Teofilo Santaella ha hecho como cronista de Aporrea todo un apostolado. No hay acontecimiento, trascendental o no, de esa convulsionada patria. Donde una parte lucha por trabajar en bien del país y librarla de las fuerzas del mal y la otra parte de apátridas; destruyendo e incendiando al país y además clamando por una invasión extranjera. Que no sea narrada con un estilo fácil, claro y fluido por el periodista Teófilo Santaella. Siempre defendiendo a un gobierno, que dicen ser dictador sin serlo. Que dicen ser autoritario sin serlo y cuyo único pecado es servir a las clases más desposeídas.
En los artículos de Santaella; hasta tres en un día; observamos una forma muy particular de narrar las tribulaciones y las angustias de un Rondón que luce encadenado. Que ha desenmascarado a los que pretenden ocultarse tras una protesta pacifica que repiten como un ritornelo; pero lo que realmente hacen es crear un ambiente de desolación, destrucción y muerte. Sin ocultar por otro lado de poner el dedo en la llaga cuando se trata de una injusticia social o algo que no marche como debe ser. O de caerle encima aquellos o aquellas que luego de saborear las mieles del éxito al frente de un alto cargo; en un abrir o cerrar de ojos se convierten en unos o unas soberanas traidoras. Toda esta tragicomedia los aborda el huésped de la isla del Burro en la década del 60; ahora con unos años de mas, aquejado de quebrantos de salud, pero con la voluntad irreverente de continuar navegando en este mar picado por las olas.