distintas escalas apuntadas por Mansilla /Schmidt. Entre los clásicos pensadores dueños de un íntegro conocimiento cultural, podríamos recordar a personajes como Andrés Bello, Cecilio Acosta, Gonzalo Picón Febres, Gil Fortoul y más cercano a nuestro tiempo, Uslar Pietri, entre muchos otros, algunos de éstos también muy vinculados con el poder e incluso ejerciendo cargos públicos de gran responsabilidad política. Entre los especialistas figurarían intelectuales como Elías Pino Iturrieta, Ibsen Martínez, Manuel Caballero, Luis Britto García, sólo por mencionar algunos. Durante el período correspondiente a la consolidación de la democracia representativa venezolana, desde los inicios de los setenta hasta finales de los noventa, encontramos que la mayoría de los intelectuales venezolanos están desvinculados del quehacer político, inmersos en cuestiones más bien de índole teórica, aun cuando se asuma que por su condición de seres pensantes y sociales mantienen alguna postura política. Este panorama dista mucho de lo que se observa en el acontecer nacional desde la crisis política de finales de los noventa. Actualmente encontramos una mayor participación de los intelectuales en los asuntos políticos y es que cuando se presentan situaciones de alta conflictividad política y social que de algún modo perfilan cambios profundos en la conducción de los asuntos colectivos, los intelectuales salen masivamente a la palestra pública.
Considero que este razonamiento de Nuño se acerca bastante a una posible explicación de lo que ocurre con muchos intelectuales venezolanos al analizar y resolver sucesos actuales en base a un pensamiento de origen marxista. Este hecho puede constatarse en la ingente cantidad de referencias y rememoraciones de los sesenta que aparecen representadas en nuestra narrativa de la última década: aun cuando se presenten conflictos políticos y sociales recientes, éstos se relacionan y se explican mediante posturas de izquierda que florecieron en los círculos intelectuales latinoamericanos en los años sesenta
Hasta hace unos cuantos años, después del desplazamiento de la ideología positivista de finales del siglo XIX, la política venezolana estuvo guiada por tendencias nacionalistas, marxistas y socialdemócratas. De allí los tres partidos que se destacaron en la escena política del país: el Partido Comunista de Venezuela, el socialista Acción Democrática, y el Partido Social Cristiano COPEI. Los dos últimos fueron los que se entronizaron en el poder durante casi cuarenta años, no obstante, el partido Comunista, aun cuando nunca llegó a formar gobierno, mantuvo una influencia importante en el panorama intelectual del país. Valdría acuñar, aquí, las sabias palabras de Juan Nuño (1990) quien explica que el derrumbamiento a escala mundial de la ideología marxista, desde el punto de vista político, trajo como consecuencia: Actos de rebeldía y de acción política, como el caracazo y los hechos de 1992.
La actual crisis sociopolítica venezolana ha dado lugar a una, cada vez más creciente, postura crítica por parte de los intelectuales. Si bien la concepción del intelectual como conciencia crítica de su tiempo, comprometido en mayor o menor grado, ha estado siempre presente, es también un hecho cierto que en épocas de crisis se exacerba este tipo de comportamiento. Así pues, en la actualidad, la apremiante situación sociopolítica marcada por una fuerte polarización ha llevado a muchos intelectuales a asumir, incluso, compromisos políticos partidistas. Desde diversas posturas, se ha intentado interpretar nuestra actual coyuntura, cuya explicación, aparentemente, nos reenviaría a fenómenos de exclusión social, política y cultural de épocas pasadas.
A pesar de las evidencias históricas, en varios países de Latinoamérica, como la Argentina, abundan quienes creen que la intervención estadounidense en asuntos domésticos es pura ficción. El equívoco fue alimentado por formadores de opinión aliados o cooptados por la diplomacia estadounidense, como lo revelaron los cables difundidos por Wikileaks, donde abundan referencias a los vínculos entre La Embajada y el sistema tradicional de medios que en ese país conduce el multimedios Clarín. Un detalle: referirse a la sede diplomática estadounidense como “La Embajada” explicita hasta qué punto se naturalizó a EE.UU. como faro político. Pero no son las sedes diplomáticas las únicas que perpetran las actividades intervencionistas de EE.UU. en la región. El país del Norte cuenta con una compleja red de organismos que, con fachadas varias, fueron y son utilizados para tareas sucias que van desde el espionaje y la formación de cuadros dirigenciales adictos hasta la desestabilización de gobiernos y economías con su consecuente costo político y social.
Los habitantes de América latina podríamos presumir que no necesitábamos de Snowden para saberlo. En esta región, Estados Unidos propició golpes, dictaduras genocidas, políticas económicas predatorias y elites financieras mafiosas con el evidente objetivo de succionar sus recursos naturales, materiales y humanos. Edward Snowden no es un héroe, pero la humanidad le debe un enorme favor. Los documentos que el ex topo de la CIA filtró al mundo demuestran lo que hasta acá la política global sabía pero no se atrevía a denunciar: que Estados Unidos no ahorrará en crímenes para seguir siendo lo que es. Un imperio voraz.
Una de las organizaciones más activas es la United States Agency International Development (USAID), un organismo que EE.UU. creó con la proclamada intención de desplegar tareas humanitarias en los países del Tercer Mundo. Su origen se remonta a la Alianza para el Progreso, creada el 13 de marzo de 1961 por los mismos funcionarios que varios años antes habían alumbrado el Plan Marshall con la intención de poner a su país a la cabeza de la reconstrucción de la Europa de posguerra. La Alianza fracasó a poco de nacer luego de que los países de la región rechazaran las condiciones de la “revolución pacífica y democrática” que pretendía imponer EE.UU. a cambio de los 20.000 millones que prometía invertir. Pero antes de que fuera cancelada, en noviembre de 1961 se fundó la USAID, una de sus agencias que, en las formas, debía vehiculizar parte de las inversiones a programas de desarrollo humanitario, fachada que se mantiene hasta hoy.
La militarización de los objetivos de la USAID tocó cumbre en 2010 cuando el presidente Barack Obama incluyó al general Jeam Smith –un estratega militar que estuvo en la OTAN– en el Consejo de Seguridad sólo para que atendiera los programas de “asistencia social” que llevaba adelante la agencia. Y como director adjunto se nombró a Mark Feierstein, cuya hoja de servicios encajaba con los desafíos que EE.UU. percibe en la región: experto en guerras de cuarta generación –o campañas de desinformación–, y dueño de Greenbarg Quinlan Rosler, una firma que ofrece orientación estratégica sobre campañas electorales, debates, programación e investigación.
Alérgico a los gobiernos populares que se extienden por América latina, Feierstein probó la eficacia de su método como asesor de Gonzalo Sánchez de Lozada durante la campaña que lo depositó en la presidencia de Bolivia. Goñi, como lo llamaban en su patria, fue el paroxismo del coloniaje político que EE.UU. impartió en los noventa sobre los países del Sur. Criado, educado y formado en suelo estadounidense, Sánchez de Lozada volvió a su tierra de nacimiento para ser presidente de la mano de Feierstein. Duró en el cargo algo más de un año: la denominada “Masacre del Gas”, en 2003, donde murieron más de sesenta personas, lo eyectó del poder y lo devolvió a EE.UU., donde vive como prófugo de la Justicia boliviana amparado por el gobierno que nombró a su amigo Feierstein al frente de la USAID.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner mostró su preocupación en el acto del 9 de julio en Tucumán y señaló: “Me corre frío por la espalda cuando nos enteramos que nos están espiando a todos a través de sus servicios de informaciones. Más que revelaciones, son confirmaciones que teníamos de lo que estaba pasando”. De paso, aprovechó para hacer un llamado de atención: “Los gobernantes de los pueblos de la América del Sur, que hemos dado batalla en esta década incluyendo a millones de compatriotas, tenemos el deber de mirar lo que está pasando y unir nuestras fuerzas”.
Cuantos viajaron a Rusia para cumplir con su perfil laboral. Pocos, son socialdemócratas y no socialistas, es un tema de no acabar.