¿Desencadenante histórico de qué?

Constituyente, Estado y Poder Popular

Cada ataque contrarrevolucionario debe ser respondido con el impulso y la profundización de la Revolución.

Hugo Chávez, 5 de mayo de 2006

Cuando el propósito es documentar hay que elevarse de la estabilidad del suelo a las turbulencias del pensamiento crítico, entrando en el mundo de la duda. Los arquitectos lo sabemos. Estar a la izquierda o la derecha del hecho real, el edificio, genera imágenes diferentes que no lo modifican.

José Manuel Rodríguez

El 24 de abril de 2017, una semana antes de que el Presidente Nicolás Maduro anunciara la realización de una Asamblea Nacional Constituyente, y en medio del desarrollo de una espiral de violencia terrorista de la derecha fascista venezolana, hice circular por Internet un documento titulado "Hacia la Nueva Asamblea Nacional Constituyente". Sentí gran satisfacción cuando el Presidente hizo su anuncio porque me sentí interpretado y renovado en mi fe y en mi esperanza en la Revolución que lideró por algunos años Hugo Chávez, con esa firmeza suya que no menguó hasta su desaparición física. Ha pasado algún tiempo desde ese primero de mayo en que Maduro anunció la Constituyente y en ese lapso se me hizo claro que las ideas que tenía sobre la ANC no están en la agenda principal de sectores conservadores del Movimiento Revolucionario venezolano, y que estos intentarán controlar la Constituyente, e imponersus ideas y posiciones. Entonces me decidí a escribir estas tesis constituyentes, apelando a otros textos que he venido desarrollando y advirtiendo que vendrán otros trabajos y propuestas concretas de mi parte, porque este debate apenas comienza.

Siendo que continúo suscribiendo en su casi totalidad las propuestas que hice en el citado documento de mi autoría, paso primero que nada a transcribirlo con algunas y someras revisiones que no cambian para nada ni su espíritu ni lo fundamental de su letra. Luego seguiré con otros pensamientos y consideraciones que me han venido abordando desde aquella fecha, y que inscribo en la obligación del pensamiento crítico, que es la principal herramienta del trabajo intelectual revolucionario: la crítica franca y leal, y no la adulación acomodaticia y oportunista.

Hacia la nueva Asamblea Nacional Constituyente

Néstor Francia, 24 de abril de 2017

El pueblo venezolano, desde el punto de vista político, enfrenta una situación difícil, además de las dificultades económicas y de cualquier otra índole. El año 1998, durante la campaña electoral de entonces, Hugo Chávez presentó una oferta política que interpretaba a cabalidad los deseos de cambio de los venezolanos. La oferta se corporeizó en la propuesta de la Asamblea Nacional Constituyente, la cual planteaba cambios radicales en la estructura del Estado venezolano y en el carácter de la democracia que significaban un importante paso de avance que permitiría a nuestro pueblo abrir las puertas a transformaciones que apuntaban a su redención social y además al rescate de su soberanía, tanto desde el punto de vista interno como desde el externo.

El proceso constituyente, la activación del Poder Constituyente para refundar la República, reconstruir a Venezuela, es un eje central de este proyecto.

Hugo Chávez, 12 de abril de 1999

Esta oferta permitió dar inicio al Proceso Constituyente, en el cual el principal factor protagónico habría de ser el Poder Constituyente, el poder popular, el poder del pueblo. Chávez estableció que el Proceso Constituyente, como todo proceso, constaría de varias fases. La primera fase fue la decisión popular, expresada en referéndum, de realizar la Asamblea Constituyente, que finalmente se llevó a cabo y se plasmó en la propuesta de la Constitución Bolivariana de 1999. La segunda fase constituyente fue la discusión democrática, nacional del texto constitucional presentado al pueblo por la Asamblea Constituyente y su consagración, por el voto popular, el 15 de diciembre de aquel año. Y después de esa elección popular, comenzaría la fase más prolongada y difícil de ese proceso, la fase ejecutiva, en la cual el pueblo, dirigido por la vanguardia revolucionaria, iría haciendo realidad, paulatinamente, los objetivos plasmados en la Constitución Bolivariana.

Y finalmente viene la fase más larga y la más compleja: la fase ejecutiva… Esta fase de ejecución de la Constitución, te repito, es sin duda la más compleja. Se trata de legislar para que ese proyecto (…) no se quede ahí en la teoría o no se quede en la gaveta, no se quede en el proyecto, en el sueño, en la utopía. Tenemos que engancharlo con la realidad.

Hugo Chávez, entrevista de Marta Harnecker

Ese Proceso Constituyente aun continúa en desarrollo y ha avanzado en muchos sentidos. Es bueno recordar que la propuesta de Hugo Chávez, desde el punto de vista estratégico, no se refiere, fundamentalmente, ni al tema económico ni al tema social, si bien involucraba, por supuesto, a esos dos temas. La propuesta estratégica de Chávez es una propuesta política, una propuesta transformadora de las estructuras de la sociedad. Es una propuesta que postula, como alma, como meollo, como centro la construcción de una sociedad participativa y protagónica, en la que paulatinamente se fuese dando un empoderamiento del pueblo y la sustitución del viejo Estado por un Estado nuevo que fuese el anuncio de la sociedad del futuro. Un Estado nuevo en el que el Poder Popular no cesara de realizarse y de crecer.

Ese proceso, que ha tenido sin duda avances, se encuentra estancado en este momento. El pueblo venezolano lo sabe, por eso está planteando con urgencia, con convicción, con sabiduría la necesidad de nuevos cambios. Cambios que la mayoría de los venezolanos siguen concibiendo como necesarios, pero dentro del Proceso Constituyente, del proceso revolucionario que inauguró Hugo Chávez. No son los cambios que está proponiendo la derecha neoliberal y proimperialista los que quiere nuestro pueblo. Son cambios dentro de la Revolución. Sobre todo cambios para hacer avanzar la Revolución.

Me monté en una ola y a lo mejor la ola me pasa por encima mañana, no sé ni me importa. Que la ola siga su rumbo, eso sí, que siempre haya un colectivo llevando la ola

Hugo Chávez, 19 de abril de 1999

Por supuesto, y como todos sabemos, nuestro pueblo en estos momentos está viviendo grandes dificultades, como consecuencia, por una parte, de la brutal agresión económica, política y mediática del imperialismo y la oligarquía, y también, hay que decirlo, por graves errores cometidos, no de ahora, sino desde hace mucho tiempo, por la dirigencia revolucionaria y quienes la hemos apoyado. Dirigencia que ha jugado, y esto hay que dejarlo claro de una vez, un papel loable, encomiable, trascendente en la defensa del Gobierno Bolivariano, de la soberanía de la Patria y de los derechos sociales del pueblo, y eso habrá que agradecérselo eternamente. Pero también parte de nuestra dirigencia pareciera por momentos no entender a cabalidad el destino que a esta Revolución le impuso Hugo Chávez, que no es otro, como dijimos al principio, que la transformación estructural de la sociedad y, sobre todo, la transformación estructural del poder político.

Entendamos que nosotros, los representantes del pueblo, jamás, pero jamás de los jamases, podemos pretender sustituir a la masa, al colectivo, al dueño, al soberano que nos eligió; ellos son los dueños del poder, no somos nosotros los dueños del poder. Esa es una concepción básica de la Revolución Bolivariana

Hugo Chávez. Discurso ante la Asamblea Nacional, 2000

En este momento, en el que la izquierda latinoamericana se enfrenta a serios problemas de definiciones políticas, de comprensión del camino que debe seguir para garantizar la independencia, e impedir que las fuerzas reaccionarias recuperen terreno y secuestren la voluntad popular por medio del uso de los formalismos y herramientas de la democracia liberal burguesa, Venezuela, su pueblo y su dirigencia revolucionaria pueden jugar una vez más un papel señero, un papel ejemplar en el relanzamiento del programa revolucionario que a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI poco a poco fue siendo asumido por los pueblos del continente y que fue obteniendo importantes victorias a lo largo de toda América Latina y el Caribe en países como Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia, Venezuela, Uruguay, Nicaragua, El Salvador, naciones del Caribe y, por supuesto, siempre con la presencia, importantísima y ejemplar, de la Revolución Cubana, el primer gran intento, después de tantas luchas, de construir con estabilidad y de manera victoriosa una revolución social que diera los primeros pasos hacia el Estado de derecho y justicia por el cual tanta sangre se ha derramado y tantos sacrificios han hecho los pueblos del continente.

El pueblo venezolano está reclamando cambios profundos, cambios estructurales, cambios que regeneren la confianza, la esperanza y los sueños que parecen difuminarse en el tiempo implacable. Las más recientes cifras que revelan estudios serios y confiables sobre las posiciones políticas actuales de los venezolanos nos indican que tres de cada diez habitantes de este país se identifican en este momento con la representación política de la Revolución. Un porcentaje que ronda también el 30% se identifica con la representación política de la oposición. Es muy significativo el hecho de que el sector de la población que ha venido creciendo de manera persistente es aquel que dice no sentirse representado por ninguno de los dos polos políticos visibles en el escenario de la lucha por el poder en Venezuela.

Son cifras preocupantes porque la defensa de la Revolución Bolivariana requiere del respaldo del pueblo. Sin el apoyo popular mayoritario, la Revolución no solamente va a seguir siendo peligrosamente inestable, sino que además va a marchar irremediablemente hacia una situación en la que lo más probable es que pierda el control del gobierno de Venezuela, y eso significaría un golpe muy grave, muy doloroso para toda la revolución continental. Significaría también que se pueda producir un reflujo notable y prolongado del movimiento de masas venezolano o una circunstancia de violencia que obligue a grandes sacrificios e ingentes sufrimientos para nuestro pueblo.

Ante la posibilidad de ese escenario negativo que estamos describiendo, hay dos caminos. Uno es aquel que plantean la oligarquía reaccionaria y sus mentores imperialistas, y el otro es el camino de la Revolución. Ahora bien, ese segundo camino, que para nosotros es el primero, el único deseable, y que podría salvar a la Patria y al pueblo de un desastre de enormes dimensiones, es el camino de la profundización de la Revolución Bolivariana. Es el camino que implica más democracia, más participación y protagonismo popular, y por lo tanto más revolución. Y tal camino solo se puede construir con un cambio radical y profundo de las estructuras que están frenando el desarrollo del movimiento revolucionario en Venezuela, de la Revolución Bolivariana, y que es un proceso que, en general se está viviendo en todo el continente.

"Cada día deben ser gobiernos populares los que deben consolidarse en Venezuela (…) Les pido, como pediría por mi vida, que avancemos en la profundización de la democracia revolucionaria y de los autogobiernos populares ¡debe ser el pueblo quien gobierne!"

Hugo Chávez, 20 de mayo de 2006.

Frente a esto, los revolucionarios venezolanos deben asumir sin temores, con coraje las tareas que se les están planteando. Deben asumir los riesgos que esas tareas conllevan y abandonar toda posición conservadora, toda posición conformista, porque si bien tenemos grandes logros, es mucho más los que nos falta por hacer y sobre todo en el sentido de la transformación política profunda de la sociedad, y de los cambios estructurales profundos que esa sociedad está reclamando.

Invito a todos a que caminemos, sin temores de ningún tipo y sin pausa alguna, hacia la consolidación de las estructuras del nuevo Estado social, de derecho y de justicia; avanzando en la conformación del socialismo del siglo XXI en Venezuela.

Hugo Chávez, 20 de mayo de 2006

El movimiento revolucionario estará en cada vez más graves problemas, si no es capaz de interpretar esa realidad y los reclamos del pueblo, aquello que el pueblo está exigiendo todos los días en la calle. No con las manifestaciones violentas y las acciones callejeras de la derecha, sino en su vida cotidiana, en los mercados, en las colas para obtener alimentos y otros bienes, en los abastos, en las panaderías, en las tiendas, en las paradas de buses. El pueblo está mostrando por doquier su inconformidad y sabe ciertamente que el país, que la sociedad, en este momento necesitan esas transformaciones estructurales profundas que hemos venido señalando. El pueblo quiere que se ponga fin a la ineficiencia, que se ponga fin a las manifestaciones de corrupción, quiere combatir esa percepción tan negativa de que la representación política en Venezuela cada vez más es ejercida por unas élites que se han venido alejando de la gente de a pie. No se trata, en última instancia, de si esto último es cierto o no, sino que es lo que el pueblo está percibiendo. Tal percepción se sabe, se conoce, la indican todos los estudios creíbles. Por supuesto, ese distanciamiento difícilmente podrá ser notado por quienes vivan encerrados en una burbuja, cocinándose en su propia salsa, enjaulados en el mundo limitado de sus copartidarios donde se genera una especie de realidad virtual que no se corresponde con los sentimientos reales que está expresando el pueblo en las calles.

En fin, podemos decir que el pueblo sabe lo que no quiere e intuye lo que quiere. Pero desconoce el "como", la vía, la estrategia. Es allí donde se haría valer el papel de la vanguardia.

¿Y qué es lo que el pueblo sabe que no quiere? Le molesta terriblemente la sensación de que le está siendo secuestrado su poder, el poder que le ha sido ofrecido por el chavismo y que ha saboreado ya de manera relativa, limitada y sobre todo, desde el punto de vista subjetivo, de manera significativa. Es eso lo que no quiere, que ese poder le sea usurpado por nuevas élites, por cúpulas. El pueblo sabe lo que no quiere: no quiere que involucione todo aquello que Chávez detonó, el poder popular que ya ha sido "consumido" por el pueblo, en un proceso de digestión interrumpida, por medio de variadas experiencias, como consejos comunales, mesas de trabajo, gobierno de calle, parlamentarismo de calle, recientemente los CLAP.

No hay ninguna duda de que la Revolución Bolivariana le ha dado y le sigue dando al pueblo poder, pero desde el punto de vista de las necesidades de ese pueblo y de lo que podemos llamar el "poder real", el pueblo ha comenzado a sentirse frustrado, porque el poder relativo que ha alcanzado con la Revolución Bolivariana no se ha seguido desarrollando al ritmo que exigió Chávez cuando pronunció una frase que jamás podemos olvidar: ¡Comuna o nada!Hay la sensación en las bases populares, incluidas las bases del chavismo, de que en este momento se está más cerca la Nada que de la Comuna.

El descreimiento y la desesperanza están ganado espacios aceleradamente poniendo en peligro ya no solo la posibilidad de que siga creciendo el Poder Popular sino de que se pueda perder, inclusive, buena parte de aquello que se ha logrado hasta ahora en ese sentido.

Estamos empeñados en continuar por este rumbo en lo social, en lo político, una democracia plena, cada día más vigorosa, participativa y protagónica

Hugo Chávez, 15 de mayo de 2006

El pueblo sabe que al no tener poder suficiente para ejercer el control sobre los distintos procesos y gestiones de gobierno, ello da cabida a que persistan altos niveles de ineficiencia, bolsones de corrupción, verticalismo en la toma de decisiones, concepción del trabajo -inclusive dentro del Estado mismo- como instrumentalización, como una forma de subsistencia y no como una herramienta de realización social. Esto último es una buena muestra de cómo las ideas que aportó Chávez para fortalecer paulatinamente el Poder Popular se encuentran estancadas ¿Dónde están los Consejos de Trabajadores? ¿En qué ministerio o empresa del Estado funcionan realmente los Consejos de Trabajadores? Es posible que existan en algunos entes del Estado, pero serían las excepciones que confirmarían la regla. Ni qué decir de las empresas privadas.

El pueblo sabe lo que no quiere. No quiere más frenos burocráticos al desarrollo de su poder. No quiere más la frustración de ver a dirigentes y partidos, incluyendo aquellos de la Revolución, que toman permanentemente decisiones sin consultar la voluntad popular en los distintos niveles de la vida social, sin abrir espacios suficientes de debate verdadero de ideas, sin prestar oídos a las quejas, cuestionamientos, críticas y propuestas que abundan, que cunden, que pululan en los espacios donde el pueblo vive su existencia cotidiana.

Sin un pueblo despierto, consciente y en movimiento no hay revolución posible, no hay Mesías, no hay caudillo que pueda conducir un proceso revolucionario, sólo es el pueblo y esa es la condición sine qua non para que haya proceso revolucionario

Hugo Chávez, 19 de abril de 1999

La idea transversal de la Constitución Bolivariana de participación y protagonismo popular se ha venido convirtiendo en una entelequia. Llegados a este punto, debemos ser absolutamente claros: no estamos responsabilizando de esto a ninguna persona. No estamos diciendo que esto sea culpa del presidente Maduro, de algún ministro, de algún presidente de institución o empresa del Estado. No estamos diciendo que esto sea responsabilidad exclusiva de los dirigentes altos y medios del PSUV o de cualquiera otra organización del Gran Polo Patriótico. Es una responsabilidad compartida de todo el movimiento revolucionario, pues nos referimos a problemas estructurales que tienen que ser resueltos.

Hablamos de que son las estructuras del Estado y el actual sistema electoral que imperan en Venezuela lo que está trabando el desarrollo del Poder Popular. Este desarrollo del Poder Popular solo puede avanzar de abajo hacia arriba, solo puede ser obra del pueblo mismo. No es el Estado el llamado a realizar el Poder Popular. Claro está, el Estado podría ayudar, pero solo si la dirigencia revolucionaria y en general toda la vanguardia de la Revolución comprende aquellas realidades que estamos señalando, y si quienes tienen responsabilidades de Gobierno y de conducción partidista asumen esa realidad, la enfrentan con firmeza, con decisión y, sobre todo, con un gran espíritu y una clara mentalidad creativa revolucionaria, y si emprenden aquellos caminos que impulsen al pueblo mismo hacia la radicalización y profundización política del proceso revolucionario, y hacia la generación de aquellas herramientas que permitan transformar las estructuras del Estado para que se abra cauce a un verdadero crecimiento de la participación y el protagonismo del pueblo.

Sin una transformación a fondo de las estructuras del Estado y del sistema político venezolano no hay posibilidades de impulsar un proceso realmente productivo de desarrollo económico y social

Hugo Chávez, 29 de abril de 1999

En este momento, el movimiento revolucionario representado por el chavismo necesita presentarle al pueblo venezolano una oferta política concreta que apunte a recuperar el protagonismo del Poder Constituyente, y a transformar las estructuras del Estado y el sistema electoral venezolano para avanzar hacia nuevas etapas de la Revolución, enlos términos en que fue planteada por Hugo Chávez y que quedaron asentados en el espíritu de la Constitución de 1999 y en los principios sostenidos en el discurso de la dirección revolucionaria.

La democracia meramente representativa se convierte en una trampa que encierra y mata las esperanzas de un pueblo.

Hugo Chávez, 9 de abril de 2006

Solo una oferta política en términos concretos, revolucionaria, radical, capaz de levantar el espíritu del pueblo y de abrir nuevos cauces que reediten la pasión que despertaron las ideas de Hugo Chávez, puede lograr que la revolución venezolana transite con éxito estos momentos de dificultades y derrote de manera contundente los planes restauradores del imperialismo y la oligarquía.

No hay dentro de los esquemas de la democracia liberal burguesa y en los términos del sistema electoral burgués imperante todavía en Venezuela ninguna posibilidad de que el Gobierno Bolivariano sobreviva en un sentido de avance hacia nuevos objetivos históricos.

La revolución venezolana tiene, pues, la gran oportunidad no solo de salvar los enormes obstáculos que hay en su camino, sino además de ser ejemplo, una vez más, para el movimiento revolucionario continental en cuanto a los avances que en esta etapa se hacen imprescindibles, avances hacia la conformación de una estructura del Estado que dé protagonismo real al Poder Constituyente, al Poder Popular.

En este momento se hacen necesarias reformas a una Constitución que si bien es de avanzada, tiende ya a convertirse en camisa de fuerza para el pueblo de cara a los progresos imprescindibles para que sigan realizándose el sueño y el mensaje que nos transmitió Hugo Chávez. Es decir, para que se continué marchando hacia un Estado de derecho y justicia, hacia una sociedad participativa y protagónica, hacia una sociedad de iguales, hacia una sociedad que tenga como motor principal los poderes creadores del pueblo.

Esa oferta política tiene que distanciarse de los ofrecimientos y propuestas tradicionales electorales correspondientes a la democracia burguesa y dirigirse más bien a la realización cada vez más cierta de la democracia revolucionaria. No puede ser una oferta electorera para mantener a duras penas gobernaciones y alcaldías, ni para elegir un Presidente en medio de las conocidas trampas de la democracia burguesa. No puede ser una oferta para mantener las cosas como están sino para cambiarlas en modo notable. No puede ser una oferta para prolongar las estructuras caducas del Estado burgués ni la organización piramidal seudo democrática que establece la democracia liberal burguesa.

Es en estos argumentos que se fundamenta la propuesta de que se convoque de manera perentoria una Asamblea Nacional Constituyente que afronte los cambios constitucionales que garanticen una verdadera participación y protagonismo del Poder Constituyente y que inicie un nuevo ciclo de la Revolución en la que la estructura del Estado se ponga realmente al servicio de la mayoría, y se evite el peligro de la conformación de nuevas élites que usurpen la soberanía y el poder del pueblo. Que dote al Poder Popular de poder real, capacidad de decisión, protagonismo de base, capacidad verdadera de control social.

Se propone que se inicie un debate nacional sobre la conveniencia de la Asamblea Constituyente, se suspenda oficialmente cualquier evento electoral futuro antes de que se realice y se concluya tal debate, se convoque un referéndum para que el pueblo decida si conviene o no la Constituyente y se prefigure la realización de elecciones generales después de que se introduzcan los cambios constitucionales que el pueblo apruebe soberanamente, en caso de que el mismo se muestre de acuerdo con la Constituyente.

Toda revolución requiere nacimientos y renacimientos, muerte y parto; parto permanente de lo nuevo, muerte permanente de lo corrupto y podrido.

Hugo Chávez, 9 de abril de 2006

El proceso revolucionario es como un río que va corriendo y enfrenta distintas situaciones que se van presentando, no es estático. Si no, no sería una revolución.

Hugo Chávez, 5 de mayo de 2006

El chavismo conservador

Mi intención principal al enviar el documento citado no era que fuese acogido mayoritariamente, sino introducir elementos en el necesario debate que está exigiendo el movimiento revolucionario venezolano y continental. Tal debate no debe ser postergado indefinidamente, aunque es claro que la mayor urgencia de los venezolanos en este momento (21 de mayo de 2017) es derrotar la violenta arremetida fascista contra la Revolución Bolivariana, que se ha expresado con muerte, destrucción y acoso a los chavistas, no solo en Venezuela sino también en otros países. Lo que pasa es que la idea de convocar una Asamblea Constituyente forma parte de la búsqueda de caminos para enfrentar exitosamente tal arremetida.

Después del anuncio del Presidente se tenía que esperar para saber cuáles eran los detalles de lo que Maduro ha denominado el "desencadenante histórico", pero en principio la idea general es correcta. A esta revolución hay que desencadenarla, sin duda. Está encadenada a círculos viciosos que nos han alejado de la mayoría y nos han despojado de su afecto. Tenemos una excelente base para emprender cualquier tarea de grandes dimensiones, que es el chavismo, el cual sigue siendo electoralmente minoritario en este momento y no ha podido mejorar en los estudios sobre afiliación política de los venezolanos, pero que es un movimiento numeroso, bien organizado, con conciencia histórica, capacidad de movilización y disposición para el combate. Es una fuerza política considerable que no puede ser desperdiciada con políticas y acciones reiterativas e ineficaces, y que merece volver a ser la mayoría que una vez fue.

Me preocupó en principio que nuestro Presidente hablara de una "Asamblea Popular Constituyente" porque me acercó cierto tufo a actividad sectaria, a nueva encerrona chavista como tantas otras que sirven, sin duda, para moralizar a la militancia, lo cual no es malo, pero que aportan poco a la tarea imprescindible de recuperar el respaldo de la mayoría popular, y así lo hicimos saber en un nuevo texto que circuló el 25 de abril. Sin el respaldo del pueblo, tarde o temprano se romperá el cántaro y nos quedaremos sin el Gobierno.

No me convence el tono de invencibilidad que se escucha en la voz de algunos chavistas, porque creo en la frase con que parafraseamos el título hispano de cierta película: "Nunca digas nunca jamás", pues en la lucha política nada está escrito. Pero había que ver "con qué se comía" el anuncio presidencial ¿Estaría entre los temas que el 1° de mayo había ofrecido presentar? El "desencadenante histórico" no podía esperar mucho tiempo. El pueblo quiere cambios profundos, y no precisamente los que asoma la derecha. Ofrecemos nosotros esos cambios de alto calibre o el pueblo nos cambia a nosotros, nadie lo dude.

Una cosa que me preocupaba ya altamente era la tendencia conservadora que se venía imponiendo en importantes sectores del chavismo, en el sentido de que parecieran más interesados en conservar lo que se tiene que en avanzar hacia nuevos objetivos, que es la razón de ser de toda revolución verdadera. Conservar el lenguaje gastado, los pesados hábitos, las malas costumbres del conformismo y el inmovilismo y, en última instancia, conservar el poder como fin en sí mismo.

Para la revolución el poder no es un fin sino un medio. Y no solo un medio para generar bienestar económico aunque sea relativo, o industrializar y alcanzar el "desarrollo". Todo eso se puede lograr con el capitalismo, como lo demuestran países como Estados Unidos, Alemania, Italia, Noruega o Japón. El objetivo sagrado y final de la revolución es transformar de raíz la sociedad como única manera de garantizar la paz y la permanencia de la especie humana y su hábitat. Una sociedad que privilegie la propiedad social sobre la propiedad individual, la inclusión sobre la exclusión, la participación sobre la representación, el altruismo sobre el egoísmo y la colaboración con la naturaleza sobre su depredación. La revolución o avanza hacia el socialismo o se hace cómplice del capitalismo.

Si se impusieran las tendencias conservadoras del chavismo, todo estaría perdido. Es necesario promover la rebeldía, la inconformidad, la creatividad, la crítica y el debate. Es necesario volver a la audacia irreverente que mostró Chávez el 4 de febrero de 1992.

Desencadenante histórico: ¿de ángeles o de demonios?

El presidente Maduro ha querido dar un impulso histórico a la Revolución Bolivariana y ha generado una nueva expectativa a las fuerzas progresistas de América al convocar por decreto a Asamblea Nacional Constituyente. Podría dejar demostrado para siempre, con esta iniciativa, que es un hijo legítimode Chávez y un líder revolucionario de primera línea, un hombre capaz de mirar más allá que muchos otros que comparten responsabilidades políticas con él.

En la concentración del 1° de mayo, dijo el Presidente: "Convoco al poder originario del pueblo, es la hora, es el camino, no dejaron más alternativas, aquí tenemos a la hija de Chávez (la Constitución), aquí tenemos a la pionera, quiso nuestro Comandante Chávez perfeccionarla en el 2007 y las condiciones no dieron (se refería al referendo para la reforma de la Constitución que impulsó Chávez aquel año y que no fue aprobada por el pueblo). Convoco al Poder Nacional Constituyente para lograr la paz de la República, para derrotar el golpe fascista". Se trató de una respuesta extraordinaria a la conspiración del Imperio y la oligarquía, y se corresponde con la instrucción de Chávez que cité en el documento del 24 de abril: "Cada ataque contrarrevolucionario debe ser respondido con el impulso y la profundización de la Revolución".

Tal como lo plantea también Maduro, en mi documento señalé que laConstituyente es el camino, el único camino que en este momento puede hacernos avanzar y derrotar al fascismo. Recordemos lo que allí dije: "Es el camino que implica más democracia, más participación y protagonismo popular, y por lo tanto más revolución. Y tal camino solo se puede construir con un cambio radical y profundo de las estructuras que están frenando el desarrollo del movimiento revolucionario enVenezuela, de la Revolución Bolivariana, y que también, y en general, es un proceso que se está viviendo en todo el continente".

Ahora bien, la convocatoria a Constituyente fue solo un pequeño paso inicial de un proceso que será harto difícil, pues no se trata de una fiesta patronal sino de una lucha que tendrá momentos intensos, si de verdad se pretende abrir un gran debate nacional y cambiar a fondo el estado de cosas actual, que es una exigencia popular generalizada, solo que los cambios que quiere la mayoría no son aquellos que propugna la derecha fascista, sino cambios dentro de la propuesta general del chavismo.

En esta nueva etapa del proceso constituyente inaugurado por Chávez, habrá que estar ojo avizor en varios sentidos. La Asamblea Constituyente tendrá peligros a la derecha y a la izquierda del espectro político. La derecha, a pesar de todo lo que dice ahora, va a querer al final estar presente en la Constituyente para mediatizarla y sabotearla, y seguramente meterá en el grupo a algunos de los suyos. Sin embargo, considero que el principal peligro lo van a representar factores del Poder Constituido de todo el espectro político nacional, entre ellos funcionarios del Gobierno y sectores del aparato partidista que forman parte de tendencias conservadores del chavismo, que buscarán manipular y condicionar la participación de las bases tanto en la elección de constituyentes como en el desarrollo de la Asamblea. También la parte del poder constituido que está en los partidos de la oposición buscará meter su cuchara por todas partes.

Poco después del anuncio presidencial, en un grupo de WhatsApp, dije que una de las principales tareas de la nueva ANC es la que se refiere a los cambios en la estructura del Estado. Señalé ahí que sí no cambiamos la estructura del Estado a favor del Poder Popular, no estaremos cambiando nada. Chávez lo dejó plasmado claramente, y así lo citamos en nuestro documento del 24 de abril: "Cada día deben ser gobiernos populares los que deben consolidarse en Venezuela… Les pido, como pediría por mi vida, que avancemos en la profundización de la democracia revolucionaria y de los autogobiernos populares, ¡debe ser el pueblo quien gobierne!" y también: "Sin una transformación a fondo de las estructuras del Estado y del sistema político venezolano no hay posibilidades de impulsar un proceso realmente productivo de desarrollo económico y social". Como se ve, a Chávez tendremos que recordarlo una y otra vez, aun corriendo el riesgo de aparecer como repetitivos.

El Presidente Maduro señaló el 1° de mayo, entre los nueve ítems que propuso para el debate constituyente, el de darle rango constitucional a los Consejos Comunales y a las

Comunas. Eso está muy bien, pero solo si significa darle más poder real al Poder

Popular, que gobierne de verdad, como propuso Chávez, y que sus instancias dejen de ser simples gestoras con poder muy restringido, que es lo que básicamente son en este momento. Que el Poder Popular tenga muchas más atribuciones de gobierno real y que siga desplazando al poder constituido y sus estructuras caducas, y que están también en resistencia contra la Revolución. Ese poder y esas estructuras son rémoras para el avance estratégico de la Revolución hacia sus metas históricas, y son además el caldo de cultivo del burocratismo ineficiente y de la corrupción.

(He comenzado a delinear propuestas concretas hacia el fortalecimiento cierto del Poder Popular. Por ahora son solo esbozos que debo perfeccionar y que presentaré definitivamente en el momento adecuado).

Locierto es que Maduro ha dado vuelo a la esperanza. Si logramos sembrarla en el pueblo, salvaremos al Gobierno Bolivariano. Pero si lo defraudamos y convertimos a la Asamblea Constituyente en más de lo mismo, estaremos enterrando esa esperanza y entonces sí es verdad que abriremos de par en par las puertas al fascismo. Estamos ante un gran desencadenante histórico ¿Qué vamos a desencadenar, ángeles o demonios?

La Constituyente no es un paseo

Dos tipos de evento comparten en este momento (21de mayo) el sitial principal de la agenda mediática nacional. Uno es la ola de violencia desatada por las acciones de la derecha fascista, empeñada en salir de Maduro y dar al traste con la Revolución Bolivariana, y el otro es la impactante convocatoria hecha por el presidente Maduro a la Asamblea Nacional Constituyente. Todo indica que ambos temas seguirán acaparando la atención en los próximos días.

La Constituyente de hoy es una idea recién nacida y presentada con toda la fuerza institucional del Gobierno y el apoyo de la vanguardia social chavista, muy activa y combativa, y bien organizada. A pesar del evidente descontento popular, sobre todo por la situación económica, el chavismo sigue siendo con mucho la principal fuerza política del país, si se combinan las variantes cantidad/calidad. Siendo así, no hay duda de que la vida de la propuesta Constituyente va a ser larga y es clara la probabilidad de que se realice efectivamente la Asamblea. Es un tema que lo más seguro es que domine la escena política por lo que resta de año y al menos buena parte de 2018. Este es precisamente uno de los aciertos que presenta la propuesta presidencial: tenderá a convertirse en el tema rector en el futuro cercano, a menos que se caiga un pedazo del cielo, lo cual por supuesto no puede ser descartado, por más descabellado que parezca en este momento.

Ahora bien, lo de la Constituyente presenta diversas aristas que debemos incluir en el análisis. Lo que tiene por delante esta propuesta no es, en modo alguno, un camino de rosas. Será un proceso mucho más arduo y complejo que la Constituyente de 1999, por varias razones. En primer lugar, la Asamblea Constituyente de aquel año no fue forzada por urgencias circunstanciales, sino que constituyó la principal oferta electoral de Chávez en la campaña de 1998. Al ser electo con clara mayoría, nadie podía dudar que esa oferta fuera respaldada por la mayor parte de los venezolanos. Al convocar el referéndum de abril de 1999, el Gobierno Bolivariano estaba en un momento estelar, en plena "luna de miel". En el chavismo privaba un gran sentimiento unitario y se puede decir que, en general, la Asamblea Constituyente estuvo exenta de particulares sorpresas o sobresaltos. La derecha, entonces recientemente desalojada del poder, estaba en una situación de gran debilidad y solo hacía una tímida oposición frente al chavismo poderoso, exultante, oliendo a nuevo y en pleno impulso de su gran victoria electoral presidencial. Chávez, entonces, podía hacer cualquier cosa que le viniera en gana. No había por supuesto, el acoso internacional que debe enfrentar la Revolución en estos tiempos revueltos.

Hoy es muy otra la situación. Desde el punto de vista social, el Gobierno está en minoría; la revolución ha sufrido también el desgaste natural que traen los años en el ejercicio del poder, en una sociedad llena aun de problemas, en medio de la crisis mundial estructural del capitalismo y bajo el ataque inclemente del imperialismo y las oligarquías del continente. Si aquella Asamblea de 1999 se hizo en un ambiente de paz, el proceso actual arranca en una circunstancia nacional marcada por embates de violencia y por una gran confusión popular que lleva a la mayoría a verse huérfana, en sus afectos, de representación política. Y para remate, si en 1999 la idea contaba con la aprobación unánime del chavismo, esta vez, tal como no es difícil notar, hay sectores del movimiento revolucionario que no han respondido a la convocatoria con el mismo entusiasmo. Hay dudas, temores, incertidumbres. Es natural, dadas las circunstancias.

Este anuncio de Maduro dará aun mucha tela para cortar. De hecho, no me es fácil manejar todas las ideas e inquietudes que revolotean en mi cabeza,de manera que ahora es que tendré cosas por decir. Por el momento, solo señalo a los que dudan que estoy de acuerdo en que la propuesta del Presidente conlleva grandes dificultades y riesgos ¿Pero qué acción revolucionaria de carácter detonante de nuevos desarrollos no lo hace? Si Fidel Castro se hubiese parado ante los riesgos y dificultades que entrañaba el ataque al Moncada, no hubiera 26 de julio en la Historia. Y si Chávez no hubiese estado dispuesto a enfrentar los riesgos y dificultades del 4F, probablemente no habría Revolución Bolivariana. Las revoluciones no son cómodas ni seguras. Navegan siempre en mares de incertidumbre. No son paseos sino guerras. Lo importante por ahora es que todos sigamos opinando, que nadie calle, que no permitamos que alguien, sea quien sea, secuestre el poder soberano del pueblo.

Constituyente, pueblo y conservadurismo

Quienes realizamos tareas intelectuales en la Revolución no podemos ser complacientes en el análisis crítico, ni conformarnos con algún manual de instrucciones que alguien pretenda extender y de ese modo constreñir el ejercicio libre y soberano del Poder Constituyente. Esto, ya lo hemos dicho, no es un paseíto feliz por los jardines del chavismo, sino una lucha que puede llegar a ser intensa y hasta dramática, y que puede conducirnos al reverdecer de la esperanza de la Revolución o a la tumba del Gobierno Bolivariano. Eso va a depender de si la ANC llega a cumplir cabalmente con las esperanzas que convoca o de si se convierte en un nuevo motivo de decepción y defraudación para el pueblo. En esa perspectiva es claro que, en cuanto a la Constituyente, cada palabra que se diga tiene gravedad y peso, significa y revela tendencias. Comienzan nuevas batallas, se escucha a lo lejos los truenos y relámpagos que anuncian tiempos complejos. Se siente la intensidad de las tempestades que pueden llegar a ser, si no las conjuramos e invocamos vientos más bien frescos y propicios. Nada está escrito.

Hay cosas que preocupan. El 4 de abril hubo una intervención telefónica del presidente Maduro en una reunión del PSUV, del cual también es presidente. En esa intervención el Presidente mencionó varios de los 9 puntos que ha planteado como temas para el debate constituyente. Le dio preeminencia al tema económico, lo cual se entiende en la actual circunstancia. Pero obvió mencionar el punto referido a los concejos comunales y las comunas, y tampoco tocó para nada la importante cuestión de la estructura del Estado, que es un problema cardinal de toda Revolución que pretenda avanzar hacia una transformación profunda de la sociedad. Ojalá que no haya sido más que un olvido causado por la premura o la improvisación.

La otra: en un reportaje publicado ese mismo día en el diario revolucionario Ciudad CCS, titulado "Las 3 diferencias fundamentales entre la Asamblea Constituyente del 99 y la de 2017" (ver Ciudad CCS, 4 de abril de 2017) asoma sutilmente la cabeza el fantasma del conservadurismo, que es una tendencia fuerte en el chavismo, aquella que parece mostrarse satisfecha con el statu quo actual y se ve más presta a preservarlo que a impulsar nuevas transformaciones dentro del verdadero espíritu rebelde, chavista y revolucionario del cual hacía gala Hugo Chávez.

Diré antes que nada que aunque la primera diferencia entre los dos procesos señalada por el reportaje es real (que en 1999 hubo referendo consultivo sobre si se aprobaba realizar la ANC y en 2017 no es necesario), en verdad palidece ante las diferencias que se dan en el entorno político de cada uno de los dos experimentos constituyentes, tal como he asentado. En cuanto a la segunda diferencia que aparece en Ciudad CCS, es en verdad de relevancia superior, pues se refiere a que la convocatoria actual permitiría una participación importante de sectores del movimiento popular que ni siquiera estaban organizados en 1999.

El problema principal con este reportaje está en la tercera diferencia que se menciona: "Luego del derribo de la obsoleta estructura bipartidista que reinó en la cuarta república, una de las funciones que tuvo la Asamblea Nacional Constituyente del año 1999 fue la de transformar al Estado venezolano, que pasó de ser un sistema ejercido por representantes de partidos políticos a una democracia participativa". Esto, sencillamente, no es verdad. Aunque lo mencionado aparentemente era la intención del constituyente, eso no quedó clara ni taxativamente plasmado en el texto constitucional. La estructura del Estado consagrado en la Constitución cambió muy poco con respecto al Estado burgués heredado. El formato de democracia que está en ese texto es del tipo representativo y el sistema electoral responde a los parámetros de esa democracia por representación, que excluye, en la práctica, el protagonismo del pueblo. Ese protagonismo aparece por doquier en la Constitución, pero con solo tímidas herramientas para su realización.

Sigue el reportaje: "La Asamblea Nacional Constituyente del 2017 no pretende sustituir a la Constitución Bolivariana de Venezuela, pero si tendrá la tarea de ampliar y blindar los derechos adquiridos durante los 18 años de la Revolución, otorgándole rango constitucional, acción necesaria para garantizar la paz, la convivencia y la soberanía de nuestra nación". Tampoco creo que sea necesario sustituir la Constitución Bolivariana, pero sí tendría que haber reformas profundas precisamente en la estructura del Estado, en las características de la democracia que se propone y en los niveles de poder REAL del pueblo. "Ampliar y blindar los derechos adquiridos durante los 18 años de la Revolución" no será posible si no se toca la actual estructura del Estado, que favorece la ineficiencia, la corrupción, el burocratismo y la ausencia de control social.

Las preocupaciones que he venido planteando no son solo mías. En estos días he constatado, en mis acercamientos al llamado "chavismo de calle", que esas inquietudes bullen por doquier, que ya existe una poderosa fuerza en las bases que clama por cambios estructurales en el Estado y por un replanteamiento del papel que cumplen los distintos actores del proceso revolucionario: el funcionariado de Gobierno, las organizaciones populares, la base popular, todo lo que está mezclado en los sectores que ha convocado Maduro: la clase obrera, los jóvenes, las mujeres, los indígenas, los campesinos, los pescadores. El pueblo va a luchar, gracias a Dios, y el conservadurismo no actuará a mano suelta.

Constituyente y mito de Sísifo

Ahora bien, en cuanto a la Revolución ¿qué vendrá después de la derrota del foquismo fascista actualmente en desarrollo? Quedará, por supuesto, en mucho mejores condiciones que antes de esta andanada violenta que estamos viviendo. Por un tiempo cuya duración no podemos prever, la Revolución será dueña absoluta de la iniciativa política, y contará con un gran instrumento en lo inmediato, la inevitable Asamblea Nacional Constituyente, y también con una fuerte base organizada, moralizada y movilizada. Pero, como he dicho, nada está escrito. Aquí vale la pena recordar uno de los sabios pensamientos de Hugo Chávez, expresado e 19 de abril de 1999: "Sí, el pueblo es la marea alta, pero eso no se mantendrá así por los siglos de los siglos… Eso es como la marea, sube y también baja. Si a ese pueblo lo defraudamos, si a ese pueblo no lo ayudamos a que él mismo se organice, si ese pueblo no consigue una orientación histórica consciente, también estaríamos perdidos".

Con la convocatoria a Asamblea Nacional Constituyente, Nicolás Maduro nos ha dado una gran oportunidad de recuperar y hacer subir de nuevo la marea popular. Mas tampoco está cantado que lo logremos, eso depende de cómo asumamos este compromiso, de cuanto entendamos la orientación que está exponiendo el Presidente Maduro: "He dicho que esta es una Constituyente ciudadana, profundamente social… Creo que es lo único que le agregaría al decreto, una constituyente popular, social, ciudadana y cultural… Vayamos a la Revolución, es lo que necesitamos, cambios revolucionarios es lo que necesita Venezuela, esos cambios revolucionarios que los haga el protagonista de esta historia, el pueblo… No es un diálogo entre cúpulas, entre élites, es un diálogo nacional, ciudadano, social, un diálogo cultural, con todos, yo he utilizado el poder que ustedes me dieron para entregarles más poder".

Si no lo hiciéramos así, nos ocurriría lo que advirtió Chávez en la misma alocución arriba citada: "… nos pasaría, en ese supuesto… lo de aquella llamada ‘maldición de Sísifo’, aquel que fue condenado a llevar una roca a la cumbre de la montaña y cuando iba llegando ya, después de tanto esfuerzo, se le caía la roca y debía ir abajo a buscarla nuevamente y a subir…así pasaba años y años".

Otra vez: ¿Desencadenante histórico de qué?

Vamos a repetirlo: los revolucionarios no podemos quedarnos siguiendo solo líneas del Poder Constituido, porque el proceso constituyente, inaugurado por Chávez y en pleno desarrollo, tiene que ser un debate de ideas y no una especie de soldadesca mental sin arte ni parte en su construcción. Constituyente es debate, si no, no es tal.

En ese sentido, me preocupan varias cosas. Una es que hace algunos días le sugerí a un camarada la lectura del excelente texto firmado por la Coordinación Nacional del partido Redes -pero en el que se nota estilísticamente la notable pluma de Juan Barreto- , titulado "Por una constituyente popular, democrática y revolucionaria, para la insurgencia del Bolivarianismo" (Aporrea.org, 10 de mayo de 2017). La respuesta fue que "Barreto ha dicho que hay que hacer un referendo para aprobar la Constituyente", como si eso fuese un estigma. Yo tampoco estoy de acuerdo con que ni legal ni políticamente se tenga que hacer un referendo (a pesar de que lo mencioné en mi documento del 24 de abril) ¿pero deja por ello de ser Juan Barreto un hombre inteligente, bien formado y lealmente crítico con respetables argumentos? ¿Deja de ser un revolucionario que está al frente de un partido que es parte del Gran Polo Patriótico? Y, sobre todo, ¿por tener alguna diferencia con Juan vamos a negarnos a debatir sus ideas? ¿No es Juan Barreto tan parte del Poder Constituyente como cualquier otro? ¿Solo vamos a someter a discusión las ideas que surgen desde el poder constituido? ¡Si fuese así, esto no sería proceso constituyente un cuerno!

No podemos encerrarnos en la consideración de una sola visión, porque estaríamos traicionando la esencia del proceso constituyente, que es debate abierto, libre, democrático, popular y ciudadano (como lo ha planteado Nicolás Maduro).

Fortalezcamos desde ya nuestra participación activa en el debate de ideas. Hagámoslo con lealtad pero también con la dignidad crítica a la que obliga nuestra condición de revolucionarios.

Es verdad, como dijo el Presidente, que la convocatoria a Asamblea Nacional Constituyente es un desencadenante histórico, pero… ¿desencadenante de qué? Eso está por verse, aunque para mí solo hay dos grandes opciones: que se desencadene un renacimiento del proceso revolucionario, un reencuentro con las mayorías, un salto estratégico en torno a los temas del poder y del Estado, o que se desencadene la agonía final del Gobierno revolucionario, si el pueblo es defraudado y caemos en la maldición de Sísifo de la que hablaba Chávez.

El sentido general y original de una Asamblea Constituyente es el debate sobre los temas del poder y del Estado, y no principalmente asuntos que podrían ser adelantados con una simple reforma constitucional, como dar rango constitucional a las Misiones Sociales, lo cual es casi seguro que apoyaría el pueblo mayoritariamente en un referendo. Veamos la Historia.

La primera Asamblea Nacional Constituyente de la Historia, tal como las conocemos hoy, fue la Asamblea Nacional Constituyente de Francia, proclamada el 9 de julio de 1789, en los inicios de la Revolución Francesa. Esa Asamblea tomó trascendentales medidas que cambiaron profundamente la situación política y social de aquel país. Entre ellas, la aprobación de la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la supresión del feudalismo, la apropiación de los bienes de la Iglesia y la Constitución Civil del Clero y, por supuesto, la redacción de la Constitución francesa de 1791 ¡La supresión del feudalismo, o sea la supresión del viejo Estado, la reconstitución del poder político!

Recordemos también la pregunta primera y principal que se hizo en el referendo de abril de 1999 en Venezuela, en el cual se aprobó la convocatoria de la ANC: "¿Convoca usted una Asamblea Nacional Constituyente con el propósito de transformar el Estado y crear un Nuevo Ordenamiento Jurídico que permita el funcionamiento efectivo de una Democracia Social y Participativa? ¿SÍ o NO?" (Subrayado nuestro). Transformación del Estado, transformación del poder, transformación del concepto de democracia, transformaciones revolucionarias. Para eso debe ser también la Asamblea Nacional Constituyente de 2017.

El pueblo de a pie habla profusamente en la calle de algunos asuntos que no asoman en el lenguaje fundamental que se escucha hoy en torno a la ANC: ineficiencia, corrupción y burocratismo, todos ellos vinculados al carácter del Estado y a la composición del poder.

Chávez: "Yo creo que después que ganemos las elecciones del 26 de septiembre (se refería a las elecciones parlamentarias de 2010) … eso le va a dar otra carga, otro impulso más al proceso constituyente… seguir con la Constituyente, seguir con el proceso constituyente, desarrollar a fondo los principios fundamentales de la Constitución Bolivariana como terminar de construir, darle forma al Estado social de derecho y de justicia, para que, como decía Lenin, el Estado burgués termine de extinguirse, se vaya apagando, desapareciendo, desapareciendo como desaparece la noche cuando sale el sol". 3 de febrero de 2002 (Subrayado nuestro).

¡Ojo pelao!

Creo que el documento de Redes que hemos citado es un buen insumo para continuar un debate que ya anda en la calle y del cual he hablado ya públicamente en dos espacios, con notable atención e interés de un público chavista que anda mosca, activo y pensando al estilo "ojo pelao" que nos enseñó Chávez.

Antes de entrar directamente en materia, aclaro que esas intervenciones no dieron nada por sentado, solo señalé riesgos que muchos están asociando a la ANC convocada el 1° de mayo pasado y que se puede resumir en los siguientes ítems: 1) La ANC podría asumir una posición defensiva ante el ataque actual del enemigo, contraviniendo la advertencia clara de Chávez cuando afirmó -recordemos- que "Cada ataque contrarrevolucionario debe ser respondido con el impulso y la profundización de la Revolución". En tal sentido, está bajo sospecha el discurso referido a la necesidad de preservar los logros revolucionarios. Los logros revolucionarios se preservan sobre todo profundizando la Revolución y no solo blindando jurídicamente esos logros. Si la derecha alcanza el poder ejecutivo en Venezuela, no se va a evitar el ataque a las misiones con ningún precepto constitucional. La Constitución es violada todos los días por ese sector estando en la oposición, con más razón lo haría siendo gobierno. Igualmente, el pueblo defendería a muerte las misiones aunque la Constitución no las consagre en su letra. No es que sea malo hacerlo, es que ese no puede ser un objetivo principal de una Asamblea Nacional Constituyente revolucionaria. El discurso que pone el acento en la preservación de los logros es defensivo, cuando lo que corresponde en este momento es una contraofensiva revolucionaria, una radicalización; 2) Otro riesgo: que estemos acercándonos a una ANC conservadora, en el sentido de que se pretenda conservar las estructuras del Estado que sirven de instrumento al burocratismo, a la ineficiencia y a la corrupción, que están entre las preocupaciones fundamentales del pueblo. Chávez decía: "Muchas veces ocurre que tú designas a un funcionario bueno, con buena capacidad, para que vaya a un lugar a transformar una institución y resulta que la institución termina tragándoselo, absorbiéndolo"; 3) Otro: que se esté entregando al pueblo el poder solo en préstamo, durante la ANC, y que cuando esta termine tenga que devolverlo intacto, sin que haya ningún avance notable en el desarrollo del Poder Popular; 4) Que los temas del Estado y el Poder, que deberían ser los fundamentales para esta ANC, terminen siendo puestos de lado o en lugar secundario en un intento de una parte del Poder Constituido de emprender un cambio gatopardiano a fin de "cambiar todo para que nada cambie". Es conveniente en este momento citar la paradoja que estableció Giuseppe Tomasi di Lampedusa y que explica el significado del gatopardismo: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie… ¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado…una de esas batallas que se libran para que todo siga como está"; 5) Finalmente, existe el peligro de que el debate constituyente sea secuestrado precisamente por sectores del poder constituido (que no es el demonio per se, ya que otra parte de ese poder constituido podría ayudar a evitar que ese secuestro se ejecute), y todos los riesgos señalados tengan ocurrencia, y así la ANC se convierta en agonía para el proceso revolucionario.

Tras todas estas consideraciones, voy con una frase del documento de Redes, según la cual, la ANC "Tiene que ser un punto de relanzamiento y de rectificación de una línea política de verdadero y auténtico empoderamiento democrático del pueblo, de sacudimiento e implosión de las instituciones burguesas aún existentes, de acorralamiento de la ineficiencia, el burocratismo y la corrupción".

Yo, que no comparto todas las políticas de Redes (ni las del PSUV tampoco, que es mi militancia, así que esto no tiene nada de raro), suscribo en todo su tenor esa frase. Todos los que estamos preocupados por los peligros de la Constituyente tenemos que seguir pronunciándonos. Me preguntaba alguien "¿Y cómo evitamos que pase lo que tememos?". Respondí: participando, convirtiéndonos todos en activistas del Poder Constituyente, manteniéndonos "ojo pelao".

Otra cita del comunicado de Redes: "… una Asamblea Nacional Constituyente no puede ser pensada exclusivamente desde el modelo contractual, debe ser entendida fundamentalmente como un escenario de confrontación y lucha a donde se trasladan las contradicciones fundamentales para ser dirimidas en términos políticos". Confrontación, lucha, contradicciones, cosas de las que hay que hablar.

Constituyente, unidad y unanimidad

El 16 de mayo me escribió alguien de una oficina de Minci-Guárico, preguntándome si había líneas precisas para la comunicación oficial de la ANC. Siendo sincero, le respondí que no, hasta donde sabía. También me enviaron un correo desde Anzoátegui, inquiriéndome sobre lo mismo. Esta vez fue alguien no vinculado directamente al ministerio de comunicación, por lo que a este sí le respondí abiertamente: ustedes son el Poder Constituyente, no sigan esperando líneas oficiales. Cuando las reciban, aplíquenlas creativamente, para que la comunicación sea coherente. Pero entretanto, adelante con sus propias ideas, con su creatividad, con sus recursos. Aticen ese fuego antes de que se enfríe.

Ese es sin duda un problema. Cuando Maduro hizo la convocatoria el 1° de mayo pasado, sentí un viento fresco, una nueva alegría, un soplo de esperanza. Escribo estas líneas el 21 de mayo y ahora nos invade cierta inquietud, pues tememos que esta iniciativa se esté enredando en los cables retorcidos del burocratismo, y se nos ponga morosa y lenta como morrocoy borracho. Es el mismo pueblo el que tiene que darle calor y densidad a la Constituyente, no dejar esto solo en manos de la "Comisión", no vaya a ser que pase la "Comisión" y nos deje el corazón "como capilla sin santo", parafraseando el "Palabreo de la recluta" de Andrés Eloy Blanco. Porque los revolucionarios guardamos la estrategia en el corazón (las tácticas viven en el cerebro). No dejemos que languidezca este candil que encendió Maduro en medianoche de luna nueva. A trabajar, a debatir, a difundir como podamos.

Claro, entretanto la Comisión continúa con los "debates", que a juzgar por una transmisión que se hizo parcialmente el 16 de mayo desde el Zulia, pareciera más comunicación de líneas desde lo alto que discusión de ideas. ¿Acaso hubo real debate después de los discursos?

En cuanto a las intervenciones de los dirigentes, en el caso de Adán Chávez, ministro de cultura, mostró insistencia en torno a la unidad, en un tono que acaso indica que se está detectando insurgencia de posiciones distintas a las expresadas hasta ahora por la Comisión. Por su parte, Elías Jaua, presidente de esa Comisión para la Constituyente, dijo que "el pueblo tiene derecho a gobernar" lo cual es de algún modo lo que vengo expresando, cuando propongo que los temas principales de la Constituyente deberían ser el de la estructura del Estado y el de las relaciones de poder, aunque intuyo que no fue eso lo que realmente quiso decir Jaua.

Tengo serias diferencias en cuanto a que el objetivo principal de la ANC sea garantizar la paz, aceptando que ese es sin duda un tema altamente relevante. Pienso que la paz, al largo plazo, se garantiza resolviendo algunas contradicciones presentes, cuya permanencia mantendría al Gobierno revolucionario en un país con problemas de estabilidad política. Porque la derecha representada en la MUD va a salir derrotada en este trance, pero no va a desaparecer ni va a desistir en sus designios -como tampoco lo hará el imperialismo- además del permanente peligro de que se cuele un indeseable tercero por los palos.

Creo que la paz se garantiza, desde el punto de vista táctico, tal como lo venimos haciendo: con el pueblo en la calle y además mostrándole al imperialismo los dientes y las garras, con la milicia activa y armada, y la FANB respaldando sólidamente al Gobierno Bolivariano. Pero desde el punto de vista estratégico, todo esto debe ser reforzado con un mayor empoderamiento real del pueblo, que incidiría en el crecimiento tanto de su nivel de conciencia como en cuanto al apoyo popular al Gobierno. Y además, con una reestructuración del Estado que avance hacia lo que Chávez expresó en la cita que incluimos más arriba: "terminar de construir, darle forma al Estado social de derecho y de justicia, para que, como decía Lenin, el Estado burgués termine de extinguirse, se vaya apagando, desapareciendo, desapareciendo como desaparece la noche cuando sale el sol".

Repito una cita, ya expuesta, del documento de Redes: "… una Asamblea Nacional Constituyente no puede ser pensada exclusivamente desde el modelo contractual, debe ser entendida fundamentalmente como un escenario de confrontación y lucha a donde se trasladan las contradicciones fundamentales para ser dirimidas en términos políticos".

En efecto, la existencia de contradicciones es ineludible y ellas se resolverán en medio de confrontación y lucha, tal como viene sucediendo. Que se vayan a dirimir en "términos políticos" (entiendo que se refiere a términos parlamentarios), pues así será con algunas de ellas, no puede asegurarse que con todas.

El tema de las contradicciones presentes en el escenario actual es determinante y debe ser comprendido cabalmente para poder derrotar al fascismo y al mismo tiempo avanzar en el camino de las transformaciones necesarias.

La contradicción global principal es la que existe entre el imperialismo y sus aliados, por un lado, y las naciones soberanas y los pueblos, por el otro. Eso significa que esa es también la contradicción principal para Venezuela, la cual se traslada a nosotros con la confrontación del Gobierno Bolivariano y el pueblo contra la derecha fascista, representante del imperialismo, de la oligarquía, de la burguesía. Es la misma contradicción principal señalada, en su manifestación local. En esa contradicción es ineluctable la unidad nacional sin importar cualquier diferencia, de allí la necesidad de unidad revolucionaria férrea en torno a Nicolás Maduro y el Gobierno Bolivariano en la batalla contra esa derecha criminal.

Pero existen también en Venezuela contradicciones secundarias a lo interno y la principal de ellas es la que existe entre las sobrevivencias del Estado burgués y, por otro lado, el proletariado venezolano, la mayoría, los trabajadores industriales del campo y la ciudad, y la pequeña burguesía empobrecida. Esa contradicción se manifiesta todos los días y ha venido en proceso de agudización.

En las elecciones presidenciales del 7 de octubre de 2012, Chávez obtuvo el 55,07% de los votos contra 44,31% del candidato de la derecha. La contradicción entre el Estado Burgués y el pueblo existía, pero se veía superada por la gigantesca figura de Hugo Chávez. El pueblo establecía una clara diferencia entre el líder y el Estado, que se expresaba en los estudios de opinión con la idea de que a la gente le gustaba el Presidente y mucho menos el Gobierno. Las fallas e inconsecuencias del Estado burgués no se extendían a la figura del Gigante, pero ya molestaban al pueblo de manera notable. Apenas 6 meses después, tras la partida física de Chávez, la brecha entre el chavismo y la derecha se había reducido considerablemente. Maduro obtuvo el 50,61% de los votos, contra el 49,12% del candidato derechista.

La contradicción continuaría agudizándose. Ya sabemos lo que ocurrió en las elecciones parlamentarias de 2015, cuando la Revolución sufrió una derrota de dimensión considerable. Ello fue atribuido casi exclusivamente a las consecuencias de la guerra económica, pero la verdad es que hubo otras razones relevantes, entre ellas el distanciamiento subjetivo creciente entre el Estado burgués, que el pueblo identificó con el Gobierno de Maduro (y con el PSUV, que sufre taras parecidas a las del Estado), y los intereses del pueblo venezolano. Al haber un estancamiento del desarrollo del Poder Popular, la conocida frase de "con hambre y sin empleo con Chávez me resteo" perdió peso. Despojado básicamente de poder real, el pueblo en las colas fue incapaz de comprender lo que ocurría globalmente y, sobre todo, no se sintió comprometido con la Revolución, enredada en los mecanismos y formalidades del Estado burgués, y de su engañoso sistema electoral, y cada vez más alejada del sentimiento callejero y popular.

Esa contradicción secundaria principal está allí, vivita y coleando, y no podrá ser obviada en el proceso constituyente, que sigue su curso a pesar de los pesares, así como no se puede tapar el sol con un dedo.

En este momento crucial, es necesario volver sobre la diferencia que hay entre Unidad y Unanimidad. Unidad es tener diferencias entre nosotros, como las tenemos, pero permanecer sólidamente unidos frente al enemigo principal. Esto es posible y además imprescindible si queremos seguir teniendo Patria. Unanimidad es no tener diferencias y estar de acuerdo en todo, lo cual es imposible. En la compleja sociedad contemporánea, las contradicciones son el pan de cada día. Ellas surgirán más allá de deseos e intenciones de individualidades y grupos. Ojalá puedan dirimirse de tal manera que la Revolución siga adelante.

Nuestras primeras necesidades

Según el documento de Redes que he venido manejando, "Gramsci pensaba que una Asamblea Nacional Constituyente podía palear la tensión de la refriega pero no resolver el conflicto, sino tal vez postergarlo. Lo único que puede resolver el conflicto, decía Gramsci, es la democracia directa, disolver las instituciones del Poder dividido devolviendo e integrando la soberanía en el sujeto de la transformación histórica. De manera que el nuevo Estado era la solución al conflicto y el nuevo Estado no es más que todo el Poder en manos de los Consejos y las Comunas que disuelven los poderes separados y los absorbe en las nuevas instituciones de la democracia directa".

Bien, nosotros creemos que las condiciones objetivas y subjetivas de la sociedad venezolana actual no permiten plantearse un objetivo máximo como el que propone Gramsci, sin embargo es claro que su visión apunta hacia logros estratégicos que deben ser el faro en el puerto de la victoria socialista de la Humanidad. Si bien no se puede llegar de sopetón al nuevo Estado, sí se puede y se debe avanzar en esa dirección, que es la única realmente revolucionaria (hacia la extinción del Estado burgués).

El nuevo Estado, con todo el Poder en manos de los Consejos y las Comunas, sería el verdadero salto revolucionario postrero que liquide la sociedad capitalista burguesa. Si la Revolución no continuara por ese derrotero, dando pasos en ese camino, se estancaría -que es lo que está a punto de ocurrir en América Latina- y solo le quedaría retroceder hacia la restauración neoliberal. La Revolución solo lo es si no pierde sus fines estratégicos y sigue marchando hacia ellos, cada vez con mayor profundidad, cada vez con más fuerza, manteniendo vivo el proceso que conduciría a la victoria final y definitiva del socialismo. Esto es lo que al parecer no entienden las corrientes conservadoras en el seno del movimiento revolucionario. Y son esas fuerzas las que tratan de que se obvie, en la ANC, los temas atinentes a la estructura del Estado, las relaciones de poder, y la realización concreta y paulatina del Poder Popular.

Los sectores conservadores tratarán de encerrar el debate, por ejemplo, en los temas económicos, inclusive habrá quienes pretendan impulsar visiones desarrollistas y hacer concesiones al neoliberalismo. Por supuesto, los revolucionarios no pueden obviar el tema económico, pero mucho menos pueden hacerlo con los temas políticos, los relacionados con la calidad del poder político. Si se mantiene en alto la primacía de los temas políticos, las visiones económicas desarrollistas tendrán dificultades para imponerse. Para Chávez la relación entre economía y política estaba clara, por eso dijo, recordemos: "Sin una transformación a fondo de las estructuras del Estado y del sistema político venezolano no hay posibilidades de impulsar un proceso realmente productivo de desarrollo económico y social".

También algunos querrán emprender cambios superficiales que en el fondo apunten a atornillar el statu quo, e imponer el inmovilismo y el conformismo: mejorar lo que hay (el Estado burgués generador de ineficiencia, corrupción y burocratismo) y no transformar lo que hay, en el sentido estratégico revolucionario.

Veamos otra interesante cita de Gramsci que propone el comunicado de Redes: "Para Gramsci, por el contrario, el problema es la limitación de la Democracia Representativa, que cuando se entroniza en los procesos de cambios se convierte en un obstáculo para avanzar hacia la Democracia Directa: ‘el Estado burgués y sus instituciones de mediación deben ceder el paso a los Consejos Obreros y a la Comunas de democracia directa, sólo así se avanzará a la solución de la crisis orgánica. Si la Revolución sólo se contenta con ocupar las instituciones del Estado separado de la democracia burguesa, el impulso constituyente de los trabajadores se irá degradando y disolviéndose en la burocracia, en los procedimientos, en la jerarquía y tarde o temprano todo proceso sucumbirá a la fuerza de la restauración’" ¿No es este un peligro cierto que se asoma a diario tras los muros un tanto descarapelados de nuestra Revolución? ¿No se siente en las calles el marasmo cotidiano que clama que avancemos, que rompamos paradigmas, que corramos los riesgos heroicos que brillan en la historia de lucha de los pueblos? Solo la Revolución puede recuperar la emoción de sí misma. Audacia, creatividad y radicalismo social son nuestras primeras necesidades.

Ese ron que me lo sirvan puro

El pasado sábado almorcé en un restaurant popular en la zona del mercado de Catia, esa combativa e histórica parroquia que me vio nacer. Desde allí contemplé la afanosa multitud, unos cuantos trabajando, la mayoría trajinando la calle, todos contrastando con los pocos que en ese mismo momento desataban más violencia en algunos lugares de Venezuela. También en contraste con la clase media frustrada reunida en la autopista Francisco Fajardo -acompañada por más de un pobre desclasado- anhelante de que llegue a nuestro país un gobierno de derecha que acabe con el chavismo y nos convierta en chicos buenos incorporados a los oropeles del "mundo occidental", del "american way of life". En el restaurant se escuchaba al prodigioso Diómedes Díaz y más allá, en una barbería, sonaba música de salsa. Gente en paz, esforzándose, siendo ellos mismos en medio de los avatares de la vida. Me dio por imaginar a ese pueblo numeroso y multicolor empoderado, incorporado en sus mil maneras a la construcción consciente del país. Desde que en mi pre-adolescencia me incorporé a la Juventud Comunista, imaginé el socialismo como una cosa, precisamente, de multitudes, de trabajadores levantando un nuevo mundo. Nunca pensé la Revolución con conceptos economicistas. Soñaba con un pueblo sano y libre de pobreza, por supuesto, pero sobre todo me movía la gran utopía de una sociedad amorosa, fraterna, libre de guerras y de discriminaciones. Sueños juveniles que, afortunadamente, no me han abandonado ¿De qué nos vale luchar si no mantenemos en alto esos sueños? ¿Acaso queremos hacer más "bonito" el capitalismo, quedándonos a mitad del camino? ¿Nos conformaremos con la solución de algunos problemas (mientras creamos otros nuevos)? ¿O seguiremos impulsando esta historia hacia los designios superiores y aun tan lejanos? Y en medio de todo esto la gran duda: ¿Nos alcanzará el tiempo para llegar a la meta antes de que la especie se extinga en los caminos de este desarrollo capitalista infernal y depredador? No quiero migajas, anhelo la grandeza de un mundo nuevo que a veces pareciera que se nos escurre como agua entre los dedos.

Y después de esta digresión (que no es gratuita, como ya lo supondrá el lector) no queda otra que aterrizar de nuevo en el espinoso tema de la Constituyente. Siguen pasando cosas que me ponen en alerta, porque en este mundo convulsionado no hay tiempo que perder.

En mi documento "Hacia la nueva Asamblea Nacional Constituyente", del 24 de abril pasado, escribí que "Esa oferta política tiene que distanciarse de los ofrecimientos y propuestas tradicionales electorales correspondientes a la democracia burguesa y dirigirse más bien a la realización cada vez más cierta de la democracia revolucionaria. No puede ser una oferta electorera para mantener a duras penas gobernaciones y alcaldías, ni para elegir un Presidente en medio de las conocidas trampas de la democracia burguesa. No puede ser una oferta para mantener las cosas como están sino para cambiarlas en modo notable. No puede ser una oferta para prolongar las estructuras caducas del Estado burgués ni la organización piramidal seudo democrática que establece la democracia liberal burguesa". En esto seguiré insistiendo, ya que todos los días ocurren cosas que alimentan mis inquietudes. Tal vez a algunos no les guste, pero continuaré en actitud crítica, ojo pelao, para ser leal a esos sueños de los que hablé en la primera parte de este ítem.

Un ejemplo: todo parece indicar que se han impuesto un concepto y unos lemas que no terminan de convencerme. El concepto es el que le da a la ANC el objetivo principal de garantizar la paz. Por supuesto que es ese un objetivo loable. El problema es que queremos paz permanente y no circunstancial. No paz para ahora que estamos en este brete, sino paz para la Humanidad, para los hombres y mujeres del futuro. Y eso solo se ha de lograr transformando la sociedad en profundidad, avanzando hacia la extinción del Estado burgués, construyendo el socialismo. Marchar hacia ese desiderátum debería ser el gran objetivo de la ANC y no la imposición de consignas a conveniencia del momento. Queremos paz con socialismo, queremos paz con revolución avanzando, queremos paz con transformación profunda, y no paz per se, no paz de ocasión, no la paz del cementerio de los sueños. Porque además, la paz no puede ser garantizada por ahora, porque para que haya paz tendría que quererla también el enemigo, y ya se sabe que la paz no es el problema de ellos, sino el poder. Por cierto, ese es también el problema nuestro: ellos quieren el poder para el capital, nosotros para el trabajo. Ya lo decía el célebre himno de la Joven Guardia de las organizaciones de jóvenes comunistas españoles y franceses: "al burgués insaciable y cruel no le des paz ni cuartel". En mi opinión la Constituyente no es para garantizar la paz, sino para seguirle construyendo el camino a la paz estratégica, a la paz del mundo liberado de explotación y exclusión.

Y en cuanto a los lemas, he visto circular dos. Uno que reza "Hablando se entiende la gente" ¿Expresa este lema el carácter que debe asumir la ANC? Yo, que estudié la carrera de Letras, no puedo ser ingenuo ni ligero cuando se trata del lenguaje. Las palabras tienen peso específico, son el vehículo de las ideas y estas difícilmente pueden permanecer ocultas para quien trata de ahondar en los significados ¿Hablar? Sí, pero hay un verbo mucho más preciso para la Constituyente. El verbo es "debatir" (Drae: "Dicho de dos o más personas: Discutir un tema con opiniones diferentes") ¿Y vamos a Constituyente simplemente a "entendernos"? Otra imprecisión, porque no vamos necesariamente a entendernos entre todos, así que más bien debería decirse "ponernos de acuerdo". Otra vez el Drae: entenderse es "avenirse con alguien para tratar determinados negocios" (o asuntos, añadimos nosotros). En cambio "acordar" (ponerse de acuerdo) es "Dicho de un conjunto de personas: "Determinar o resolver algo de común acuerdo, o por mayoría de votos".

El otro lema es "Nos une Venezuela", una frase bastante singular para un país notablemente dividido y un chavismo que, a decir verdad, se mantiene en general unido pero no es unánime. Al menos refiere un deseo en cuanto a la ANC: que nos acerque a la unidad nacional. Solo que, cuando lo mezclo con todo lo demás, me sigue pareciendo que se apunta a una especie de Constituyente inocua, y un tanto ideal y tirando a bucólica. Diría yo que así tan "chévere" no va a ser, a menos que no se refleje en este evento al país verdadero.

En todo caso, hasta ahora toda la simbología y la fraseología vinculada a la ANC pareciera querer evitar darle lugar prominente al poder del pueblo, al Poder Constituyente, y mucho menos a la temática referida al Estado y al Poder Popular (en el sentido, precisamente, del poder). A decir verdad, me gustaría más un lema que se aproximara al de la empresa Movilnet: "La señal que nos une" (cambiando señal por poder).

¿Estoy siendo demasiado suspicaz si pienso que el ron de la Constituyente me lo quieren suavizar, quieren diluirlo con Pepsi-Cola? Por si acaso, voy a dejar sentado que ese ron lo quiero purito, fuerte y que me arda en la garganta. Que se dé, de verdad, poder a la gente. Me lo dijo otra vez mi Catia querida, aquel sábado singular.

Valga decir que seguiré adelante a pesar de estas diferencias iniciales. Con la Constituyente voy: a Dios rogando y con el mazo dando.



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Néstor Francia


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