La política venezolana del Siglo XXI se practica o ejerce con real similitud a la política del Siglo XX, con propuestas de cambiar para no cambiar nada. Se siguen los pasos del mientras vaya viniendo, vamos viendo. El gobierno se inventa cada día tácticas dilatorias en la seguridad de que ganando tiempo terminarán conquistando los espacios perdidos. La oposición no logra nuclear en torno suyo al descontento producto de la crisis económica ante la baja de los precios del petróleo y la destrucción del aparato productivo nacional. Mucho se habla de que si hoy hubiesen elecciones con toda seguridad el gobierno las perdería, lo cual es verdad, como también es verdad que el voto no sería porque exista un proyecto alternativo de gobierno con propuestas de salida anti-crisis, metas y soluciones, no, la votación se inclinaría al rechazo, al cualquier cosa es mejor, es decir, a la desesperanza, lo cual constituye una verdadera tragedia, pues, las peleas por hacerse del poder, que no es lo mismo que hacerse del gobierno, profundizaría la crisis social y moral hasta extremos inéditos. Son muchos los intereses en juego como para despachar la necesidad de construir nuevos caminos, de crear, de entender que al capitalismo depredador no se le supera sino con el aprendizaje de su historia y su cultura para oponerla a una nueva cultura transformadora, nacida desde abajo, no impuesta con consignas baratas reproductora de mentes vacías. Es menester trazarnos un nuevo horizonte histórico, tomando como base los principios del buen vivir, de un aprendizaje donde se construya con el ejemplo personal, donde la naturaleza sea el epicentro de creación continua, donde la comunicación sincera de los problemas y las propuestas de salida fluyan de abajo hacia arriba y no al revés. El Estado debe tener sus límites, para evitar caer en una nomocracia (soberanía de la ley), dejando atrás la democracia (soberanía del pueblo, demos, en griego). Debemos poner el centro del desarrollo político en los sujetos populares haciendo valer la descentralización del Estado hasta los verdaderos autores sociales, evitando burocratización y corrupción. La política hay que refundarla, anclarla en la participación popular de todo el pueblo quien es capaz de construir hegemonía popular inventando su propio modelo de desarrollo, modificando así la relación Estado-Gobierno-Partido, el cual es excluyente, para dar paso a una conducción política colectiva de un nuevo proceso sociotransformador. No es con la intervención foránea la panacea para redimir nuestros males, ya que ni Almagro ni otros gobernantes del Continente Americano tienen la moral suficiente como para pedir democracia en Venezuela, cuando en sus propios gobiernos, productos, algunos de ellos, de golpes parlamentarios o de otros, como Méjico donde recientemente asesinaron a tiros a la periodista Miroslava Breach cuando salía de su casa en compañía de su hija de 8 años, y 4 días atrás asesinaron al periodista Ricardo Moldui y la semana anterior a Cecilio Primera, y el gobierno de Peña Nieto calla, pero, quiere pedir justicia para Venezuela. Igual canallada se observa en toda Latinoamérica donde hay 44 atentados contra periodistas y luchadores sociales donde no sólo no hay culpables, sino que no los investigan, entonces, la oposición venezolana lejos de construir su propia política se escuda de gobiernos inmorales con otro inmoral a la cabeza como lo es Luis Almagro quien mordió la mano a Pepe Mujica luego que éste le dio comida. Y no gastaré una tecla en el más violador de los Derechos Humanos como son los diferentes gobiernos de EE.UU. Estamos obligados a salirle al frente a la explotación económica; a la desigualdad social; a la xenofobia; al caudillismo político y fundamentalmente al ecocidio. Hasta ahora la partidocracia no ha resuelto los problemas en nuestra Patria, es por ello que se hace imperativo refundar la Política, de abajo hacia arriba, sin dogmas ni exclusiones. Abocarnos a analizar la Reforma Estructural del Estado Venezolano sería un buen punto de partida.
