Aún recuerdo con claridad el día que llegaste de la mano de tu hermana Eliana a la Concha Acústica del Parque del Este para incorporarte en al curso intensivo de Proyección de Danzas Folklóricas, dictado por el maestro Gustavo Silva en el año de 1978, si la memoria no me falla. Seguramente, una de tus primeras incursiones en el mundo de la danza, lo que a posteriori sería una inclinación definida y una pasión de vida.
Contigo ascendíamos a siete el grupo minoritario de jóvenes hombres -frente a un grupo numeroso de mujeres - que nos atrevimos a regañadientes a ponernos una licra de color negro como un requisito indispensable para acceder al curso, además, de la asistencia puntual tres veces por semana, exigida rigurosamente por el maestro Silva. Curiosamente, también de la mano de un hermano,-Enrique González, promotor cultural e Investigador del Instituto Nacional de Folklore (INAF)- arriba al mismo espacio de formación Arianne Velis quien luego se haría tu novia y tu compañera de vida.
Comenzaste a destacar y a despuntar como el pupilo aventajado, como el inquieto aprendiz que asimilaba movimientos y técnicas con gran precisión. Daba la impresión que todas las técnicas que se impartían ya eran de tu dominio personal. Ante eso, ningún rasgo de altivez ni de arrogancia frente a tus compañeros; todo lo contrario, un halo de sencillez y de tímida humildad desprendía tu paso en esos ambientes iniciales de formación. Tuve
el privilegio de observar en primera fila ese proceso inicial, de progresiva entrega, como si hubieras hecho un voto, como si hubieses tomado los hábitos y te anotaras en una causa de infinita devoción. El camino que recorriste a lo largo de tu vida lo confirma claramente.
Con pasos propios, entras en sintonía y te incorporas entusiasta y militantemente con esa corriente crítica de reivindicación de la cultura popular de finales de los setenta y de los ochenta. Un amplio movimiento de agrupaciones musicales y danzarías, de promotores culturales, de creadores y cultores e investigadores regados por todo el país empeñados en conquistar nuevos espacios de participación, de promoción y de ensayar nuevas puestas en escena de la creación popular, caracterizadas por el respeto, la autenticidad y la investigación como trasfondo cultural. Imposible no recordar en este contexto el impulso de Un Solo Pueblo, del Grupo Madera y Cantos del Pueblo entre otros, como vanguardias de un atractivo y pujante movimiento de reafirmación de nuestras raíces musicales y culturales.
Con tu labor incansable contribuyes a reforzar la lucha en contra de los esquemas y estereotipos establecidos en el ambiente dancístico-cultural venezolano precedidos por agrupaciones dancísticas de antigua trayectoria y aceptación que marcaron tendencias y estilos de honda influencia para la época. Un deslinde tajante promueves desde la acción creadora y formativa para apartar las poses y los efectismos pretenciosos en tus roles ejercidos como director, asesor, promotor y maestro en distintos espacios tanto
institucionales como socio-comunitarios de enseñanza y proyección de danza tradicional.
Una pedagogía certera y sensible, en plena comunión y dialogo con los hombres y mujeres portadores de esas tradiciones, comienzas a escribir con el tono multicolor de nuestros ritos y ceremonias ancestrales en toda la extensión de nuestra cartografía cultural. Recreas la esencia vital y espontánea del bailar y el andar del campesino de las montañas de Lara, el pescador de oriente o el llanero de las sabanas apureñas. Una versatilidad a toda prueba, un portentoso dominio técnico exhibes al manejar cabalmente el amplio reportorio de la dancística popular. El tuyo, en definitiva era un estilo terrenal, llano y sencillo como la gente de nuestros campos; bailando siempre con la misma solemnidad y el mismo fervor.
Por razones fortuitas de la vida coincidimos dos veces más: la vaguada de Vargas te expulsa de tu Guaira natal y vienes a vivir a Caracas muy cerca de mi lugar de residencias para aquel entonces. Por esa vía reanudamos nuestros vínculos extraviados en el tiempo y al cabo de unos años te correspondió sustituirme en la dirección del Museo Jacobo Borges. A diferencia de lo que suelen hacer regularmente jefes entrantes de instituciones, le diste continuidad a los principales proyectos y trabajos que se venían adelantando. Infinitamente agradecido por ese gesto a favor de la continuidad, de la gente, de la comunidad y la eficacia institucional.
En plena Semana Santa, el lunes para más señas, recibimos la triste noticia de tu partida. La capilla fue el punto de encuentro para tu despedida. Tus hermanos cantadores y bailadores, tus cófrades, no podían faltar. El
recinto cálido e iluminado para celebrar tu presencia creativa en defensa de la vida, de la solidaridad, de la cultura y de la danza popular se abarrotó de gente, de abrazos y de color. Las cuerdas del cuatro se trenzaron para entonar salves, sones y golpes y para danzar como un acto sublime para mantenerte vivo como uno de los nuestros, de los imprescindibles, de los que siempre hacen faltan. Por todo esto, duele hondo tu partida repentina de la tierra, de la plaza, del vecindario, del polverío y del escenario cultural, por donde firme y sereno transitaste, dejando tu huella noble de bailador en estado puro y natural.
¡¡Buen viaje compañero Omar!!
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