Nada mas peligroso que un aplauso

Yo siempre he dicho que no hay nada más peligroso que un aplauso. Por recibir un aplauso o, en otras palabras, por recibir la aprobación de un grupo, una persona puede llegar hasta a suicidarse. Los aplausos acarician la vanidad y esta, a su vez, hace al individuo vulnerable a cualquier vicio.

Por eso, es una práctica sana preguntarse todos los días, especialmente las personas que tenemos una participación pública, si lo que hacemos es lo que consideramos mejor, o si por el contrario, estamos actuando a instancias de los aplausos que esperamos recibir de algunos. Tener clara la respuesta a esta pregunta es la diferencia fundamental entre hacer lo correcto y hacer lo que es popular. Y es muy importante, porque a la larga lo segundo desaparece y sólo lo correcto perdura.

LOS VANIDOSOS Y LOS MEDIOS

Como soy fanática de la política y me parece interesantísimo analizar los comportamientos políticos de la gente y de los grupos sociales, una de las cosas que me ha llamado más la atención, en la Venezuela de los últimos tiempos, es cómo es posible que los sectores oposicionistas hayan cometidos tantos y tan grandes errores, casi de manera obcecada.

Todo el mundo se puede equivocar, es humano, y evidentemente algunos errores pueden ser más graves que otros. Pero el hecho de que varios grupos de individuos, todos ellos graduados en las mejores universidades del mundo y con amplia experiencia, se pongan de acuerdo para equivocarse tantas veces seguidas y de manera estrepitosa, sinceramente genera curiosidad como tema de estudio.

Podría cada quien expresar su propia teoría sobre cuál o cuáles son las razones que han llevado a estos grupos a equivocarse escandalosa y persistentemente, sin embargo, yo voy a exponer mi hipótesis: la adicción a los aplausos.

Los oposicionistas, quienes hace rato se olvidaron de que la política se hace en la calle, construyeron una especie de mundo virtual, al estilo de la película “The Truman Show”, en el cual ellos se comunican a través de los medios de comunicación con sus telemilitantes. Ya no son necesarias las asambleas, ni las actividades vecinales o comunitarias, ni visitar los pueblitos, porque todo eso ha quedado sustituido por la comunicación mediatizada.

LA TELEPOLÍTICA

Como el contacto directo con la gente lo han perdido por completo, quien no aparece en televisión todos los días, simplemente va languideciendo dentro del imaginario oposicionista.

Si la actividad política opositora depende de los medios, entonces estos adquieren un poder descomunal para decidir cuál es la agenda que aquellos deben seguir, cuáles son los intereses que deben defender y quiénes son los líderes que se desean potenciar.

Y aquí se produce un círculo vicioso, pues por un lado los políticos oposicionistas desesperan por la aprobación mediática y a la vez, estos mismos medios han captado una audiencia que cree que hacer política es ver o escuchar desde sus casas, con devoción litúrgica, alguno de los programas cuyo único tema es insultar a Chávez. Mientras, no se atreven a salir a la calle a colaborar con ninguna actividad política, social o comunitaria, ni a realizar ninguna acción altruista. El individualismo en su máxima expresión: lo colectivo desaparece y son los medios los que tienen todo el poder de escoger el mensaje y los protagonistas.

LOS PRINCIPIOS Y LOS APLAUSOS

Si el drama que viven aquellos que pretenden liderar a la oposición es que dependen casi exclusivamente de los medios, eso significa que su comportamiento y sus decisiones van a estar marcados principalmente por la aprobación que estos medios le brinden y no por lo que consideren personalmente que deben ser sus actuaciones. El aplauso de los medios vale entonces más que los principios.

Un ejemplo dramático de esta afirmación es el reconocimiento que han hecho, algunos de los que hoy se presentan como precandidatos presidenciales, en relación a que no estuvieron de acuerdo con el tristemente célebre paro petrolero y menos con que se mantuviera de manera indefinida. Esa, obviamente, era la posición sensata, de principios. Pero la pregunta obligada es entonces: por qué lo dijeron después de que todo terminó, por qué no hablaron antes de que se le ocasionaran al país miles de millones de dólares en pérdidas. La repuesta dramática es que, si decían eso en ese momento, no iban a recibir la aprobación de los medios. Es decir, se sacrificaron los principios por los aplausos. Terrible.

Lo insólito es que personas como estas, que dejan de lado lo correcto simplemente para evitar que los dueños de algunos medios los saquen del aire, aspiran a dirigir los destinos del país.

Un presidente no puede tomar decisiones en base a la aprobación de un grupito. Un presidente tiene que hacer lo que considera de buena fe que es correcto. Puede eventualmente equivocarse, pero tiene la obligación de amarrarse a sus principios y gobernar en consecuencia. Un presidente debe decidir a conciencia y fundamentado en la Constitución, porque si cambiamos el esquema, el desastre para la democracia y para el desarrollo del país sería descomunal. Un país debe ser gobernado en base a principios y no en base al raiting.

¿SON INDISPENSABLES LOS MEDIOS PARA HACER POLÍTICA?

Seguro que habrá más de uno que dirá que en el mundo de hoy es indispensable contar con el respaldo mediático para hacer política. Humildemente, me permito diferir ampliamente de este criterio.

En 1997, Chávez no tenía acceso a prácticamente ningún medio de comunicación. Cuando arrancó su campaña para la presidencia, a algunos medios les daba temor concederle un espacio y otros simplemente alegaban que una entrevista a su persona carecía de interés. Nunca se me olvidará que hubo periodistas muy importantes que, cuando le solicitábamos incluir a Chávez en su pauta nos contestaban “como se te ocurre, eso es un caliche” (término periodístico para definir una entrevista que no tiene valor noticioso ni de raiting).

No obstante, el trabajo de Chávez a nivel de las comunidades y del pueblo fue simplemente extraordinario. Iba para todas partes, se reunía con la gente, no solamente para hablarles, sino también y muy importante, para escucharlos sinceramente.

Llegó el año 98 y su candidatura poco a poco fue creciendo. Y ya, a mitad de año, las solicitudes que teníamos para entrevistar a Chávez, por parte de los mismos que anteriormente lo desdeñaban, superaban toda expectativa. Cuando los periodistas se comenzaron a dar cuenta de que el hombre realmente podía llegar a ser presidente, se volvieron locos por tener unos minutos con él.

LA RECETA MÁGICA

Habrá quien diga que en secreto se hizo un pacto con algún medio de comunicación y otras estupideces como esa. Yo estuve ahí y sé que eso no es cierto, además, la historia después lo demostró.

La receta mágica que siempre ha tenido Chávez, por encima de cualquier otro candidato político de nuestra generación, es que no está pendiente de lo que digan los opinadores televisivos, sino de lo que le diga la gente en la calle. Por eso es que el Aló Presidente no se hace en un estudio de televisión sino en las comunidades. Porque no se trata solo de aparecer, sino principalmente de sintonizar…. con el pueblo.

mphelnacional@yahoo.com



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Mary Pili Hernández

Ex-ministra de la Juventud, ex-viceministra de Relaciones Exteriores para América del Norte, y ex-concejal por el Municipio Libertador. Cristiana, Periodista, Socialista, Bolivariana, Antiimperialista y Chavista.

 mphopinion@yahoo.com      @marypilih

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