Hoy argumentaremos someramente y haremos el planteamiento de las propuestas que vamos a presentar para la Asamblea Nacional Constituyente, en realidad sin muchas expectativas de que salgan airosas, pero tocar la puerta no es entrar. Al fin y al cabo, no hay peor intento que el que no se hace.
Primero que nada, nos gustaría adentrarnos en una breve auscultación de un par de vetustas figuras que forman parte de las antiguallas con las que se construye la estructura de nuestro Estado burgués: el alcalde y el cabildo.
La figura del Alcalde nos llega a nosotros proveniente de la época del Antiguo Régimen de España, en el siglo XVI, a través de la colonización de nuestro continente. En las principales ciudades españolas el alcalde era designado por el rey. Los poblados que ostentaban ese privilegio tenían título de villa, es decir de ciudad. Bien, hemos avanzado en algo: ahora no lo designa un rey sino un partido político. Con muy raras excepciones, los alcaldes terminan siendo impuestos por aparatos partidistas, por medio de un sistema electoral con el cual es casi imposible que un líder comunal (un "hijo de vecina") pueda llegar a ser alcalde.
En cuanto a los cabildos, fueron corporaciones municipales creadas por el Imperio español en la América colonizada y en las Filipinas, para la administración de las ciudades. Eran una adaptación a un nuevo medio de los ayuntamientos medievales de España, que en ocasiones también habían sido llamados cabildos, en similitud con los cabildos catedralicios de las iglesias catedrales.
De manera que tanto los alcaldes como los cabildos fueron creaciones del feudalismo, ni siquiera del capitalismo, aunque este adaptó la figura para las repúblicas, pues en realidad le venía muy bien a la sociedad del individualismo que fuese un individuo quien mandara en los municipios como un reyecito, que es lo que hacen casi todos los alcaldes. El alcalde y los cabildos, tal como los conocemos, son rémoras de siglos pasados y de regímenes oprobiosos. Ahora muchos entenderán porque las gestiones municipales dependen a menudo de que el alcalde sea bueno o malo, eficiente o ineficiente, honesto o corrupto, para que sean exitosas o fallidas. Es decir, cuando votamos por el alcalde lo hacemos como quien se juega un billete de lotería, ya que la gestión será ajena a los ciudadanos, quienes no pueden ejercer ningún control y mucho menos alguna función ejecutiva. Esta figura es una aberración del Estado burgués que la heredó del Estado feudal. Uno de tantos anacronismos que la Humanidad debe echar al tiesto de la basura lo antes posible, y dar paso al poder de los ciudadanos, a la democracia real que solo prefiguró nuestra Constitución de 1999, pero sin dotarnos de herramientas efectivas para su realización.
La Asamblea Nacional Constituyente nos brindaría una excelente oportunidad para hacer historia, transformando el Estado aunque sea solo al nivel local, dándole el poder real municipal a las comunidades, lo que sería un gran avance en la Revolución profunda por la que luchó Chávez al frente del pueblo venezolano. Sería un verdadero sacudón histórico que repercutiría en otras latitudes, una acción revolucionaria que confirmaría la tan cacareada confianza en los poderes creadores del pueblo y en las capacidades de la multitud para gestionar y administrar de manera directa sus espacios, cambiando el sistema de representación por uno de delegación controlada en cada instancia municipal por el Poder Popular. Esto significaría la concreción de una máxima que expusimos en un Congreso Mundial de Filosofía realizado hace algunos años en Maracaibo, y de la cual un reconocido intelectual cubano dijo que la exhibiría en la sala de su casa: "Tanta participación como sea posible, tanta representación como sea necesaria". Solo que hoy, con referencia a la propuesta que haremos, cambiaríamos "representación" por "delegación".
Nuestra propuesta principal la denominamos "Administración popular piramidal de los municipios". Seguimos de una vez con su formulación:
En la base de la pirámide estarían todos los ciudadanos comunes en el nivel demográfico sectorial. Los sectores serían zonas delimitadas de las parroquias que garanticen la posibilidad de una elección uninominal de personas propuestas directamente por los ciudadanos, preferiblemente en asambleas abiertas, y no por los partidos políticos, y que compitan con base no en campañas glamorosas y manipuladoras, sino en exposición de méritos comunitarios y conocimiento de virtudes de los candidatos por parte de la comunidad. Sobre esa base, la pirámide del Poder Popular municipal se construiría de la siguiente manera:
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Eliminación de la figura de los alcaldes y de los Consejos Municipales, y su sustitución por Consejos Populares Municipales de elección por la base y por delegación
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Los CPM se elegirían con base en la división de cada parroquia en sectores. Se votaría en cada sector por un número determinado de delegados sectoriales, después de la postulación razonada de personas que se hayan destacado por su labor comunitaria o por sus reconocidas virtudes ciudadanas
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En esas elecciones no postulan los partidos políticos, sino directamente los ciudadanos, aunque los elegidos pueden militar o no en un partido
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Esos delegados sectoriales eligen de su seno delegados a los Consejos Populares Parroquiales. Estos eligen a su vez a los miembros del Consejo Popular Municipal, que sustituirá a la Alcaldía y al Consejo Municipal
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Estas distintas delegaciones no cesarán sus funciones al hacerse la elección, sino que se mantendrán activas para servir de correaje entre las bases y los organismos superiores y para ejercer control social de la gestión en cada nivel. Las delegaciones, hasta los Consejos Populares Municipales, durarían tres años en sus funciones y cada año se ejercería una presidencia rotativa o pro tempore elegida por sus miembros
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Se mantendría como hasta ahora la figura de las gobernaciones de estado, pero la coalición organizada de los Consejos Populares Municipales ejercería estricta supervisión y activo control social de todas sus ejecutorias
Esta es nuestra propuesta inicial principal, a la que habría que darle concreción, con ayuda de especialistas, para desarrollarla en su forma legal y constitucional, pero manteniendo absolutamente el espíritu y los finas que la animan.
También haremos otras propuestas, todas referidas al crecimiento y profundización del Poder Popular real. Pero todo a su tiempo.